Jordi Juan, el director de la Vanguardia, ha comentado los —secretos al descubierto proporcionados por la llamada operación Vóljov, dejando constancia de que «los que llevamos mucho tiempo defendiendo que la legislatura catalana estaba agotada y que hubiera sido necesario un adelanto electoral, emitíamos una opinión basada justamente en el conocimiento de muchas de estas opiniones».
Opiniones en las que, «más allá de las frases despectivas hacia algún u otro político, se evidencia la pugna cainita entre ERC y Junts, y el total desgobierno de la etapa de Quim Torra», y se revela «una manera de hacer política que explica por qué el Govern de Catalunya está como está. Dejémoslo aquí».
Quien no lo deja aquí es Pilar Rahola, que se niega a comentar y sacar conclusiones de las conversaciones aireadas por «los aparatos represores del Estado». Desde Youtube, lamenta ver cómo «caemos en sus trampas y chapoteamos en el fango, y acabamos dando sentido a todo este proceso represivo», y denuncia una operación diseñada «para destrozar personas, destruir credibilidades», con la que consiguen «dividirnos, desacreditarnos y, de algún modo, destruirnos».
Por cierto que la idea de tener un canal en Youtube, según alguna de esas conversaciones, le vino de Waterloo:
«Rahola avanza a Madí que Puigdemont le ha propuesto montar un canal de vídeo en las redes sociales para que desde esta plataforma pueda hacer su “alocución” y su “análisis del día”. Rahola no lo ve mal y cree que la idea del ex presidente puede tener “mucho recorrido”.»
¿Ha sido una sugerencia o una orden? Pero no hay que darle más importancia porque tal vez sea sólo una conversación «troceada, sacada de contexto», como dice que son todas las grabadas.
Desorientación e incompetencia
En todo este asunto, las expresiones más detonantes, más propias de la crónica rosa, son irrelevantes, como cuando David Madí se refiere a la anterior consejera de Cultura como «el loro aquel» o califica a Quim Torra de «cabra loca». Lo significativo es el clima enrarecido, de políticos de baja estofa, de estrategas de burdel, que se desprende y que contrasta con el tono melifluo y ferviente que usan los políticos independentistas de cara al público.
Emma Riverola, en el Periódico —El “procés” como animal de compañía—, afirma que, mediante las escuchas telefónicas, «lo que queda al descubierto son grandes dosis de desorientación y de incompetencia. Unas cuantas manos moviendo los hilos del “procés”, unos cuantos títeres que han obedecido con mayor o menor fortuna y una sociedad que se ha visto atravesada por unos discursos divisorios, profundamente tóxicos para la convivencia. Un desastre que los adalides reconocen en la intimidad, pero que se cuidan mucho de expresar en público».
Aunque sin duda se ha vulnerado el derecho a la intimidad de estas personas, una vez divulgadas sus expresiones y algunas de sus tramas, ahí quedan para la historia. También se vulneró la intimidad de Txiqui Benegas en 1991 con una grabación en que se refería a Felipe González como «Dios». Al cabo del tiempo, no es más que una simple anécdota enmarcada en una guerra de facciones dentro del PSOE, pero algo dice de un liderazgo y de una manera de gobernar.
Por sospechoso que sea su origen y por interesada que sea su divulgación, no podemos fingir que no lo hemos oído. Ni podemos ignorar que el enfrentamiento entre ERC y JxCat viene de lejos y que no tiene solución inmediata. Aunque llegado el caso serían capaces de volver a gobernar en coalición, podemos estar seguros que la inestabilidad está garantizada.
Xavier Domènech, en el Diari de Girona, se pregunta si es genialitat o ximpleria:
«Si el clima de enfrentamientos entre Junts y Esquerra responde a una estrategia planificada por sus máximos dirigentes, para polarizar toda la campaña electoral en torno a ellos y convertir en invisibles a las otras fuerzas políticas, estaríamos ante una posible genialidad, ya que ante una batalla centrada en los seguidores del exiliado y los del encarcelado, el público deja de pensar en los socialistas, los naranja o los de la CUP. Sería brillante si fuera una estrategia, pero la memoria aporta motivos para sospechar lo contrario.»
Por sus antecedentes deberíamos conocerlos. Si no se pusieron de acuerdo cuando tenían el viento a favor, no lo harán ahora que todo es mucho más difícil: «Si no fueron capaces de acordar una hoja de ruta para el día siguiente al 1-O, si dieron vueltas hasta el mareo antes de la DUI, si jugaron a despistar al otro a la hora de optar por la cárcel o el exilio, cuesta creerles capaces de una maniobra tan sofisticada como la descrita.» No, no se han puesto de acuerdo en fingir no estar de acuerdo. Sólo coinciden en el mutuo rechazo.