Las doce campanadas pusieron fin el 31 de diciembre al peor año de la historia de España en muchas, muchas décadas. La irrupción del Covid-19 ha provocado una auténtica catástrofe humanitaria y la más severa recesión económica de las que tenemos registradas desde finales de la Guerra Civil. La epidemia que ha sacudido los cimientos de la sociedad española ha desnudado al gobierno Sánchez y ha mostrado la incapacidad del Consejo de Ministros al completo para diseñar una estrategia eficaz para hacer frente a una crisis social de tanta envergadura. La fatua imprevisión, los graves errores de apreciación, la improvisación de medidas y la desinformación deliberada y tramposa han sido la tónica general que facilitó al virus su tarea mortífera desde que irrumpió en España a finales de febrero hasta que dobló la última campanada de este doloroso, triste y descorazonador 2020.
Viendo a dos emperifolladas presentadoras alzar sus copas con sonrisas forzadas ante una Puerta del Sol totalmente desierta, me preguntaba si los adalides de la memoria histórica y los responsables de la televisión pública habrían pretendido con este patético remedo de Nochevieja hacernos olvidar a las decenas de miles de personas que se han quedado por el camino y permanecerán ya calladas para siempre. Cuánta verdad encierra ese dicho popular que nos recuerda lo efímero de nuestro rastro por la vida: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. (Una confesión: me habría gustado colarme en el palacio de La Moncloa esa noche para decirle a su actual inquilino cuando levantaba su copa -el mismo que se otorgó a sí mismo un notable por su gestión al finalizar la primera oleada de la epidemia y nos invitó a planear alegremente las vacaciones de verano, como si fuera una nadería lo que había ocurrido hasta ese momento y nada malo podía ya suceder a partir de ese momento- qué poco parecen pesarle a usted los 76.000 muertos que lleva en la mochila.)
En manos de quienes estamos
Entre el 14 de marzo y el 5 de diciembre de 2020, he escrito 36 artículos relatando la tragedia humana y la catástrofe económica en que el Covid-19 ha sumido a la sociedad española, y he denunciado una y otra vez la pésima gestión de la crisis realizada por el gobierno Sánchez-Iglesias. Un gobierno prepotente que ignoró las advertencias de la Organización Mundial de la Salud recogidas en el informe conjunto realizado con el gobierno de China y publicado el 28 de febrero, y un gobierno que nada hizo para prevenir la expansión descontrolada de los contagios en febrero y la primera quincena de marzo, ni para preparar el sistema sanitario y asistencial a fin de afrontar la avalancha de casos que desbordó la capacidad hospitalaria y dejó 44.599 muertos más que en 2019 entre mediados de marzo y comienzos de mayo y 55.000 sanitarios infectados.
La elevada letalidad registrada durante la primera oleada (10 de marzo-9 de mayo), en relación con la segunda oleada (20 de julio-20 de diciembre), indica claramente que miles y miles de las personas fallecidas en la segunda quincena de marzo, abril y la primera quincena de mayo podrían haberse evitado, y que esas personas desaparecidas en circunstancias muchas veces inhumanas y sin atención médica apropiada podrían estar celebrando las Navidades con nosotros. La incapacidad de Sánchez, Illa y Simón (el SIS) se puso de manifiesto de nuevo durante las semanas de confinamiento estricto cuando se logró, por mera parálisis de la vida social y la actividad económica, reducir los contagios y fallecimientos, mientras el PIB caía 21,59% en el segundo trimestre. El SIS no supo aprovechar esos meses de inactividad para establecer protocolos efectivos de detección precoz y evitar una segunda oleada que empezó a tomar cuerpo pocas semanas después, en la segunda quincena de julio.
«La incapacidad de Sánchez, Illa y Simón (el SIS) se puso de manifiesto de nuevo durante las semanas de confinamiento estricto«
A diferencia del gobierno español y otros gobiernos en la UE y en América, el gobierno de la República Popular China sí afrontó con decisión y firmeza la epidemia y obtuvo excelentes resultados: no sólo lograron contener las autoridades la epidemia dentro de los límites territoriales de la provincia de Hubei -donde se encontraba el epicentro en la prefectura de Wuhan cuando irrumpió el coronavirus a principios de enero- e impedir que se extendiera al conjunto de la República, sino que gracias a los estrictos controles impuestos durante el confinamiento pudieron evitar que se produjera una segunda oleada cuando procedieron a levantar gradualmente el confinamiento. La seriedad y rigor con que abordaron la crisis sanitaria hizo posible retomar la vida social y la actividad económica a finales de mayo y dar por concluida la fase crítica. Confinar, Sr. Sánchez, debe servir para algo más que para constatar lo vacías que están las calles y el desplome del consumo de gasolina y electricidad.
