Terminaba mi artículo Vidas Truncadas I, publicado en este diario el pasado 31 de julio, anunciando la intención de examinar los años de vida perdidos en España por la gestión realizada por el SIS, acrónimo de Sánchez, Illa y Simón que como presidente del Gobierno, Ministro de Sanidad y director del Centros de Alarmas y Emergencias Sanitarias, respectivamente, han sido las cabezas visibles del Gobierno en la lucha contra el virus COVID-19 en España. En la introducción, destacaba las conmovedoras palabras de algunos familiares recogidas en un programa de TVE emitido el pasado julio que anoté casi al azar: «mi madre se contagió yendo a recoger unas pruebas al Hospital de Valdemoro», decía un familiar con palabras que expresaban la frustración ante una muerte tonta que nunca debió haberse producido; «si se hubiera previsto ese pico, mi padre no habría fallecido», se lamentaba un hijo muy dolido; y, por último, «tengo tantos recuerdos tuyos como lágrimas apretándome», la conmovedora frase de una hija desolada que retumba en mi cabeza como «doce/golpes de azada en tierra».
No, no crean que me había olvidado de la promesa implícita que hice a los lectores cuando incluí en el título del artículo el número romano I, dando a entender que habría al menos una segunda entrega. En estos tiempos tan luctuosos en lo humano, tan desastrosos en lo económico y tan alarmantes en lo político, la actualidad ha ido dictando el contenido de los sucesivos artículos, y yo posponiendo cumplir mi compromiso. Pero cuando escuché al presidente Sánchez anunciar a bombo y platillo que con su plan 2021-2026 vamos «a dar un salto al menos tan grande como el que hemo dado desde la llegada de la democracia», mi indignación me llevó a dejar de lado otros temas y ponerme manos a la obra.
¡Cuántas promesas en vano ha hecho este político antes y después de llegar a La Moncloa! Tengo pocas dudas de que Sánchez tiene ya el dudoso honor de ser el político más mentiroso de nuestra joven democracia, y también el de haber entronizado la impostura en la política española convirtiéndola en moneda de cambio. Pero no se preocupen que alguna de sus peonas de brega (Calvo, Montero, Lastra, etc.) saldrá a echarle un capote zafio y nos volverá a decir que Sánchez no dijo lo que dijo, o que cuando lo dijo la situación era otra. ¡Cráneo privilegiado!, murmuraría al escucharlas el curda de Zacarías en la taberna de Pica Lagartos.
Así que aquí tienen, por fin, mi pequeño homenaje a tantas víctimas y familiares que son los principales damnificados por la imprevisión e irresponsabilidad de un gobierno en cuyo debe figuran, en primer lugar, 67.709 víctimas más de lo normal hasta el 30 de noviembre, según el Instituto de Salud Carlos III, y 70.717 según el INE hasta el 22 de noviembre, además de 86.028 sanitarios infectados, según TVE, hasta el 22 de noviembre; en segundo lugar, la recesión más severa registrada por la economía española desde la Guerra Civil con una caída del PIB que se situará en torno a 12% para el conjunto del año; y, en tercer lugar, un gobierno empeñado en desguazar desde las instituciones, con la entusiasta colaboración del PSC, ERCy PDeCAT en Cataluña, y del PNV, PSE y EH-Bildu en El País Vasco, el ordenamiento constitucional. Creo que el último lema propagandístico de este gobierno impostado de Sánchez-Iglesias es «La España que nos merecemos 2021-2026», aunque este otro haría mayor justicia a la realidad vivida durante estos meses: «El Presidente y el Gobierno que no nos merecemos los españoles».
La responsabilidad es de Sánchez
Como decía hace un momento, llevamos 67.709 víctimas más de lo habitual hasta el 30 de noviembre y si continuamos al ritmo actual podemos terminar el año con alrededor de 76.500 fallecidos más que en años anteriores. Las cifras de defunciones semanales que proporciona el INE indican que las cifras exceso de fallecidos hasta el 20 de noviembre (semana 47) son incluso mayores: 70.719 en relación a 2019 y 70.779 sobre la media de fallecidos en los años 2016-2019. No faltarán quienes con mejores o peores intenciones verán en lo ocurrido la mano del inescrutable, cruel y fatal destino, una explicación que me recuerda las clases de Historia Sagrada, allá por los años sesenta, cuando nos describían las siete plagas que asolaron Egipto. Otros excusarán al gobierno Sánchez-Iglesias apuntando con su dedo a nuestros vecinos: «mirad, eso también pasa en Francia, en el Reino Unido y en Estados Unidos». Mal de muchos, consuelo de prepotentes y holgazanes, porque sólo éstos hallan consuelo refocilándose satisfechos en el lodo, en lugar de mirarse en el espejo de los más diligentes y espabilados de la clase -tome nota Sra. Celaá- para superar sus limitaciones.
