Si algo han lamentado siempre los separatistas en Cataluña ha sido la falta de unión entre los numerosos grupos que defendían la independencia pero, a la vez, eran incapaces de ponerse de acuerdo sobre el camino para llegar a ella. Entre 2012 y 2017 esa división desapareció. Los creadores del procés, hoy imputados por presuntos delitos relacionados con la corrupción, lograron la tan ansiada unidad promoviendo la creación de la Assemblea Nacional Catalana (ANC) e impulsando a Òmnium Cultural. Así, Carme Forcadell y la desaparecida Muriel Casals se convirtieron en las caras visibles de un movimiento que, decían, iba de abajo a arriba, aunque la realidad fuera todo lo contrario.
2017, con el referéndum ilegal y la efímera declaración unilateral de independencia, se convirtió en un año simbólico. Los independentistas comprobaron que solo la unidad podría llevarles a rozar la separación de España. Sin embargo, la acción de la Justicia, por un lado, y los intereses de los partidos políticos mayoritarios en el mundo independentista por otro, dieron al traste con la unión. Tres años después y a las puertas de unas nuevas elecciones autonómicas, la realidad es que el independentismo está mucho más dividido que en 2012. Si ayer elliberal.cat les presentaba a la nueva plataforma Donec Perficiam, hoy son Escons los que se dan a conocer. Un nuevo grupo que tiene como objetivo atraer a aquellos electores que estén dispuestos a votar única y exclusivamente a partidos que se comprometan y garanticen que declararán la independencia y la república catalana en los dos primeros años de la próxima legislatura.
Abuso de confianza
En su manifiesto, Escons se refiere a la independencia como «remedio para evitar las múltiples injusticias graves y sostenidas» que, aseguran, padecen los catalanes. Todo con el objetivo de declarar una república que, añaden, permita «llevar a cabo soluciones y políticas sociales». Escons acusa a los partidos de «consolidar un nuevo discurso independentista que les encaje en la realidad autonómica». Algo que hacen, añaden, «abusando de la confianza de una ciudadanía que prefiere que las instituciones estén en manos de partidos locales».
La nueva entidad se presenta como «lobby republicano» que se coordinará «aprovechando las nuevas tecnologías» para «tomar el control de un mensaje adulterado que nos quiere llevar al letargo». El grupo, integrado por «gente políticamente activa» pretende «fiscalizar y presionar» a los partidos que concurran a las elecciones. Algo muy similar a lo que recientemente planteó la ANC pero que, de momento, no se ha traducido en ninguna acción práctica.
Atomización y falta de liderazgo
Así las cosas, el panorama político separatista a dos meses y medio de las elecciones del 14 de febrero, sorprende por la atomización y la falta de liderazgos. No se vislumbra en estos momentos ninguna formación o entidad que pueda agrupar a la mayoría de los votantes independentistas. El cansancio y la pandemia del COVID-19 han enfriado la acción en la calle. Y, por otro lado, los enfrentamientos entre JxCat y ERC o las luchas internas en la formación que preside Carles Puigdemont se han convertido en protagonistas de la acción de estos partidos en los últimos meses. Paralelamente, han ido surgiendo otros con la independencia como punto número uno de su ideario. Pero, de entre todos ellos, solo el PDeCAT podría contar con el apoyo suficiente como para llegar a sacar representación parlamentaria.
Finalmente, las entidades que hasta hace poco tiempo lideraban el movimiento separatista, la ANC y Òmnium Cultural, han perdido peso, tanto ante los ciudadanos como ante los partido políticos. Atrás han quedado aquellos tiempos en los que las exigencias de Forcadell eran órdenes. Elisenda Paluzie nunca ha logrado el peso ni el protagonismo de la hoy condenada por el referéndum ilegal del 1-O e intenta retomar el pulso de la calle sin éxito. En Òmnium Cultural, la condena de su presidente, Jordi Cuixart, pesa como una losa y, si bien se mantienen las diatribas contra España, lo cierto es que la organización prefiere volcarse ahora en campañas contra la monarquía o la pobreza.