En Francia se utiliza el término «franco-français», en sentido peyorativo, para calificar las cuestiones, los debates, los conflictos que sólo se entienden en el seno de la sociedad francesa. Análogamente podríamos crear el adejetivo cataloprocesista para aludir a los sucesos o las polémicas que mueven pasiones dentro del mundo independentista pero dejan indiferentes al común de los mortales.
Recientemente se ha creado la plataforma Donec Perficiam en torno a un grup de destacados miembros de la Assemblea Nacional de Catalunya que se escindieron disconformes con la línea oficial. Se declaran «unilateralistas y octubristas» y aspiran, dicen, a «encontrar representantes políticos valientes y dispuestos a hacer efectiva la independencia y constatar que no lo harán aquellos que tienen intereses más allá de los de país».
El jueves día 3 convocaron una reunión telemática a la que asistieron: Josep Costa (JxCat), vicepresidente del Parlamento catalán, alguien de Demòcrates de Catalunya, y representantes de varios grupúsculos independentistas, a saber: Assemblea de Represaliats i Activistes, Bloc Sobiranista Català, Directe68, Força Catalunya, Front Nacional de Catalunya, y Solidaritat Catalana per la Independència.
ERC pide la dimisión de Josep Costa
Sergi Sabrià (ERC) aprovechó la ocasión al vuelo y en un tweet pidió la dimisión de Josep Costa. El motivo es que en esa conversación estaban presentes dos grupos calificados habitualmente de «identitarios», «ultras», «xenófobos» o de «extrema derecha»: Front Nacional de Catalunya y Força Catalunya. En cambio, la Assemblea de Represaliats i Activistes, que reúne a personas incursas en procesos por disturbios, no merece ninguna mención. Se diría que un vicepresidente del Parlamento no debería departir tan alegremente con quienes han sido acusados de delitos, aunque sólo sea por responsabilidad institucional, pero esto en ERC importa poco o nada.
Seguidamente Josep Costa pidió disculpas públicas en docenas de tweets, empezando por éste, en los que alega su buena fe, su asistencia a título personal y su ignorancia de con quién iba a reunirse. Con lo fácil que hubiera sido decir: yo me reúno con quien me parece, lo que no quiere decir que esté de acuerdo en nada con mi interlocutor.
La respuesta vacilante y a la defensiva encendió las descalificaciones. Los de ERC y la CUP agitaban el espantajo de la «extrema derecha» y compañeros de partido como el mismo Quim Torra —«nadie ha hecho más que él por que no nos desviemos del mandato del 1 de octubre»— apoyaban a Josep Costa. Éste pasó al contraataque afirmando que «todos los que teníais puestos de responsabilidad en ERC el 26 d’octubre de 2017 estáis inhabilitados de por vida para hacer política». Y rescató declaraciones y twets de aquel momento, como el de las «155 monedas de plata», cuando tenían prisa e instaban a Puigdemont a declarar la independencia.
ERC se mantiene firme en su petición de dimisión a Joan Costa y además pide la renuncia de los dos diputados de Demòcrates de Catalunya, que fueron elegidos en sus listas. Informa La Vanguardia que en «ERC remarcan su determinación de ser “implacables con aquellos que compartan espacios o banalicen discursos xenófobos” y que continuarán “combatiendo y destruyendo el fascismo venga de donde venga”.
Lo que no pide es la disolución de las formaciones políticas donde anida ese «fascismo». Si tanto peligro tienen, ¿por qué no presentan denuncia contra ellas? Hay un procedimiento para disolver partidos políticos. Decir que alguien es de «extrema derecha» es irrelevante, afirmar que su actividad incurre en un delito es algo muy diferente; entonces hay que presentar pruebas y actuar en consecuencia. Lo que no tiene sentido es decir que hay fuego y no querer avisar a los bomberos.
ERC y JxCat siguen gobernando en coalición
Conviene recordar que en este momento ERC y JxCat siguen gobernando la Generalitat en coalición, habría que ver con qué animos. Consciente del estropicio, Vicent Partal, en Vilaweb —El feixisme com a espantall per a sostenir el règim—, intenta poner las cosas en su sitio:
«Es verdad que hay una parte de la izquierda que tiene una facilidad sorprendente para hacer juegos malabares con el fascismo. Siempre ha sido así. Desde que tengo memoria política, desde los años setenta del siglo pasado, siempre, de manera tan cíclica y regular como incansable, algunos sectores de la izquierda han utilizado el espantajo de la colaboración con el fascismo como un intento de acorralar socialmente a aquellos que no piensan como ellos. Y siempre, como en el caso que nos ocupa, el mecanismo es el mismo: una anécdota sirve para organizar una gran campaña en la que la trayectoria del afectado es ocultada y anulada, y se la quiere manchada, por una violenta acusación y un gran revuelo que nace de la misma anécdota.»
Partal entiende que el fascismo está en otra parte, en el sistema que otros llaman democrático: «¿La amenaza autoritaria sobre nuestra sociedad la representan sólo estos grupúsculos que no tienen ninguna representatividad pública o la representa también o incluso de manera mucho más punzante aún el régimen del 78, este régimen que encarcela a los disidentes políticos, que agrede a la población que quiere ejercer su derecho de voto, que niega la democracia como forma de resolución del conflicto, que no persigue a los militares que amenazan con asesinar a millones de ciudadanos, que sostiene la monarquía corrupta…?» etc, etc.
Todo indica que los aún socios de gobierno pretenden expulsarse recíprocamente de la sociedad política frecuentable: JxCat quiere echar a ERC a los leones con el argumento de haber pactado los presupuestos del Estado con partidos «cómplices de la represión», y ERC quiere hacer lo mismo con JxCat por ser capaces de reunirse con partidos de «extrema derecha». Parece garantizado que, en el fragor de la batalla por las próximas elecciones autonómicas, saldrán a relucir viejas cuentas por saldar.