ENTREVISTA / Anna Grau: «Si la gente estuviera en la cárcel por sus ideas, Rahola estaría picando piedra hace años»

La periodista catalana vuelve a estar en la diana de los ataques de los separatistas en redes sociales

La periodista catalana Anna Grau

Anna Grau es una de las periodistas catalanas más conocidas en España. Cañera a más no poder, si se me permite la expresión, pasó años trabajando por y para el catalanismo. Sin embargo, la deriva autoritaria de este la llevó a renunciar a sus ideas. Llegó a Madrid como delegada del entonces radical independentista Avui y fue allí donde acabó por renunciar a un catalanismo que, después de la era Pujol, entró en el camino de lo que otros renegados como Alfons López Tena llaman populismo autoritario. Desde entonces, Anna Grau presenta batalla al procés desde el punto de vista de las ideas. Algo que le ha costado caro, tanto a nivel económico como a nivel personal. Censurada en buena parte de los medios catalanes, incapaces de subsistir sin el apoyo económico de la Generalitat y los ayuntamientos separatistas, Grau no pierde la esperanza y tiene claro que las próximas elecciones autonómicas del 14 de febrero serán claves.

Es usted objetivo de los ataques de los separatistas en redes sociales de forma casi constante. ¿Es eso un halago?

Yo llegué a Madrid en 1998 como delegada del Avui, que se dice pronto. En aquellos momentos, gobernaba Jordi Pujol y el catalanismo parecía otra cosa. No era tan excluyente, ni tan radical como ahora. Y no era ni independentista ni antiespañol como lo es ahora. Evidentemente, había gente que lo vivía con esta intensidad. Pero era una cosa mucho más amplia y con muchos matices. La verdad es que yo llego a Madrid, de algún modo, como alguien de confianza. Empecé a tener problemas en 2003, coincidiendo con los primeros tripartitos. Con los convergentes, con CiU o Pujol, es verdad que había unas presiones sobre la línea editorial, como sucede en todas partes. Pero yo no tenía tantos problemas con la línea editorial. Un día me llama Joan Puigcercós, que era el jefe de filas de ERC en el Congreso, y me dijo que, cuando se compraba un periódico, no era para que lo que leyera no le gustara. Yo me lo tomé a broma y le dije que, si quería, le devolvía el euro. Pero el enfado venía porque me había oido decir en Catalunya Ràdio que los independentistas cabían en un taxi. Esto me lo dijo chillando por teléfono. Después vino la estigmatización social. Tú puedes tener o no unas ideas políticas pero, quitando tres o cuatro exaltados, el tema no se convertía en una estigmatización social. Todo fue muy rápido.

Pero los separatistas le dicen a usted auténticas barbaridades en redes como Twitter.

Yo siempre había visto a los catalanes y al catalanismo como los buenos de la película, los demócratas. Pero todo esto comenzó a tener una deriva, primero, muy restrictiva y, después, muy autoritaria y muy totalitaria contra el disidente. Cuando esto sucedió, yo seguía aún ahí. Desde fuera no se percibe porque, primero, la gente no es consciente de lo que se nos viene encima y, segundo, a mí se me seguía viendo como una activista catalanista. Ahí empezaron a hacerme todas las putadas que pueden. Ahora, cuando en las redes sociales me llaman «mala puta», «traidora», «vendida al dinero de Madrid», «borracha» y todas las barbaridades que me dicen, al menos ahora son públicas. Yo me comparo con una mujer maltratada que, durante años, no se ha enterado nadie y, de repente, ya es visible, ya es público. Y es mejor así. Yo no le diré que esto me haga feliz pero creo que estamos más cerca de la solución desde el momento en el que estas cosas son públicas.

Todo esto comenzó a tener una deriva, primero, muy restrictiva y, después, muy autoritaria y muy totalitaria contra el disidente.

Anna Grau

Al menos ahora hay testigos.

