La pandemia relaja las prisas por convocar elecciones

La independencia no será el tema principal de las próximas elecciones autonómicas en Cataluña.

Papeletas elecciones Foto:EP

Dos ideas empiezan a sobrevolar el ambiente. Una, inquietante para los independentistas: La independencia no será el tema principal de las próximas elecciones autonómicas en Cataluña. La otra es inquietante para todo el mundo: Aunque están previstas para el 14 de febrero, esas elecciones podrían aplazarse si la epidemia no remite lo suficiente.

«Que la Covid-19 ha cambiado las prioridades para muchos ciudadanos es evidente. El independentismo lo sabe y trata de adaptarse a la nueva situación», dice Lola García en la Vanguardia —Esto ya no va sólo de independencia—; aunque lo hace de la peor manera posible: En lugar de poner remedio a la desorientación que padece la gestión del día a día, se multiplican los reproches entre los socios de gobierno, «aunque esa táctica les arrastre al desastre a los dos».

Es difícil que en menos de tres meses, y con un presidente en funciones que parece resignarse a un papel más discreto del que le corresponde, ni ERC ni JxCat experimenten un ataque de lucidez, superen sus diferencias y emitan mensajes no contradictorios que tranquilicen a la población.

El balance de ese gobierno que podría llamarse de coalición porque no hay más remedio, está resumido en esta lapidaria frase de Lola García: «El Palau de la Generalitat ha quedado como un monumento huero frente al cual desfilan sectores sociales acongojados por el cierre de sus negocios.»

Ante la próxima campaña, los de ERC intentan conseguir indultos o algo parecido sin que se note demasiado el mercadeo con el gobierno central, para poder demostrar que su táctica negociadora da frutos, y los de JxCat podrían reincidir en el recurso al victimismo si el Parlamento europeo acepta el suplicatorio pedido por el Tribunal Supremo para que Puigdemont pierda la inmunidad.

Sea como sea, aunque los reproches en torno a quién es más independentista o quién trabaja mejor para llegar a ella no van a desaparecer, la gestión sanitaria y económica que se ha hecho y se vaya a hacer desde la Generalitat va a pasar por encima de las ilusiones secesionistas.

Miedo a perder

En esto coincide Andreu Mas-Colell en el Ara —Ai las, és prudent ser prudent—, al hablar de economía y de ese «descontento que llena de incertidumbre los horizontes políticos y sociales», un descontento que, «en Cataluña, ha desplazado, a mi parecer, la incógnita principal de las elecciones del 14 de febrero de “Qué partido independentista tendrá la presidencia de la Generalitat?” a “¿El independentismo tendrá una mayoría absoluta de escaños?” Doy por hecho que, si no es el caso, tendremos, como en el Ayuntamiento de Barcelona, un bipartito con apoyos puntuales externos.»

Más claro lo dice Enric Juliana en la Vanguardia: Hay temblor de piernas en Catalunya—: «Miedo a perder. Miedo a una peligrosa pérdida de prestigio como consecuencia de una pésima gestión política de un tiempo excepcional en el que las pugnas entre partidos deberían disimularse mejor.»

Ciertamente, «una gran mayoría de catalanes, independientemente de sus simpatías políticas, están bastante de acuerdo en un punto: esperaban más del Govern de la Generalitat». No es mucho, pero puede ser el inicio de la superación de una etapa desdichada.

Es improbable, pero si finalmente sucede, si finalmente la coalición independentista es desbancada de la Generalitat, o si únicamente ERC llega al gobierno pero aliada con fuerzas no independentistas, le van a dar la culpa a la pandemia, atribuirán la derrota al desgaste por haberse sacrificado por el país y dirán que no han sabido explicarse bien, pero no conviene olvidar que esta legislatura se ha caracterizado también por el empecinamiento en transitar por callejones sin salida, la promoción de algaradas callejeras y el protagonismo de un pésimo presidente.

En cuanto a la fecha de las elecciones, volviendo a Juliana, «el globo sonda fue lanzado ayer [viernes 20], por la portavoz del Govern, Meritxell Budó, de Junts per Catalunya, posiblemente la formación política hoy más interesada por el aplazamiento».

Sería así «si a mediados de enero se produjese un nuevo rebrote como consecuencia de la relajación de las restricciones en las próximas semanas para vivir una Navidad con cierto respiro (…) Puesto que la epidemia es pendular, un relajamiento a finales de diciembre podría venir acompañado de un empeoramiento a finales de enero y eso ofrecería un buen argumento a quienes temen acudir a las urnas en febrero».

Es bastante previsible que la desescalada navideña comportará una recaída semanas después —no tanto por la reanudación de la actividad económica como por la reincidencia de los ciudadanos en los hábitos de siempre—, y resulta descorazonador que ésta sea una de las variables que se manejan a la hora de hacer cálculos políticos.

En Nació Digital Joan Serra Carné se pregunta también I si les eleccions no són el 14 de febrer?: «Los partidos quieren estar seguros de que se podrá garantizar el derecho de voto a todos los ciudadanos.» Lo mejor que podrían hacer entonces sería agilizar el voto por correo, pero por el momento no hay nada en firme.

Mientras tanto, las conveniencias partidistas ocupan toda la atención: «Escrutan el impacto que tiene la gestión del Ejecutivo, después de que se hayan encadenado medidas dolorosas para muchos sectores económicos, fallos en parcelas delicadas —como las ayudas a los autónomos— y reproches entre partidos, que alimentan la sensación de desbarajuste.»

Mientras en ERC confían en que al cabo de unos meses habrá «un escenario más benévolo de la pandemia, una recuperación de la actividad económica y la llegada de los fondos europeos —tras la aprobación de los presupuestos generales del Estado—, que permitirían exhibir una gestión menos lesiva que la que dejan las restricciones y las peleas», en JxCat siguen necesitando «tiempo para pulir los engranajes de la nueva formación y reforzar liderazgos» y para remontar en las encuestas.

En cualquier caso, no van a pasar de diciembre de 2021, cuando se cumplirán los cuatro años de esta agotadora legislatura.

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