“Hoy en día, no hay riesgo de golpe militar, aunque sí ha aumentado el deterioro democrático. No existe un ataque frontal como el del 23-F, pero sí nos hallamos en una situación peligrosa y no dejamos de llevarnos sustos. El último ha sido el apoyo popular que ha recibido VOX en las elecciones del 14-F”, ha asegurado Mercedes García Aran, catedrática de Derecho Penal de la Universidad Autónoma de Barcelona, durante el acto 23-F, la defensa de las libertades democráticas ayer y hoy. El protagonismo de CCOO, celebrado esta tarde, coincidiendo con el 40 aniversario del 23-F.
El acto, presentado por Dolors Llobet, secretaria de Atención a la Afiliación, Estudios y Coordinación de Dirección de CCOO de Catalunya, también ha contado con las intervenciones de Alfons Labrador, presidente de la Fundación Cipriano García – CCOO de Catalunya y Javier Pacheco, secretario general de CCOO Catalunya.
Deterioro democrático y neofascismo: relacionados
Según la catedrática de derecho penal, el neofascismo empieza a ser un fenómeno global, tal y como se observa en varios países occidentales como Francia, Alemania, Austria y Estados Unidos. Este último con el “trumpismo”, todavía instalado en el partido Republicano. “Deterioro democrático y avance del neofascismo no son lo mismo, pero están íntimamente conectados. La degeneración de los derechos y la pérdida de calidad de los sistemas democráticos favorecen la aparición y consolidación de opciones neofascistas. Se produce una banalización de la democracia de los derechos que es el campo abonado para estos movimientos”, ha explicado.
Rasgos neofascistas en formaciones políticas actuales
Entre los rasgos que definen al neofascismo, a partir del libro Cómo mueren las democracias, de los profesores de Harvard Steven Levitsky y Daniel Ziblatte, e inspirado en el «trumpismo», Mercedes García detalla:
- Rechazo o escasa aceptación de las reglas democráticas.
- Negación de la legitimación del adversario político.
- Tolerancia o fomento de la violencia.
- Predisposición a restringir las libertades civiles.
“En general nos preocupan dos temas. Por un lado, que estos rasgos están presentes, en mayor o menor grado, en un amplio abanico de formaciones políticas actuales consideradas democráticas. Por otro lado, estos rasgos normalmente tienen apoyo popular, aunque no sea unánime”, ha puntualizado.
“Nos preocupan dos temas. Por un lado, que estos rasgos neofascistas están presentes en un amplio abanico de formaciones políticas actuales consideradas democráticas. Por otro lado, estos rasgos normalmente tienen apoyo popular, aunque no sea unánime”
Mercedes García Aran, catedrática de Derecho Penal de la UAB.
Estos elementos apuntan a dos grandes líneas estratégicas: sociopolítica y cultural y jurídica institucional. La primera, la más compleja, se caracteriza por una proliferación de discursos radicalizados, empezando por el neofascismo, pero también de tipo islamista o antisistema radicalizado. “No son iguales en términos criminológicos ni sociológicos. Por eso, debemos valorar el contexto en el que aparecen. A pesar de ello, la respuesta jurídica e institucional debe ser, en gran parte, igual”, ha añadido.
La desigualdad económica y la marginación social son algunos de los argumentos que se emplean para radicalizar estos discursos, aunque no son los únicos. “Estos movimientos neofascistas junto con la reivindicación de medidas autoritarias, sobre todo derecho represivo, se suelen dar en clases medias de países desarrollados”. En este sentido, la experta ha definido a VOX como un movimiento interclasista, ya que en Barcelona ha conseguido los mejores resultados en barrios como Pedralbes y Torre Baró. La desigualdad económica global sí es un factor clave, porque provoca movimientos migratorios. “La inmigración es un regalo para las orientaciones xenófobas y antidemocráticas. Este fenómeno lo tiene todo: el miedo al otro, a la pérdida de posiciones económicas favorables y también la falta de empatía hacia los desfavorecidos”.
Además, García ha hecho referencia a la revolución tecnológica y algunos de sus efectos perversos. “Se simplifican los mensajes y se apela a las emociones y, por lo tanto, a la irracionalidad de muchos discursos. También observamos confusión conceptual: ya no se sabe bien qué es libertad de expresión o antifascismo», ha explicado.
«No vamos a criminalizar -prosigue- a las redes sociales, pero tampoco negar sus riesgos. ¿Se deben intervenir? En cualquier caso, ese control debería ser judicial y a posteriori. Nunca por parte de las empresas”.