Sí, claro, hay testigos. A veces es duro entrar en las redes sociales y ver las cosas que te dicen pero, a la vez, tienes derecho a réplica. Y le digo con alegría y emoción que, cada vez que pasa esto, gano seguidores (risas). Cada vez que me lían una de estas, gano 300 seguidores y eso alegra.

Yo llegué a Barcelona en 2007 y aquel año fui a ver la Diada en el Fossar de les Moreres. Eran cuatro gatos, la verdad. El proceso de cambio de la sociedad catalana en favor del separatismo ha sido rapidísimo, ¿no?

Sí, es verdad. Hay mucha gente que sigue viendo esto como un eventual conflicto entre Cataluña y España y no es así. Es un conflicto entre catalanes y catalanes. Evidentemente, un fanático del procés se siente más a gusto contra lo que él interpreta como un facha español. En su visión del mundo, eso es lo que debe ser. Lo que le jode es que salga alguien como yo, con un acentazo de Girona que echo para atrás y que, además, les conoce, a sacarles las vergüenzas. Fíjese, Pilar Rahola nunca ha querido debatir conmigo. Le da miedo. El caso es que nada odian más que el catalán disidente, que el que no les compra esta Cataluña que venden.

El botifler que dicen ellos.

Sí, claro. Es curioso. A mí me acusan constantemente de haberme vendido al oro de Madrid cuando la verdad es que yo no he hecho más que perder dinero con esta historia. Si ahora fuera como Bea Talegón, por ejemplo, podría seguir siendo colaboradora muy asidua de TV3, de alguna radio, con columna en La Vanguardia… podría sacarme una pasta y, en realidad, lo que he conseguido es que me echen de muchos de estos sitios o reduzcan mi presencia al máximo. A ver, también hay que decir que, en lo que a los medios se refiere, aunque el separatismo quiera hacer creer que es un todo monolítico, no es así. Yo conozco a muchos periodistas y directores de Cataluña que hacen esto porque no les queda otra. No se atreven por miedo a las represalias o por lo que sea. Yo estuve años sin aparecer por Catalunya Ràdio y, de repente, me volvieron a llamar. Ese mismo día, Joan Puig, que había sido diputado de ERC, pidió que me vetaran y, aunque no lo hicieron del todo, la verdad es que, desde entonces, no me llaman mucho. ¡Y ese mismo día me vetaron en otra radio catalana! De todos modos, lo cierto es que la cosa está mucho más repartida de lo que ellos creen y eso les jode.

Conozco a muchos periodistas y directores de Cataluña que hacen esto porque no les queda otra. No se atreven por miedo a represalias o por lo que sea.

Anna Grau

La persecución al disidente es muy dura porque, como mínimo, te hunde económicamente.

Yo ganaba mucho más dinero cuando estaba con esta gente que ahora. Pero llega un momento en el que no puedes seguir haciendo ciertas cosas. Ahora toda esta forma de funcionar intentan trasladarla a los medios de comunicación del resto de España. ERC, apoyada por Unidas Podemos, tiene una estrategia de penetración muy agresiva en los medios de comunicación españoles. Quieren llegar al electorado hispanohablante. Yo intervine hace poco en un programa de TVE y denuncié que la Plataforma per la Llengua ha espiado a los niños en los patios de los colegios. Me hicieron un ataque furibundo. Claro, eso aquí en TV3 ni te planteas decirlo y pretenden imponer la misma represión informativa en el resto de España.

Uno puede esperar este tipo de estrategias en unos supremacistas, que, al final, es lo que son. Lo que sorprende es cómo la mitad de la sociedad catalana, o dos millones de votantes, han caído de rodillas ante esto, lo justifican y les parece normal.