«Tengo pocas dudas de que Sánchez tiene ya el dudoso honor de ser el político más mentiroso de nuestra joven democracia, y también el de haber entronizado la impostura en la política española convirtiéndola en moneda de cambio»
La catástrofe humanitaria y el desplome de la economía española podrían haberse evitado en gran medida de haber tenido al frente del gobierno en España a un Presidente y unos Ministros más conscientes de sus limitaciones y algo más diligentes, dispuestos a recabar información veraz para valorar con realismo la situación epidemiológica en cada momento, alertar a población sobre la gravedad de la epidemia, y seguir las advertencias y recomendaciones recogidas en el informe conjunto de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el gobierno de la República Popular China publicado el 28 de febrero. Incluso concediendo que el respeto a las libertades en España no permite adoptar determinadas medidas sin control de Las Cortes, está claro que el gobierno de Sánchez dispuso de tiempo suficiente, instrumentos legales y recursos presupuestarios para recabar información, trasladarla a los ciudadanos y adoptar medidas preventivas antes de la irrupción del COVID-19. De haberlo hecho, se habrían reducido considerablemente las pérdidas humanas y suavizado la gravedad de una recesión epidémica que ha dejado sin empleo a millones de trabajadores y amenaza con dejar tocados a sectores enteros de nuestra economía.
No estoy haciendo acusaciones gratuitas. El Gráfico 1 muestra la evolución de los casos totales durante la primera oleada, la más letal de las dos vividas hasta ahora. La línea amarilla muestra las cifras originales que el gobierno Sánchez manejaba y sobre las que Illa, ministro de Sanidad, y Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias Sanitarias (CCAES), basaban la información y las recomendaciones que trasladaban a los ciudadanos en sus comparecencias. La línea verde presenta las últimas cifras revisadas que proporcionó el Ministerio de Sanidad el jueves 23 de noviembre, aunque podría haber realizado la comparación empleando las cifras revisadas publicadas el jueves 13 de agosto sin alterar la conclusión principal.
Dando por buenas estas cifras -Illa y Simón nunca han explicado por qué el gobierno español es el único que cambia las cifras de casos totales todos los jueves desde el 13 de agosto-, la primera conclusión a extraer es que el gobierno Sánchez manejaba unas cifras que infravaloraban considerablemente la gravedad de la epidemia en la segunda quincena de febrero y la primera quincena de marzo. La segunda conclusión es que, precisamente por manejar una información tan poco veraz, el gobierno Sánchez-Iglesias estuvo trasladando a los ciudadanos una falsa impresión de normalidad y los animó a seguir haciendo vida normal en lugar de recomendarles adoptar algunas medidas elementales para prevenir que resultaran infectados. A esa infravaloración injustificable debemos también atribuir que el gobierno no adoptara ninguna medida extraordinaria para preparar el sistema sanitario-asistencial y el sistema hospitalario antes de que irrumpiera el COVID-19, desoyendo los consejos del mencionado informe de la OMS. En otras palabras, la epidemia irrumpió en España sin que el gobierno Sánchez tuviera datos fiables sobre el avance de la epidemia y sin adoptar medida alguna para prevenir su expansión desbocada.
No hay excusa que valga
¿Cabe excusar al gobierno aduciendo que las cifras revisadas no se conocían en aquel momento? Mi respuesta, como profesional de las ciencias sociales, es NO, rotundamente no. Un gobierno de una sociedad democrática y avanzada de la UE tiene dos obligaciones inexcusables cuando se produce una epidemia y están en juego las vidas de decenas de miles de ciudadanos y el mantenimiento de la actividad económica: primera, adoptar las medidas necesarias para recabar información fiable y trasladarla con transparencia a los ciudadanos para que éstos puedan adoptar a nivel individual las medidas preventivas que juzguen apropiadas; y, segunda, preparar el sistema sanitario-asistencial y el sistema hospitalario para hacer frente a la emergencia epidemiológica. El gobierno de Sánchez no sólo no hizo nada de eso, sino que se dedicó a tranquilizar a la población desde mediados de enero hasta el 14 de marzo, asegurándonos que se producirían muy pocos contagios y podíamos continuar sin alterar un ápice nuestras vidas. Y así lo hicimos la mayoría de nosotros hasta el viernes 13 de marzo.
