Quiero felicitar públicamente al Dr. Joan Guàrdia, quien ha ganado las elecciones al rectorado de la Universidad de Barcelona con un 54% de los votos, frente al 46% que ha obtenido Joan Elias, actual rector. Joan Guàrdia es Catedrático de Metodología de las Ciencias del Comportamiento en la Facultad de Psicología y tiene a sus espaldas una larga trayectoria académica en todos los ámbitos (investigación, docencia y gestión). El de la gestión me parece un ámbito particularmente ingrato: en cualquiera de sus niveles, requiere muchas horas de trabajo, muy mal remuneradas, y lidiar con todo tipo de reivindicaciones que son muy difíciles de satisfacer al mismo tiempo, entre otras cosas porque la financiación de la universidad es muy escasa y depende de decisiones externas. Por eso, vaya por delante mi agradecimiento a quienes como Joan Elias y Joan Guàrdia se ocupan de cuidar de los intereses y necesidades de todos los que formamos la Universidad.
Guàrdia ha ganado por amplia mayoría entre los estudiantes y por estrecho margen entre el personal administrativo y de servicios y entre el profesorado no permanente. Elias ha ganado, también por estrecho margen, entre el profesorado permanente (catedráticos, titulares y agregados). Sumando todas las categorías salvo la de los estudiantes, Elias habría ganado. Es decir, en este caso, los estudiantes han inclinado la balanza. No es por supuesto la primera vez que esto sucede, ni en la UB ni en otras universidades españolas.
Las tasas de participación revelan el nivel de compromiso de cada uno de los “colectivos” con la institución: el profesorado permanente, un 88%; el PAS, un 73%; el profesorado no permanente, un 46%; los estudiantes, un 18%. Llama la atención lo muy bajo de este último porcentaje, que sólo ha subido tres puntos respecto de la primera vuelta, y esto en condiciones de polarización y alto interés público por las elecciones. Parece muy claro que la mayoría de los estudiantes considera que esto no va con ellos, quizá porque no hemos hecho el esfuerzo de información y de motivación necesario para involucrarles; en todo caso, como su voto pesa mucho (un 30% del total del voto ponderado), la minoría más consciente y movilizada acaba teniendo mucho poder. Como siempre pasa: si tú no participas, ellos ganan.
«Guàrdia ha ganado por amplia mayoría entre los estudiantes y por estrecho margen entre el personal administrativo y de servicios y entre el profesorado no permanente»
A pesar de que no le he votado, creo que Joan Guàrdia puede llegar a ser un buen rector. Cualidades no le faltan, aunque no es fácil serlo en las condiciones actuales: en plena pandemia, con un presupuesto insuficiente para satisfacer lo mucho que se espera de nosotros, con una plantilla envejecida, con el profesorado joven muy precarizado, mal pagado, y sometido a una carrera que lo es sobre todo de obstáculos, muy poco atractiva para los mejores, y con una oferta de estudios que ha crecido desmesuradamente y que requiere una racionalización urgente.
Aparte de todo eso, algo me preocupa de manera especial. Hay muchos que creen que la universidad, como el resto de instituciones públicas y privadas catalanas, debe contribuir al proceso de emancipación nacional de Cataluña, que es como decir que debe tomar partido por la causa secesionista. Esos muchos a buen seguro van a presionar al nuevo rector en este sentido, como ya lo hicieron con el anterior. Y si el anterior, a mi juicio, cedió en demasiadas ocasiones, hay razones para temer que el nuevo lo haga también, y aún en mayor medida. Una razón es que ha recibido el apoyo explícito de la ANC y otras organizaciones separatistas; la otra es la presencia en su equipo de algunos profesores con ese mismo perfil ideológico.
«Una razón es que ha recibido el apoyo explícito de la ANC y otras organizaciones separatistas; la otra es la presencia en su equipo de algunos profesores con ese mismo perfil ideológico.»
Por supuesto, tanto el Dr. Guàrdia como su equipo pueden legítimamente asumir a título personal una posición política determinada. Lo que importa es que se den cuenta de que poner la universidad al servicio de una causa ajena a sus funciones y objetivos puede ser letal para la propia universidad, porque cualquier institución se degrada cuando olvida su telos: el fin que le dota de sentido y orienta su actividad. El telos de la universidad es la educación superior y la investigación. En cambio, no forma parte de él trabajar a favor del triunfo de una u otra facción particular, como lo es el secesionismo, por mucho que con frecuencia se disfrace con el ropaje del interés general, sea el de “la democracia”, “los derechos” o “la nación”. Dejemos que de eso se ocupen los partidos políticos y las instituciones de representación, tales como los parlamentos y los gobiernos, y hagamos lo que nos corresponde: alimentar la formación ilustrada y el contraste libre de todas las ideas, sin tomar partido institucional por ninguna de ellas.
Estoy convencido de que el nuevo rector y su equipo desean lo mejor para la universidad, y por eso solo me queda esperar que tengan la clarividencia necesaria para identificar su bien y la fortaleza para actuar en consecuencia. Si les falta la una o la otra, por aquí andaremos para hacérselo notar, como lo hemos hecho con su antecesor. En el gobierno de lo común, todos estamos llamados a participar, porque todos tenemos la palabra y en nuestra mano está usarla con fundamento, con rigor y con libertad.