Dos millones de votantes no son la mitad de la sociedad catalana. Somos unos ocho millones y ellos son una cuarta parte. Evidentemente, son mucha gente. Pero yo pienso que han sufrido una especie de trilerismo político. Yo conozco gente que eran votantes y militantes de partidos de la órbita pujolista y les vendieron que esta era la evolución normal. Imagine una persona comunista, en el 2020, en Madrid o Barcelona. Y que vota comunista. Está bien pero, hoy en día, no sería muy normal que esa misma persona hable de expropiar la casa del vecino. Hay grados. De todos modos, yo hace tiempo que pienso que esto no es una cuestión de independencia sí o no, sino de hegemonía social sí, hegemonía social no. Se ha diseñado una ingeniería social basada en coger a una parte de la sociedad catalana que no es mayoritaria pero que ha comulgado siempre con el catalanismo. Me apropio de ella y la impongo como si fuera el todo. Y eso, además, lo hago con dinero público, desde las instituciones y afectando a todos los resortes de la sociedad. Mucha gente ha creído de buena fe porque se les ha vendido una continuidad ideológica. A ver, esto no es de ahora. Cualquier ideología de este tipo beneficia a gente que tiene una vida gris. Son ideologías que convencen a sus víctimas de que la solución a todos sus problemas es eso que les están prometiendo.

Cualquier ideología de este tipo beneficia a gente que tiene una vida gris. Convencen a sus víctimas de que la solución a sus problemas es eso que les prometen.

Anna Grau

Estoy totalmente de acuerdo. Cuanto más acomplejada sea una persona en Cataluña, más posibilidades tiene de ser independentista y, además, radical. Creen que sus vidas personales mejorarán si Cataluña es independiente.

Sí, es eso. Por otro lado, no olvide que la envidia es un gran motor. En España, por ejemplo, ha triunfado la izquierda envidiosa sobre la izquierda seria. Ha ganado la izquierda que no se basa en buscar el progreso social sino en explotar el malestar de las personas que se pueden sentir desfavorecidas por la sociedad. Eso no es lo mismo que ayudarlas. El independentismo supremacista hace lo mismo. ¡Ni siquiera plantean de buena fe una independencia que saben que no van a conseguir! Lo que hacen es crear mal rollo y meterle a la gente miedo con el exterior. Les dicen hasta que por eso no se les levanta (risas). De todos modos, la verdad es que, aunque tuvieran razón al pedir la independencia, que no creo que la tengan, las cosas no se hacen así. No te puedes cargar a la sociedad, expulsar a los periodistas de los medios… Le pongo otro ejemplo: al vicepresidente de SCC, Álex Ramos, que es médico, le han montado una cacería y le han echado del Colegio de Médicos. Además, lo hacen siempre todo por la puerta de atrás. Aunque es verdad que algunos lo hacen abiertamente, como Joan Canadell, presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona que ahora va a ir en las listas de JxCat y que pidió en Twitter que no me dieran trabajo.

Usted me habla de un señor, Joan Canadell, que en otro sitio no tendría acceso a ningún cargo después de pasearse durante semanas con una máscara de Carles Puigdemont haciendo de copiloto en su coche.

Exactamente. Por esto mi mensaje a mis conciudadanos catalanes es que piensen una cosa: si yo, que era tan feliz siendo catalanista, me salí, con considerable dolor personal, profesional, familiar, con rupturas, con censuras… algo muy feo he tenido que ver. Deberían reflexionar y pensar en manos de quiénes nos están poniendo. Estamos viendo que ahora mismo, con todo lo que está pasando por la pandemia del COVID-19, ellos siguen dando, por ejemplo, dinero para embajadas o para la Plataforma per la Llengua. La Generalitat dio el año pasado a la Plataforma más de 500.000 euros en subvenciones. ¿Usted sabe lo que da de sí ese dinero en tiempos de pandemia?

Si yo, que era tan feliz siendo catalanista, me salí, con considerable dolor personal, profesional, familiar… algo muy feo he tenido que ver.

Anna Grau

Con el dinero de todos, tenemos a una Plataforma per la Llengua que espía a niños y que acosa y coacciona a aquellos trabajadores o empresarios que no hablan catalán.

