COVID-19: España y Occidente frente al espejo chino

Hospital Clínic de Barcelona/ Europa Press

Leo la noticia de que el gobierno de la República Popular China (China, de aquí en adelante) está construyendo un nuevo hospital con 3.000 camas en la provincia de Hebei en previsión de un aumento de casos con motivo de la celebración del Año Nuevo Lunar, algo que ya hizo a marchas forzadas y algo tarde cuando el Covid-19 irrumpió en la prefectura de Wuhan (Hubei) a finales de diciembre y causó decenas de miles de muertos en enero y febrero de 2020. Me apresuro -permítanme la licencia retórica- a constatar en mi hoja de Excel (donde anoto cada día las cifras de varios países, China entre ellos) cuál es la situación allí, y constato con sorpresa que las cifras de nuevos contagios en China en los últimos días han pasado de unas pocas decenas en los primeros días de enero a superar los 100 casos a partir del 11 de enero, y que la cifra oficial de muertos que se había mantenido sospechosamente constante en 4.634 desde el 17 de mayo cambió a 4.635 el 14 de enero. Estas cifras de casos y fallecidos en China resultan casi ridículas cuando se comparan con los aterradores registros diarios en casi todos los países de Europa y América, incluidos los países democráticos más avanzados, cuyos gobernantes supuestamente se desviven para asegurar el bienestar de sus conciudadanos y disponen de sistemas sanitarios acordes con sus elevados niveles de renta per cápita. No sabemos exactamente qué, pero algo está ocurriendo aquí, Mr. Xi.

El fracaso de los gobiernos occidentales

En varios artículos publicados en este diario (“El Covid-19 desnuda a la clase política de Occidente”, 23 de mayo de 2020, “En manos de quienes estamos”, 13 de septiembre de 2020, “La Recesión Epidémica en Estados Unidos y China”, 9 de agosto de 2020, y “China: ¿ángel o demonio?”, 24 de octubre de 2020) he comparado la gestión de la crisis sanitaria y la concomitante recesión económica realizada por el gobierno China y los gobiernos de algunos países avanzados. En ellos, he sostenido que incluso concediendo que China es una república controlada con mano de hierro por el Partido Comunista Chino (PCCh) -una peculiar dictadura que combina el autoritarismo en el ámbito político con la flexibilidad de las economías mixtas de mercado en el ámbito económico-, y que las cifras oficiales de casos y fallecidos por Covid-19 han podido ser groseramente infravaloradas por los gobernantes chinos, resulta innegables que lograron controlar la epidemia en un tiempo récord (3 meses) y retornar a una normalidad atenta y vigilada a finales del pasado mayo, suficiente para sacar su economía de la recesión. Incluso admitiendo que las cifras actuales de casos (144 el 15 de enero) y fallecidos (1 el 13 de enero) infravaloran groseramente las cifras reales y las multipliquemos por 100, las cifras de nuevos contagios (14.400) y fallecidos (100) en un país con 1.442 millones de habitantes (h,) resultan todavía ridículas cuando se comparan con las registradas en países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido, los cuatro últimos con poblaciones 18 veces más pequeñas.

La estrategia (o la falta de ella) de las democracias occidentales para hacer frente a los estragos del Covid-19 han fracasados sin paliativos y han puesto en evidencia la inanidad de sus gobernantes para hacer frente a una emergencia sanitaria severa que, nadie se engañe, puede repetirse en el futuro. La mayoría de los gobiernos occidentales llevan meses dando palos de ciego a la espera de una vacuna que les saque las castañas del fuego y ponga fin a la profunda recesión que está asfixiando sus economías y sacando de quicio a unas sociedades opulentas e infantilizadas. Los gobiernos de las economías avanzadas no supieron valorar la gravedad de la amenaza y no supieron o no quisieron anticiparse a la irrupción de la primera oleada, ni tampoco diseñar una estrategia individual y colectiva para rentabilizar los confinamientos decretados la primavera pasada y evitar una segunda oleada, a diferencia del gobierno de China que sí consideró la epidemia una auténtica emergencia que requería adoptar medidas excepcionales. El resultado de la falta de estrategia y planificación de esta guerra está a la vista: la epidemia ha vuelto a reaparecer con fuerza en los países occidentales y sus economías van a seguir en recesión hasta que las vacunas logren dar la vuelta a la situación. Toquemos madera.

«La estrategia (o la falta de ella) de las democracias occidentales para hacer frente a los estragos del Covid-19 han fracasados sin paliativos»

En el caso de la UE, la emergencia ha puesto de manifiesto la pobre gobernanza que padece este gigante con pies de barro, una debilidad que ya se puso de manifiesto durante la Gran Recesión (2008-2013) que en la UE se prolongó cuatro años más que en Estados Unidos. Incluso un país como Alemania, que superó la primera oleada con notable, está siendo duramente golpeado ahora. Los países occidentales no han sabido reaccionar a tiempo y hacer frente a una epidemia cuyas consecuencias en términos de víctimas está siendo brutal y cuyas consecuencias económicas se dejarán sentir en sus economías durante muchos años, no sólo por los estragos causados en el tejido productivo sino porque resultará difícil convivir con las enormes deudas privadas y públicas acumuladas. Sin embargo, ni la Comisión Europea ni los gobiernos de las principales economías de la UE parecen haber tomado nota y siguen ensimismadas sin alterar sus prioridades presupuestarias.