«No han faltado desaprensivos que han insinuado que la mayoría de los fallecidos por COVID-19 eran personas de avanzada edad afectadas por dolencias previas, dando a entender que habrían fallecido por otras causas de no haberles dado el virus el último empujoncito.»
Para disipar cualquier duda, el Gráfico 2 presenta la media móvil de 14 días de las tasas de variación de casos totales (TC) con las cifras originales (línea amarilla) y con las cifras revisadas el 23 de noviembre. Las cifras difieren considerablemente durante todo el mes de marzo, pero el pico es incluso más temprano (9 de marzo) y más alto con la serie original que con la serie revisada (13 de marzo). En ambos casos, la conclusión a extraer es que el pico de crecimiento de casos se produjo antes de declararse el estado de alarma el 14 de marzo y cabe concluir, por tanto, que la declaración del estado de alarma llegó muy tarde, cuando la tasa de crecimiento de los contagios había alcanzado su pico y la epidemia estaba fuera de control. Fue una temeridad no hacer absolutamente nada en materia de prevención y más todavía que Simón no desaconsejara a los ciudadanos abstenerse de participar en las manifestaciones feministas del 8 de marzo, la ‘ochomarzada’ que reunió a cientos de miles de personas en toda España, muchas de las cuales resultaron infectadas, incluidas la vicepresidenta Calvo, varias ministras y la esposa del presidente Sánchez.
La negligencia del gobierno Sánchez se refuerza al examinar la información que proporciona el Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III. Según su último informe publicado el 1 de diciembre, la primera oleada dejó un exceso de 44.599 fallecidos entre el 10 de marzo y el 9 de mayo y la segunda oleada de 23.110 fallecidos desde el 20 de julio hasta el 30 de noviembre. Esta diferencia en el número de decesos entre las dos oleadas es una clara indicación de que muchos de las defunciones observadas en la primera oleada podrían haberse evitado, si el gobierno hubiera alertado a los ciudadanos de la letalidad del virus y preparado el sistema de atención sanitario-asistencial y hospitalario para afrontar la avalancha de casos que se produjo en la segunda quincena de marzo y primera quincena de abril, una eventualidad que Simón, director del CCAES, descartaba pudiera producirse en España en su comparecencia ante los medios el 7 de marzo, en vísperas de la ‘ochomarzada’.
Años de vida perdidos para siempre
Como decía en la introducción, hay decenas de miles de familiares que siguen echando de menos a quienes se han quedado por el camino durante estos meses y la pesadilla, aunque se ha suavizado, está lejos de haber terminado. A algunos parecen pesarles tan poco las 67.709 víctimas de más que el ISCIII estima se han producido hasta el 30 de noviembre o las 70.717 a que apuntan las cifras de defunciones semanales del INE hasta el 22 de noviembre. Y aunque el número de fallecidos en esta segunda oleada sea muy inferior al registrado en la primera son muchos los ciudadanos que siguen quedándose por el camino. Claro que no han faltado desaprensivos que han insinuado que la mayoría de los fallecidos por COVID-19 eran personas de avanzada edad afectadas por dolencias previas, dando a entender que habrían fallecido por otras causas de no haberles dado el virus el último empujoncito.
Pero esta suposición se desmorona en cuanto la confrontamos con los resultados que aparecen en el Cuadro 1. En las columnas aparece el exceso de fallecidos desglosado para 6 grupos de edad (0-19, 20-44, 45-64, 65-74, 75-84 y mayores de 84 años) en las primeras 47 semanas de 2020 y en dos subperíodos: la primera oleada que abarca las primeras 19 semanas de 2020 hasta el 10 de mayo y la segunda oleada que incluye las 26 semanas siguientes hasta el 22 de noviembre. Los cálculos se han realizado con la información de defunciones semanales en 2020 y 2019 que proporciona el INE por grupos de edad (0-4, 5-9, etc.) y la tabla de esperanza media de vida por edades del INE.
Varias son las conclusiones que podemos extraer a partir del Cuadro 1:
- Primera: el total de años de vida perdidos para el conjunto de la población entre las dos oleadas es una cifra imponente 751.351 años y se desglosa en 426.223 en la primera oleada y 285.228 en la segunda. Con una esperanza de vida de 83,59 años, los años de vida perdidos equivalen a 8.510 personas fallecidas, 5.099 en la primera oleada y 3.411 en la segunda.
