Vuelve Murcia al debate nacional. Cosa infrecuente y que, por eso mismo, merece verse aplaudida, porque el monopolio de los de la barretina, que no paran de contemplarse a sí mismos y de tenernos pendientes de ellos, ha acabado produciendo un gran hartazgo.
Recuérdese una vez más al inefable Jordi Pujol. Para quejarse de que el Gobierno de turno no quería reconocer el fet diferencial –“somos superiores y únicos”-. Lo que le reprochaba, con tono acusatorio, es que “quiere convertir a Cataluña en una gran Murcia”. Lo peor de lo peor. Y eso que había de ser, dentro de las Murcias, una “gran”. La del mejor de los pimentones.
Qué divertida era la comedia de Miguel Mihura -él sí, uno de los grandes- “Ninette y un señor de Murcia”. Como se recordará -todo el mundo la ha visto en el teatro o incluso en el cine-.
Trata de la historia de un celtíbero -el “señor de Murcia”- que, en el sufrido franquismo, llega a París, la ciudad de la luz y de la libertad, y visita a unos paisanos cuya hija -ya una francesita- literalmente desarbola al buen hombre. Resulta menos conocida la segunda parte, “Ninette, modas de París”. La chica accede al matrimonio y se instala como vendedora en la capital del río Segura para modernizar la vestimenta del lugar. Todo muy propio de aquella época y en general de un país como el nuestro, con el problema crónico de ir rezagado frente a Europa.
Se echa mucho de menos, y con razón, al gran Berlanga, pero Miguel Mihura también se merece un recuerdo.
Imaginemos que estuviese aquí y volviera a coger la pluma. Ninette ya no sería parisina, sino una jerezana recriada en Barcelona y con la crisis de identidad -mitad arrogante, mitad con complejo de charnega- que es consustancial al caso. Para el papel del señor de Murcia, o sea, el otro protagonista -el seleccionado por ella- tendría donde elegir, porque en la Asamblea de la región -por cierto, con sede en Cartagena, como el efímero cantón de 1873- Diputados hay unos cuantos. Y, aun sin conocer personalmente a ninguno, seguro que a cuál más chistoso.
Lástima, sí, que nos falte Miguel Mihura. Hay mimbres para un gran guión. Mitad cómico, mitad, ay, trágico