¡Ay de mi Alhama!

Mención aparte merece el caso de España cuyo gobierno ha dejado sobradas muestras durante estos meses de su incapacidad para gestionar una crisis que, según el INE, ha cerrado 2020 con 77.392 muertos más que en 2019, a pesar de que fallecieron 4.872 personas menos en los dos primeros meses del año. A la incapacidad del gobierno Sánchez para gestionar la primera oleada, la desescalada y la segunda y tercera oleadas -¡nadie sabe ya cuántas van!-, hay que sumar que de los cuatro países más importantes de la UE (Alemania, España, Francia e Italia) España es el único que revisa las cifras de casos cada jueves desde el 13 de agosto y no publica datos de recuperados desde el 18 de mayo. Las engañosas promesas de una pronta recuperación anunciadas una y otra vez por el ministro Illa y su incompetente experto de cabecera, Simón, director del Centro de Alarmas y Emergencias Sanitarias, constituyen una afrenta a la decencia informativa y un auténtico insulto a la inteligencia de los españoles, especialmente a la de los 6,8 millones que votaron a Sánchez el 10 de noviembre de 2019. De momento, seguimos engrosando la cuenta de fallecidos e inmersos en una profunda recesión que no sabemos cuándo terminará.

Claro que, hablando de inteligencia, resulta difícil explicar que 74,2 millones de estadounidenses votaran a Trump el pasado 2 de noviembre, al hombre cuya gestión de la epidemia ha resultado sencillamente desastrosa. Hasta el 15 de enero, se habían registrado en Estados Unidos 24,1 millones de casos (39.340 por millón de h.), 401.856 fallecidos (976 por millón de h.), en torno a 4.000 fallecidos diarios en las últimas semanas, y 9.5 millones de casos activos, 28.937 de ellos en estado crítico. Entre los países avanzados occidentales, el Reino Unido supera incluso a su antigua colonia: 3,4 millones de casos (48.708 por millón de h.), en torno a 55.000 nuevos casos al día, 87.295 fallecidos (1.282 por millón de h.), en torno a 1.400 fallecidos diarios en los últimos días, 1,5 millones de pacientes recuperados y 1,7 millones de casos activos de los que 3.672 se encuentran en estado crítico. Cifras similares al Reino Unido presenta Italia, algo mejores Francia y sustancialmente mejores Alemania, a pesar del fuerte aumento de casos y víctimas registrado en las últimas semanas.

«España no necesita una mera remodelación del gobierno como se da por sentado quiere hacer el presidente Sánchez, sino convocar en cuanto las circunstancias sanitarias lo permitan elecciones generales»

¿Cambio de gobierno?

España no necesita una mera remodelación del gobierno como se da por sentado quiere hacer el presidente Sánchez, sino convocar en cuanto las circunstancias sanitarias lo permitan elecciones generales para que los españoles tengamos ocasión de juzgar la gestión realizada por el gobierno de coalición PSOE-PSC y Unidas Podemos de la emergencia sanitaria y la recesión económica más grave padecidas por los españoles desde el final de la Guerra Civil. Y debería hacerlo, primero por decencia democrática, ya que Sánchez engañó a sus votantes asegurándoles durante la campaña electoral que no pactaría con Unidas Podemos. Y en segundo lugar, porque los ciudadanos españoles tenemos derecho legítimos a expresar nuestra opinión sobre la gestión realizada por Sánchez e Iglesias de la crisis sanitaria y la recesión económica, para dejar claro si respaldamos el notable que Sánchez se otorgó a sí mismo o si, por el contrario, consideramos que merece un suspenso.

La autocomplacencia del gobierno Sánchez resulta insultante. Hace unos días, la ministra Ribera nos decía que dejáramos de lado nuestra preocupación por la factura ante la escalada del precio de la electricidad, porque subirá “sólo unos cuantos euros”. ¡Menos mal! Y ayer mismo, Europa Press recogía unas declaraciones realizadas por el ministro Ábalos durante una visita a Sevilla en la que defendía la gestión del gobierno de la minicrisis ocasionada por Filomena. Además de lamentar los ‘bulos’ del PP, sobre la situación vivida en el aeropuerto Suárez en Barajas, dejaba un par de perlas que ilustran la mendacidad e incompetencia del gobierno Sánchez. El ministro afirmó que “ha nevado para todos” y no “solo para Barajas” y que “si los peatones tienen dificultades para (caminar), me parece más importante esa preocupación que no tanto los aviones”. No contento con atacar al gobierno de Madrid, nos dejó una valoración de su gestión expresada con tanta soltura y gracejo que no me resisto a transcribírsela para que ustedes juzguen por sí mismos: si bien -concedió- las autoridades estatales podrían haberlo hecho mejor y quedan, por supuesto, algunas cosas por solucionar, “en términos comparativos con otras administraciones, modestamente, el Gobierno central ha trabajado convenientemente”. Y con este gobierno, podría haber añadido, modestamente España progresa adecuadamente. Ni el más consumado artesano puede hacer una buena cesta con estos mimbres.

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