- Segunda: el porcentaje de exceso de fallecidos en la primera oleada (44.415) sobre el total (70.717) es 62,8%, en tanto que el porcentaje de años perdidos en la primera oleada es inferior, 59,92%, una diferencia explicable por la mayor letalidad en los grupos mayores de 64 años (con una esperanza de vida menor) en la primera oleada.
- Tercera: se confirma que las personas mayores de 64 años han sido las más duramente golpeadas por el COVID-19 durante las 47 primeras semanas de 2020 puesto que estos grupos han soportado 91,48% del exceso de fallecidos y 73,46% del total de años de vida perdidos.
- Cuarta: aunque el exceso de mortalidad ha afectado principalmente a los grupos de mayor edad, los años de vida perdidos suponen un porcentaje importante en los grupos menores de 64 años, especialmente en el grupo 20-64 años: 17,87% en la primera oleada y 24,03% en la segunda.
- Quinta: en los grupos mayores de 64 años se aprecia una diferencia significativa entre la primera y la segunda oleadas: el exceso de fallecidos se redujo en 3,74 puntos porcentuales y el de años de vida perdidos en 10,73 puntos porcentuales. Si a ello añadimos que el exceso de fallecidos en la primera oleada de mayores de 64 años, 41.249, casi duplicó al de fallecidos en la segunda oleada, 23.444, tenemos que concluir que muchas de las muertes de mayores de 64 años registradas hasta el 10 de mayo podrían haberse evitado, de haber alertado el gobierno a la población y haber adoptado medidas para impedir la expansión incontrolada de los contagios.
Estos cálculos podrían refinarse distinguiendo hombres y mujeres, por ejemplo, o empleando la edad de los fallecidos y la esperanza de vida para cada edad en lugar de hacerlo para grupos de edad, pero los resultados no diferirían en lo esencial porque las medias recogen buena parte de la variabilidad individual observada en los desagregados.
Entre la ineptitud, el cinismo y la charlatanería
Al gobierno Sánchez-Iglesias parecen pesarle muy poco las 70.717 víctimas de más que llevamos hasta noviembre de 2020, con tal ligereza las lleva que al finalizar la primera oleada Sánchez, con más de 44.415 muertos a sus espaldas, tuvo la desfachatez de ponerse un notable por la gestión que había hecho su gobierno de la epidemia hasta ese momento; y ahora con 26.302 víctimas más hasta el 20 de noviembre tiene la desvergüenza de anunciarnos a bombo y platillo que de la mano de su gobierno, con apoyo de ERC y PDeCAT el PNV y EH-Bildu, vamos a adentramos en la era (2021-20126) de mayor progreso desde el inicio de la democracia en 1978. Cuando la mayoría de los ciudadanos estamos cruzando los dedos para que este año no nos toque el COVID-19 en el sorteo de Navidad y cuando, según la Central de Balances del Banco de España, el porcentaje de con «presión financiera elevada» alcanza el 40%, para el conjunto de la economía (50% en PYMES y más del 70% en Hostelería, restauración y ocio), el presidente Sánchez se atreve a lanzarnos el señuelo de un futuro dorado para ver si nos tragamos de nuevo el anzuelo.
Y hay muchos ciudadanos de buena fe que bien por una fidelidad mal entendida a la ‘izquierda’, bien por un odio visceral a la ‘derecha’, siguen votando al PSOE y al PSC, o mejor sería decir a quienes hoy controlan los aparatos de ambos partidos. No hay alternativa viable, dicen, para autoconvencerse, pese a que a muchos de ellos les repugnan las repetidas mentiras de la pareja de Pinochos instalados en La Moncloa, su peligrosa inclinación a reforzar la confrontación entre las dos trágicas Españas de otras épocas, su intención manifiesta de desmontar el orden constitucional, y sus costosas e infames alianzas con partidos golpistas (ERC y PDeCAT) y hasta coaliciones proterroristas (EH-Bildu). Quienes disentían y se oponían al régimen franquista no cejaron en su oposición, aunque desde luego no existía alternativa alguna al régimen nacional-sindicalista hasta la muerte de Franco. Del mismo modo, a quienes les preocupa la libertad y la igualdad de los ciudadanos no deben cejar de combatir al gobierno Sánchez-Iglesias, aunque no vean una alternativa viable. La gran ventaja de la democracia es que permite a los ciudadanos cambiar a los gobernantes de vez en cuando y probar fortuna, y si meditan un momento hacia dónde nos empujan las políticas de confrontación y desguace del gobierno Sánchez-Iglesias, quizá lleguen a la conclusión que no merecen seguir al frente del gobierno de España.
¡Feliz aniversario de la Constitución de 1978!, pese a todo.
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