La lógica podría imponerse en la formación del nuevo Govern surgido de las urnas del 14-F. La más básica, al menos. ¿Podría entenderse un nuevo Ejecutivo formado por ERC y JxCat? Difícilmente, considerando la ruptura escenificada en enero de 2020, tras la sentencia de inhabilitación de Quim Torra, y que precisamente dio lugar a la celebración de estos comicios. Si bien el PSC ha sido el ganador de las elecciones, es ERC la formación que más posibilidades tiene de intentar formar gobierno. Por ello, desde el PSOE se corteja a los de Oriol Junqueras y Pere Aragonés, intentando que su socio preferente en Cataluña sea Salvador Illa y no Laura Borràs. Una situación que ya se vive en el Gobierno central pero a la inversa.
Una buena muestra del cortejo fueron las palabras del presidente Pedro Sánchez el miércoles en el Congreso, cuando equiparó a JxCat con Vox y pidió aislar a ambas formaciones por «sus expresiones de odio y xenofobia«. ERC ha respondido vía comunicado, mostrando «perplejidad y preocupación» y asegurando que el partido de Carles Puigdemont está «comprometido con los derechos y las libertades». Todo ello a pesar de los numerosos casos de xenofobia registrados en el entorno de la formación liderada por el ex presidente catalán.
Demasiados casos
Basten algunos ejemplos para constatar que JxCat no puede presumir precisamente de ser un partido comprometido con las libertades o con la democracia. El ex presidente Quim Torra llegó al poder a pesar de haber escrito numerosos artículos contra los catalanes que se sienten españoles. Torra, que admira profundamente a un racista como Heribert Barrera, se refería a los españoles que rechazan «cualquier expresión de catalanidad» como «bestias» en las que «hay alguna cosa freudiana». «O una pequeña sacudida en su cadena de ADN«, añadía en el artículo La llengua i les bèsties, publicado en 2012.
En plena campaña electoral, se destapaba que otro integrante de JxCat y candidato, Josep Sort, había prometido «hacer limpieza de españoles» en el Parlament si la formación gobernaba. Uno más, Jordi Fàbrega, afirmaba que los españoles «llevan la violencia en los genes«. Y un tercero, Roger San Millán, se refería a los integrantes de la Lliga como «ratas unionistas«. «España es paro y muerte y Cataluña es vida y futuro», tuiteó el número 2 de JxCat, Joan Canadell, en abril de 2020, durante la primera ola de la pandemia de COVID-19. Y un último ejemplo, el del controvertido mosso Albert Donaire, cuyo perfil de Twitter es un compendio de odio y xenofobia a diario.
Vetados por ‘comunes’ y ‘cupaires’
Probablemente estas cuestiones no afecten demasiado a la relación de ERC con JxCat. Pero lo cierto es que sí son tenidas en cuenta por formaciones como En Comú-Podem, cuya candidata, Jéssica Albiach, ha dejado claro por activa y por pasiva que no formarán parte de un Govern en el que esté la posconvergencia. Lo mismo ha hecho la corriente Endavant de la CUP.Y chocan frontalmente con el objetivo de los republicanos de «ampliar la base» de los partidarios de la ruptura con España. Algo que Junqueras y Aragonés quieren llevar a cabo contando con los comunes en un nuevo Ejecutivo autonómico.
Así las cosas, comienza a tomar forma la idea de que el nuevo Govern esté formado por ERC, En Comú-Podem y Guanyem-CUP contando con el respaldo desde fuera del PSC. Aragonés lograría así la presidencia con la abstención de los socialistas, Cs y PP y el rechazo de JxCat y Vox. La otra posibilidad es que el acuerdo sea imposible y sea necesario volver a llamar a los catalanes a las urnas. Algo que defienden en el entorno de JxCat. Y, finalmente, una tercera opción, que pasaría por un tripartito entre ERC, PSC y comunes a pesar de que los republicanos se comprometieron por escrito horas antes de las elecciones del 14-F para no llegar a ningún acuerdo con el grupo de Salvador Illa.