Por eso le digo que, de cara a las elecciones, los catalanes deberían hacer una reflexión. Es como cuando te hablan de los presos políticos. Mire, si la gente estuviera en la cárcel por sus ideas, Pilar Rahola estaría picando piedra desde años en Sing Sing y no es así. ¿Por qué? Porque ha sido lista. Es de las que tira la piedra y esconde la mano. Yo no me alegro de que esta gente esté en la cárcel. Me gustaría que se encontrara una solución para este conflicto pero, después de haber cometidos delitos, lo mínimo si quieres salir de la cárcel es pedir perdón, no decir que lo volverás a hacer. La gente debería preguntarse si realmente esto es lo que quieren. Y más en un momento de crisis como este.

Pero las encuestas de cara a las elecciones dicen que volverán a gobernar. Es verdad que ahora también introducen la posibilidad de que el PSC logre formar un nuevo tripartito con ERC y los comunes. Sorprende, la verdad, que tenga tal predicamento entre la sociedad catalana una ideología que nos ha arruinado económicamente, que nos ha roto socialmente…

A la gente le cuesta mucho admitir que se ha equivocado. Una de las cosas más dramáticas que ha hecho el procés ha sido arrastrar a la gente al precipicio. Si coges a un catalanista normal y lo conviertes en un fanático, les cuesta mucho admitir que se han equivocado. Cuanto te deslizas por la pendiente del fanatismo es más fácil seguir hacia delante que ir hacia atrás. Los que hemos tenido la suerte o la valentía de salirnos antes de esa espiral, tenemos que tener un punto de generosidad con nuestros conciudadanos que, a lo mejor, necesitan una ayuda para despertar. Los que han organizado esto lo tienen que pagar pero los ciudadanos no. Mire, el 1 de octubre de 2017 yo estaba en Madrid y me llamó un colega desde Cataluña. Había trabajado con él durante muchos años y yo sabía que él había escorado hacia esto. Manteníamos una relación cordial. Me llamó y dio por hecho que yo estaría contenta viendo a todo el mundo llorar. Me mandó el vídeo de aquella chica que decía que la policía le había roto los dedos y que entonces no sabíamos quién era. Yo le pregunté si les había enseñado la denuncia. Esa pregunta no le gustó y nunca más me volvió a llamar. Se muere de vergüenza.

Imagino que los baños de realidad no les gustan. Les parece que tienen derecho a todo. Es curioso porque este proceso ha sido muy rápido. La pandemia ha moderado la cosa pero vemos que, de cara a las elecciones, da la impresión de que los separatistas no van a hablar del COVID-19. Pero me resulta más sorprendente que las formaciones constitucionalistas tampoco parecen muy inclinadas a utilizar esto en campaña.

Creo que, por desgracia, en Cataluña hace mucho tiempo que falla una oferta de un buen proyecto político. A mí no me gusta hablar de constitucionalismo porque es un adjetivo, no un sustantivo. Somos catalanes y españoles normales y libres. Pero en los partidos no separatistas hay errores, ausencias y, sobre todo, divisiones. La gente no entiende estas cosas. Tenemos un procés que se alimenta del coche oficial, la moqueta… y solo desaparecerá cuando deje de tener acceso a los fondos públicos. Pero en el otro lado veo mucha complejidad, poca claridad política y eso desanima a las personas.

El procés se alimenta del coche oficial y la moqueta. Solo desaparecerá cuando deje de tener acceso a los fondos públicos.

Anna Grau

Usted misma moderó hace algunas semanas un debate de SCC con Carlos Carrizosa (Cs), Miquel Iceta (PSC) y Alejandro Fernández (PP). Ahí quedo claro que, sin unidad, no se acabará con el procés. Sin embargo, esa unidad es imposible. ¿Por qué están así las cosas? Si la situación es tan grave pero los partidos que nos representan no son capaces de ponerse de acuerdo, ¿por qué nos vamos a movilizar nosotros?

