Vicent Partal afirma que «es una noticia muy importante que la juez que ha visto el caso afirme ahora con toda rotundidad no sólo que Tamara Carrasco no cometió ningún delito sino que las acciones de protesta de los Comitès de Defensa de la República eran completamente legales», y se pregunta quién teme a los CDR.
El derecho a sabotear comunicaciones no existe, aunque se pretenda disfrazarlo con la etiqueta de «acciones de protesta». Y quién teme a los CDR, pues cualquiera que, en las fechas señaladas, haya circulado por carreteras catalanas, o por ciertas calles en determinados momentos, o ido al aeropuerto, o subido al tren.
Partal afirma que todo se reduce a un «montaje de la policía», en éste y en todos los otros casos que se irán viendo, y que los medios hicieron «un papel infame de criminalización de las víctimas». Aprovecha para recriminar a Joan Tardà la afirmación que hizo en ocasión de unas detenciones: En Cataluña no hay violencia; pero si hay siete locos, que los metan en la cárcel y los juzguen.
Partal pretende hacernos creer que estos llamados comités se caracterizan por «casi la inexistencia de estructura» —algo que contrasta con lo que se desprende del audio de Carrasco—, son «otra manera de hacer política», nacieron «espontáneamente» y dan «mucho miedo a España pero también a la burocracia independentista».
Se trataría de «una organización rupturista y muy moderna», carente de líderes, que refleja «el empoderamiento de los ciudadanos para superar los déficit de la política oficial»: «Ese momento en que los CDR eran capaces de convocar grandes asambleas en la calle, en cada rincón del país, y en que conseguían reunir gente de todas las edades y condiciones despertó el pánico, comprensible, de toda la gente de orden. También de nuestra gente de orden. Y de ahí vinieron las reacciones.»
Es habitual en todos los procesos revolucionarios que los moderados utilicen a los radicales como fuerza de choque, y que estos luego consigan imponer su propia agenda, que pasa por someter en primer lugar a esos mismos moderados. En Cataluña los moderados siempre han sido especialmente ingenuos en este tipo de situaciones.
Partal reconoce que «si bien los CDR se mantienen activos (…) el fenómeno, ahora mismo, no se puede comparar con lo que llegaron a ser en el mejor momento». Y manifiesta esperanza en su resurgimiento:
«Quién sabe, por lo tanto, si mañana —sobre todo si la represión española sigue endureciendo a la gente de la calle y el desencanto con la élite independentista crece todavía más— eso que hasta ahora han representado los CDR, con este nombre o con otro pero siempre desde abajo, desde la calle, no volverá a resurgir en el momento más oportuno.»