Ha de ser difícil dejar de ver a los Mossos d’Esquadra como la policía propia y ejemplar de Cataluña, y aceptar como un hecho normal que una banda de agitadores asalte una comisaría, como sucedió en Vic el 16 de febrero, con un balance de once agentes heridos, y campe impunemente por las calles.
Para paliar el malestar que puedan sentir muchos independentistas, que no creían haber votado por que la inseguridad se enseñorease de sus ciudades, mientras sus recién elegidos representantes compiten por ver quién está más a favor de los violentos y más en contra de la policía, los sofistas de guardia refinan sus argumentos.
Así, Vilaweb ha recurrido al profesor de antropología Manuel Delgado, que siempre está a punto para abominar el orden y vindicar el caos: Bàsicament és una revolta. I ja està. Los entrevistadores lo presentan como «voz académica autorizada para explicar la diferencia entre violencia y revuelta».
«Los entrevistadores lo presentan como «voz académica autorizada para explicar la diferencia entre violencia y revuelta».
Delgado cree que «siempre hay motivos para la revuelta, en una ciudad», y que no hay «ninguna sociedad compleja que sea justa (…) lo bastante justa y lo bastante libre».
Remontarse a la eterna imperfección humana como causa de hechos concretos es una auténtica pérdida de tiempo, pero así es la antropología por estos lares. Prosigue el profesor, salpicando su discurso con alguna nota de frivolidad:
«Hay segmentos sociales, y la juventud es su brazo ejecutor, que están descontentos (…) Que en Barcelona haya disturbios, debería verse como una tradición popular.»
En todo caso, lo que caracteriza a una sociedad civilizada es discernir qué actividades tradicionales merece la pena conservar.
Entrando en materia, nos descubre este Mediterráneo: «Si estos días el caso de Hasél y la democracia en España ha tenido eco internacional no ha sido por el 52% de independentistas que parece que hay votando en Cataluña, sino por las imágenes del Passeig de Gràcia en llamas».
En periodismo, desde siempre, una buena noticia no es noticia. Una buena noticia, en este caso la normalidad democrática, siempre pasará a segundo término ante una mala noticia, como lo es la alteración de la paz pública. Pero el mensaje que se quiere hacer llegar al ciudadano partidario de la independencia es que estos garrulos enfurecidos hacen más por su causa que todos estos años votando y hablando del derecho a decidir.
«El mensaje que se quiere hacer llegar al ciudadano partidario de la independencia es que estos garrulos enfurecidos hacen más por su causa que todos estos años votando y hablando del derecho a decidir».
Luego ya Delgado recurre a la brujería para mitificar unos fenómenos que podrían y deberían ser analizados de manera objetiva:
«Hay inteligencias secretas que actúan, a veces sin ser conscientes de ello ni la gente que las encarna. Hay actuaciones colectivas que no responden a ningún centro, y tienen que ver con una especie de comunicación telepática, y que la gente se mueva como un ballet, de manera coordinada, inconsciente. Esto se llama conducta colectiva.»
¿Como los bancos de sardinas en el mar?
Donde cualquiera puede ver grupos de individuos bien comunicados entre sí y actuando coordinadamente con un fin establecido, para el ilustre antropólogo
«Lo que hay son acuerdos automáticos entre desconocidos, que no necesariamente tienen que responder a instrucciones ni órdenes».
No busquéis culpables, nos viene a decir; las manifestaciones que culminan con vehículos ardiendo y tiendas saqueadas son como un tornado, donde no hay instigadores, ni responsables intelectuales, ni organizadores, ni aprovechamiento político. Todo muy académico.