En ningún momento, el gobierno Sánchez (ni muchos otros gobiernos occidentales) pareció comprender que no existía un dilema entre confinar a la población y recuperar la actividad económica, porque sólo aprovechando el confinamiento se podía contener la expansión de la epidemia y recuperar con seguridad la actividad económica en el interior del territorio nacional. Como hemos podido constatar en España, la incapacidad del gobierno para aprovechar el confinamiento para establecer controles y protocolos de detección precoz ha resultado en una segunda oleada y ha prolongado la recesión económica, con una nueva caída (interanual) del PIB de 9,04% en el tercer trimestre de 2020. Para aumentar el caos, el gobierno de España cedió la responsabilidad de adoptar las decisiones para controlar la epidemia a los gobiernos de las 17 Comunidades Autónomas y cada una ha hecho lo que ha podido sin apenas coordinación entre ellas y un único objetivo en sus tiras y aflojas: evitar el colapso de los centros de atención primaria y del sistema hospitalario ante el imparable crecimiento de casos. Por todo ello, la gestión del gobierno de Sánchez y específicamente de su núcleo director, el SIS, no merece un notable como se otorgó a sí mismos el presidente a finales de mayo sino un suspenso muy bajo.
Simón El Fariseo
Una mención especial merece Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, el profesional que nos aseguró que en España no se producirían más allá de dos o tres casos… y llevamos 2 millones; el mismo que unos días antes de decretarse el confinamiento se burlaba de una periodista que le planteaba la posibilidad de que se produjera una avalancha que colapsara el sistema hospitalario… y el colapso se produjo pocos días después; el mismo que nos decía el 7 de marzo que podíamos continuar con nuestra vida habitual e incluso sumarnos a las manifestaciones del 8 de marzo… y de esa manifestación salieron miles de personas infectadas, incluidas varias ministras y la esposa del presidente del Gobierno; el mismo que ha anunciado una y otra vez que estábamos ya a punto de doblegar la curva… y esa curva sigue creciendo y nadie sabe ya si estamos al final de la segunda oleada o al comienzo de la tercera; y el mismo que presume de haber proporcionado información fiable y precisa… cuando en realidad es que ha sido incapaz de establecer un protocolo para conocer en tiempo real las cifras de casos, fallecidos y recuperados y desconocemos el número de casos activos desde el 18 de mayo.
Con una vida a mis espaldas ejerciendo como profesional de las Ciencias Sociales en las Universidades Complutense de Madrid y Autónoma de Barcelona, me avergüenza que un tipo incapaz de prever la posible catástrofe humanitaria que podía producirse, informar a la población y a los responsables de los centros sanitarios y las residencias de mayores de los riesgos potenciales, y respetar las cuatro reglas de la aritmética continúe siendo el portavoz del equipo gubernamental que ha gestionado tan desastrosamente la epidemia en España. Y que nadie vea en las críticas al gobierno de Sánchez animadversión política de ningún tipo a planteamientos progresistas, ni solapado apoyo a otros grupos políticos más conservadores, mucho menos a quienes abanderan planteamientos ultranacionalistas con reminiscencias fascistas, porque la gestión de una epidemia no es una cuestión de banderías políticas sino de sensibilidad ante el dolor ajeno, de profesionalidad y competencia técnica para desempeñar el trabajo por el que a los empleados públicos (incluidos los políticos) nos pagan el sueldo los ciudadanos. Mi actitud podría resumirse en dos reglas de comportamiento muy sencillas: respeta la verdad ante todo y a tu prójimo como a ti mismo.
«El mismo que presume de haber proporcionado información fiable y precisa… cuando en realidad es que ha sido incapaz de establecer un protocolo para conocer en tiempo real las cifras de casos»
Relato de la catástrofe y un rayo de esperanza
En todo caso, me ha parecido oportuno cerrar el año e iniciar 2021 dejándoles los enlaces a todos los artículos que he publicado desde marzo analizando los efectos de la epidemia en España y otros países, así como las respuestas (o más bien la ausencia de ellas) del gobierno de Sánchez-Iglesias y otros gobiernos occidentales. Espero que esta suerte de fresco impresionista de la tragedia vivida por las sociedades española y occidental pueda resultarles útil para formarse su propia opinión. La mía queda suficientemente clara en los títulos de algunos de los artículos: “Emergencia social y económica”, “Argucias gubernamentales y catástrofe humanitaria”, “La ardua tarea de los ‘doblegadores’ de curvas”, “El Covid-19 desnuda a la clase política de Occidente”, “Los jueves, milagro de casos”, “Merkel telefonea a Sánchez para pedirle la fórmula”, “Triunfalismo indecente y fuera de lugar”, “Vidas Truncadas I” “La Recesión Epidémica en Estados Unidos y China”, “Desbarajuste estadístico y la respuesta de la UE”, “En manos de quienes estamos”, “Vidas Truncadas I”, etc., etc.
Felizmente para los que de momento podemos contarlo, el año comienza con la esperanza de que las vacunas desarrolladas en diversos laboratorios internacionales permitan frenar la terrible hemorragia que el gobierno Sánchez fue incapaz de prever, contener y superar en nuestro país. Como «sé que no puede ser cosa tan bella, / y que cielos y tierra beban della / aunque es de noche», les envío junto con estos versos de San Juan de la Cruz mis mejores deseos para 2021.
[…] 76.000 muertos más que en 2019 […]