Ni dimite ni cesará a ningún cargo de la cúpula. Este ha sido el anuncio de la presidenta de Cs, Inés Arrimadas, este martes, tras la reunión del Comité Permanente de la formación. El pasado domingo, con el candidato Carlos Carrizosa al frente, Cs pasó de tener 36 diputados en el Parlament a tan solo seis. La debacle no ha merecido ni una sola autocrítica por parte de los dirigentes naranjas. Lo más que ha dicho Arrimadas al respecto ha sido que no han sabido «volver a ilusionar» al electorado.
Horas después de la catástrofe, la presidenta de Cs culpaba a los constitucionalistas catalanes de no haber ido a votar. Ni entonces ni ahora ha hecho mención a cuestiones como, por ejemplo, el rechazo que suscitó la designación de Carrizosa como candidato, en sustitución de Lorena Roldán, que había sido elegida por la militancia en primarias para este objetivo. Roldán fue sorpresivamente relevada por Carrizosa hace escasos meses y, si bien Arrimadas la premió con un cargo en la dirección del partido, la hasta entonces candidata dio un portazo poco antes de comenzar la campaña electoral y reapareció como número 2 por Barcelona de la lista del popular Alejandro Fernández.
Presidenta a la fuga
Menos aún se ha referido Arrimadas a cómo su fuga a Madrid desilusionó a miles de votantes catalanes de Cs. Poco después de ganar las elecciones de 2017 y con la crisis del referéndum ilegal del 1-O muy reciente, Arrimadas dejó el Parlament catalán y se fue a Madrid de la mano de Albert Rivera. Algo que muchos no le perdonaron, tal y como se ha visto en las urnas ahora. Primero él y después ella, abandonaron a un electorado que se sintió traicionado y, sobre todo, utilizado.
A todo esto se suma que la formación no ha sabido o no ha podido explicar sus apoyos al Gobierno del PSOE y Unidas Podemos durante la crisis del COVID-19. La excusa de la «política útil» no ha convencido a muchos votantes naranjas en Cataluña, que han visto con sorpresa cómo Arrimadas intentaba convertirse en socia preferente de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias buscando desplazar a ERC. Una maniobra que no ha sido ni aceptada ni apoyada tal y como se ha podido observar a lo largo de todo el año en redes sociales.
Cañas, la esperanza
La crisis interna de la formación lleva meses larvándose. Hasta ahora se había saldado con sonados abandonos como los de Juan Carlos Girauta, Marcos de Quinto o Carina Mejías. Cada vez son más las voces que, al menos en el caso de Cataluña, confían en la vuelta del eurodiputado Jordi Cañas para poner orden y, sobre todo, que el partido retorne a sus orígenes. Es decir, una formación sin complejos pero con argumentos consistentes.
A pesar de todo esto, Arrimadas ha dicho este martes que, tras lo sucedido en las urnas catalanas, se siente «más reforzada que nunca» para continuar al frente de Cs. «Me siento con el apoyo del partido», ha subrayado, «me siento con más fuerzas y con más convencimiento de que hay que tirar para delante».
Nada ha dicho Arrimadas tampoco sobre la reunión de la Ejecutiva Nacional del lunes, en la que cargos destacados como Toni Cantó exigieron la dimisión de los vicesecretarios Carlos Cuadrado y José María Espejo, a los que se responsabiliza de, entre otras cosas, los nefastos resultados obtenidos en Cataluña. Sobre este encuentro, la presidenta de la formación se ha limitado a asegurar que «todos» están de acuerdo en que Cs «tiene que seguir trabajando e implantado el proyecto«, según informa Europa Press. Y ha añadido que la otra conclusión de los participantes en la reunión fue que «hay que seguir sumando» porque el problema no es «que sobre gente».