Operación Vóljov contra los aprendices de James Bond

Acompañado de agentes de la Guardia Civil, el empresario Josep Campmajo (con gafas), sale de su domicilio en Girona Foto: Europa Press

Dos posicionamientos contrapuestos ante la llamada “operación Vóljov: el no hay nada de cierto, de Francesc-Marc Álvaro, y el aprovecha lo que puedas, de Vicent Partal.

Álvaro, en Nació DigitalL’hora del kompromat—, quita importancia a lo que puedan llegar a probar las investigaciones y opina que de lo que se trata es de divulgar contenidos comprometedores, algo que en la tradición rusa de espionaje se llama “kompromat” y que sirve para hacer chantaje a alguien o para desprestigiarlo.

«Lo que ahora tiene más valor político es la difusión a chorro de varias conversaciones telefónicas grabadas por la Guardia Civil, especialmente aquellas donde las principales figuras investigadas hablan del proceso y de los líderes del independentismo, con la cruda dureza de quien mantiene una charla informal y no piensa que lo que dice acabará trascendiendo públicamente.»

Bien es cierto, como dice Álvaro, que nadie está libre de pecado y que en la confidencialidad y en la intimidad se usan términos poco aptos para ser aireados, pero pecarían de mucha ingenuidad los que, incursos en un desafío al Estado, pensasen que no atraerían nunca la atención de los investigadores. Y no por sus habladurías sino por sus tramas.

En su opinión, el afán de empañar la imagen de destacados protagonistas del independentismo obedece a la necesidad de disminuir el apoyo electoral que conserva: «El independentismo exhibe una mala salud de hierro y lleva el fracaso del proceso con una resiliencia que sus adversarios no acaban de entender (…) sigue siendo una opción para muchos catalanes (…) y esto es un estorbo para aquellos que trabajan en la sala de máquinas de España.»

Concluye afirmando que «el kompromat (…) es la única cosa rusa de verdad en toda esta fábula, si dejamos aparte las fantasías y fanfarronadas de Víctor Terradellas y de algún otro aprendiz de James Bond.»

Con la bandera rusa

Más credibilidad otorga a la conexión rusa Vicent Partal, en Vilaweb Rússia i Catalunya: no és tant, però no és tan poc—, aunque situándose en el terreno de las hipótesis: «¿Hubo algún ruso que dijo a algún catalán que, llegado el caso, habría diez mil soldados a disposición? Pudiera ser. Ahora bien, ¿este ruso y este catalán tenían poder de decisión sobre el asunto? ¿Quién sabe?»

No siempre que el río suena, algo lleva; pero esta vez parece que el tema no suena del todo nuevo en ciertos ambientes: «El rumor de la oferta rusa, y la presencia de operativos rusos, circuló ampliamente en 2017. Como tantos otros rumores. Pero es que no se puede olvidar que, justo antes del referéndum, en Barcelona había más espías que futbolistas. Cosa completamente lógica y natural porque todos los países querían situarse y entender qué pasaría al día siguiente.»

Pero, por más espías que circularan por Barcelona, estas cuestiones no se discuten con el primero que aparece; es de suponer que sólo se aceptan interlocutores cuyo origen y responsabilidad están suficientemente acreditados. Tal vez es suponer demasiado.

Seguidamente, Partal expone por qué Rusia puede estar interesada en el contencioso catalán: «El principal interés ruso y el que hace mover las fichas de verdad es la posibilidad de debilitar a la Unión Europea, mediante la secesión de Cataluña. Porque para Rusia el debilitamiento de la Unión Europea es un objetivo estratégico de la máxima importancia.»

Es fácil de entender: «Hay una situación de inestabilidad en un país importante de la Unión Europea y la tarea de los militares rusos, teniendo en cuenta sus intereses, es preguntarse cómo la pueden aprovechar. Y estudiarlo, al menos.» Pero, puestos a hacer especulaciones, si Rusia se animase a desestabilizar la UE, les sería más rentable apoyarse en España entera; por ejemplo impulsando la instauración de un régimen autoritario, de derecha o de izquierda, lo que sea más oportuno.

En cuanto al episodio de las detenciones, advierte Partal que puede ser útil al proyecto independentista: «En 2017 no sé si nadie hubiera firmado por conseguir la independencia gracias a la presencia de diez mil soldados rusos. Creo sinceramente que habría sido muy poca gente, y en cambio muchísima habría expresado un gran recelo o incluso se habría negado. Hoy ya no está tan claro, a la vista de las reacciones a la polémica de estos días; incluso, ayer, por primera vez, se vio alguna bandera rusa en algunas de las concentraciones.»

Cree que ahora «en el imaginario de los catalanes se asienta la idea de que, con respecto al proceso de independencia, no estamos solos sino que más bien habría alguien que podría tener mucho interés en ayudar (…) Esto es poco importante en términos reales, porque la independencia se gana en casa, pero lo es mucho en términos morales.»

Lo dice como si fuera una novedad, pero durante todo el proceso estuvo siempre presente la idea de que «el mundo nos mira» y que la UE, aunque dijera públicamente lo contrario, nos recibiría con los brazos abiertos. Eso convenció a mucha gente de que íbamos por buen camino. No era cierto. Puede que, para mantener la ilusión, ahora haya que sustituir los ideales europeístas por los euroasiáticos.

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