A ver, yo creo que es fundamental el papel de la sociedad civil, de las entidades, de los movimientos, para suplir la carencia de los políticos. Para entender lo que está pasando en Cataluña hay que conocer lo que ha sucedido en los últimos 40 años. Durante el pujolismo, CiU controlaba la Generalitat y la Cataluña interior y el PSC controlaba el Ayuntamiento de Barcelona y la Cataluña metropolitana. Durante un tiempo este equilibrio se mantuvo ahí y generó en ambas partes frustración porque querían lo que tenía la otra parte. En el momento en el que desaparece Pujol, que parecía imbatible, esa línea se empieza a mover. Parte de las dos almas del PSC están ahí. Se debaten entre mantener su posición histórica o darse cuenta de que para optar al poder tienen que abrir brecha en esa otra Cataluña. Claro, ante eso, el PSC tiene que decidir si planta cara al nacionalismo o si le hace un cordón sanitario como lo fue el Pacte del Tinell contra el PP. El PP, por su parte, tiene que decidir si realmente planta cara en Cataluña o la deja por imposible y se va a Madrid. Ciudadanos ha de decidir lo mismo. Yo entiendo que no es fácil pero si el statu quo se perpetúa, la situación es la que es. Sinceramente, no quiero entrar a valorar ni encuestas ni eventuales alianzas. Lo que sí pido es que la sociedad civil, aquellos que quieran que cambien las cosas, se manifiesten, que se hagan visibles, que vayan a votar. Hay que manifestarse en todos los ámbitos. La movilización social pacífica es el combustible de los políticos.

SCC ahora mismo está volcada en este intento de volver a movilizar. La pandemia ha distorsionado todo pero, a la vez, hay cierta sensación de hastío. La misma ANC ha perdido muchísimo poder e influencia y SCC era una respuesta a esa entidad. La diferencia es que ellos siempre están muy motivados y nosotros no.

Sí, pero eso es porque el poder motiva mucho. La gente tiene que percibir que esto es un enfrentamiento entre los catalanes que tienen poder y catalanes desposeídos de su cuota alicuota del poder. Un catalán no separatista tiene ahora mismo menos poder social, civil y económico. Se lo han sustraído para alimentar todo esto. Evidentemente, es mucho más difícil combatir el poder desde el no poder. Pero, vamos, no hay otra. Entonces, yo no voy a pedir a todo el mundo que se inmole como lo he hecho yo o lo han hecho otros, pero sí que, como mínimo, vayan a votar. El voto es secreto (risas).

Pido a la sociedad civil, a aquellos que quieran que cambien las cosas, que se manifiesten, que se hagan visibles, que vayan a votar.

Anna Grau

Menos no se puede hacer.

Exacto. Además, la gente tiene que pensar antes de votar y hacer un análisis. Todos nos equivocamos en la vida. Yo dejé de defender unas cosas que había defendido y no pasa nada. Es muy difícil regresar del fanatismo. Pero esto es como dejar de fumar. Sin embargo, la alternativa es peor. Deben saber si se quieren morir de cáncer de pulmón político.

Para acabar, ¿qué panorama tenemos ante el 14-F?

Es un panorama complicado porque, pase lo que pase, no creo que de las elecciones salga una Cataluña nítida. Habrá que encajar los problemas en un panorama político fragmentado e incierto. La verdad es que el populismo ha avanzado muy rápido en todo el mundo y, en Cataluña, la manifestación de esto es el procés. En otros sitios se llama Donald Trump o Víctor Orban. Aquí se llama procés. Por lo tanto, que nadie espere que al día siguiente de las elecciones esté todo resuelto pero, a la vez, que no desaprovechen la oportunidad de involucrarse en la solución. Entre otras cosas porque, si algo ha demostrado la pandemia, es que no podemos dejar por más tiempo todo esto en manos de los políticos. No podemos dejarnos gobernar por cualquiera. En tiempos de opulencia, puedes permitir que te gobierne el Pato Donald, pero en estos momentos, no.

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