La inhabilitación de Torra es un escarmiento de país

El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante una reunión telemática Foto: Europa Press

La sobreactuación promovida por los políticos independentistas en torno a la inhabilitación del presidente Torra continúa reflejándose en los medios. 

De «atentado del Estado y su poder judicial contra la sobiranía de los catalanes» la califica el editorial del Punt-AvuiEl Estado pervierte la democracia, y advierte que detrás de ésta y tantas otras causas existe «el objetivo político último» de «detener el avance político del movimiento independentista y hacerlo retroceder por la vía del escarmiento»

El gobierno de izquiedas actual «no ha sabido, no ha podido o no ha querido detener esta dinámica de venganza y ha contribuido a dibujar la auténtica realidad de España como un régimen autoritario, que utiliza las leyes, su interpretación y la justicia con objetivos políticos, mutilando derechos y pervirtiendo la democracia»

¿Y ahora qué hacemos?

Xevi Xirgu se pregunta Y nosotros ¿qué haremos?: «Si la respuesta al 155 fueron las urnas, me quedan pocas dudas de que la respuesta ahora al Supremo vuelven a ser las urnas. “No tenemos miedo a las urnas”, decía ayer Torra dirigiéndose a los catalanes. Cierto. Pero, ¿para hacer qué? ¿Qué nos proponen para cuando el independentismo vuelva a ganar, esta vez por el 51% (o, mejor dicho, por el 50% más un voto, que no es exactamente lo mismo)? “Preparémonos para la ruptura democrática y civil”, decía ayer Torra. ¿Lo dice él? ¿JxCat? ¿ERC? ¿La CUP? Y, ¿cómo? Supongo que eso es lo que deberíamos saber de aquí al 7 de febrero.»

Pues nos quedaremos sin saberlo porque tanto la «confrontación inteligente» de Puigdemont como la «ruptura democrática» de Torra son palabras vacías para entretener reuniones y movilizar seguidores. Ciertamente, Torra se ha despedido pidiendo que las próximas elecciones autonómicas se entiendan en clave plebiscitaria, una vez más. Si luego las fuerzas independentistas consiguen formar gobierno, continuarán exigiendo un referéndum. Es un ciclo ya conocido y experimentado.

La gente ha de empujar

«Quim Torra ya no es presidente de la Generalitat. El Estado español (…) se ha revuelto contra las instituciones catalanas y lo ha derrocado», afirma José Antich en El Nacional El testamento del president Torra: catalanes, empujad—. Es «una sentencia inaceptable e inasumible» que «no debería dejarnos a nadie indiferentes».

La torpeza política de Torra, que cualquier observador imparcial le reprocharía, es para Antich una virtud: «Se va tan solo como llegó y distante de los partidos con los que ha convivido pero nunca se ha hermanado. Sus continuas apelaciones a la gente no pueden ser más expresivas de esta sensación de soledad: “Sois la única esperanza de salir del pozo en que nos quiere poner otra vez el Estado español”.» 

Después de Torra, a las barricadas

La persistente invocación a la gente se entiende mejor en el artículo de Jordi Galves, también en El Nacional: Torra designa a Tamara:

«Ayer Quim Torra, de manera directa, no dijo nada de Tamara Carrasco, ni de Adri Carrasco ni de Jordi Pessarrodona [los dos primeros, miembros de los CDR acusados de terrorismo; el tercero, acusado de resistencia a la autoridad]. Pero se le entendió todo, porque una imagen vale más que mil sobremesas de independentistas. Se le entendió que como las Tamara y los Adris no se rebelen, que como el pueblo no se organice para hacer frente al español, aquí no hay nada que hacer. Sólo el pueblo salva al pueblo. Que con una clase política autonómica asustadiza, solo pendiente del chalé del fin de semana, con unos funcionarios autonómicos que viven de los presupuestos generales del estado español, no se hace la independencia.»

¿Debería «el pueblo» organizar una administración paralela y pagar de su bolsillo a unos funcionarios de probado compromiso independentista? No parece el mejor año para hacer esa propuesta.

Galves cree que «España se cae a pedazos, gracias sobre todo a la erosión independentista»; se queja de que, «paradójicamente, hoy el independentismo político está totalmente decapitado, sin liderazgos claros ni constantes», y reprocha a Carles Puigdemont que «se dedique a hacer tiktoks con todo lo que nos está pasando».

Su demoscopia es implacable: «El pueblo está harto, está muy cansado de todos estos privilegiados, de estos políticos vividores (…) La mayoría social, la mayoría intelectual, la mayoría política de Catalunya es independentista y ahora no podemos relajarnos, debemos continuar porque el pueblo catalán no tiene alternativa.» 

Una olla hirviente llena de ranas

En Vilaweb, Jordi Goula entiende la inhabilitación del presidente como símbolo de «la humillación del Estado a Cataluña, que en el campo de la economía podemos ver año tras año».

«Nos exprimen y nos engañan por todas partes. Quizá lo de hoy es más evidente porque personaliza el castigo en una persona que nos representa a todos y entra de lleno en el terreno de la política, que se caracteriza por la inmediatez y la multidifusión, pero la realidad es que hace muchos años que también nos quieren derribar la economía por todas las vías posibles: desde la falta de inversiones (…) hasta dejar sin un euro a la Generalitat para que no pueda actuar.»

Marta Rojals invoca una vez más a «la gente», a «la calle» como remedio a todos los males que aquejan a este país, que es como agua que hierve con todas las ranas dentro:

«La calle ha respondido y responderá, porque lo ha hecho siempre, pero con cada embate judicial queda menos terreno para defender. No sé si nuestros representantes se dan cuenta, sobre todo los que ayer se fueron a dormir con la ilusión de un nuevo reparto de cartas: esta calle que ven por la ventana ya mira cada vez más para ella misma. Con el parlamento del país convertido en un teatro; con la soberanía que se acaba donde empieza la punta de las togas; con la humillación que la Generalitat no sólo deba custodiar a los propios prisioneros políticos, sino que se tenga que personar, “si un solo mozo lo pide”, contra los mismos que salen a defenderla [se refiere a los encausados por sabotajes  y disturbios callejeros]. Con sólo miseria por reconquistar, los concurrentes independentistas a un nuevo gobierno autonómico deberán esforzarse mucho, esta vez, para que no parezca que sólo piden el voto para acomodarse a ellos personalmente. 

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