Enric Juliana, en la Vanguardia —Naufraga la pinza Ayuso – Torra—, revisa los datos de las últimas encuestas y concluye:
«La gestión de la epidemia no ha incrementado el prestigio del Gobierno de la Generalitat en Catalunya, contrariamente a lo ocurrido en Escocia, donde el Scottish National Party ha optado por concentrarse en la gestión sanitaria, dejando en segundo plano su programa de máximos, para retomarlo más adelante.»
El proceso nació con una consigna obsesiva, «tenim pressa», fingiendo ignorar que la prisa es mala consejera. Años después, siguen teniendo prisa y ningún interés en reconsiderar objetivos ni métodos, y mucho menos en reconocer ningún error.
El independentismo catalán no parece capaz de entender la necesidad de poner lo vital por encima de lo importante y prefiere repetir los mismos movimientos pensando que se lo va jugar todo en la próxima jugada y que está vez sí va a salir bien, sin darse cuenta de que cada vez es más previsible.
Constata Juliana: «El horno no está para bollos en Catalunya. La sociedad está cansada, los problemas económicos son muy graves y los jóvenes empiezan a desertar de la pasión independentista.» A pesar de ello, el resultado de las próximas elecciones autonómicas no se percibe por ahora que vaya a propiciar un Parlamento muy diferente.
Ciertamente, «cuando sobreviene una catástrofe o una epidemia, lo más inteligente es acogerse a una política de unidad que deje en segundo plano los antagonismos»; pero tenemos una clase política que ha crecido y se ha instalado en el antagonismo, y no querrá prescindir de él mientras dé réditos electorales.
Enésima hoja de ruta
Sin ir más lejos, la Assemblea Nacional Catalana, que acaba de convocar a partidos y entidades soberanistas para acordar una estrategia, según informa Lluís Bou en el Nacional.
«Según la ANC, en el encuentro se tendría que hablar de cuatro cuestiones: 1ª. Qué tiene que hacer el independentismo si el Estado inhabilita al president Torra.» Pues, si hay una mayoría independentista en el Parlamento, elegir a alguien para que prosiga la legislatura, que acaba en diciembre de 2021, o convoque elecciones anticipadas. No hay más.
«2ª. Con qué objetivos se tienen que celebrar las elecciones catalanas.» Elegir un total de 135 diputados en las cuatro provincias por el procedimiento de siempre; a no ser que se pongan de acuerdo en hacer una ley electoral catalana, que debería aprobarse por dos tercios (90 diputados) del Parlamento, pero parece que esto da más pereza que proclamar la indepedencia.
«3ª En qué condiciones se tiene que reunir, si se tiene que reunir, la mesa de diálogo.» La mesa de diálogo reúne a miembros del consejo de ministros y del gobierno catalán. En la ANC son libres de pensar que es una pérdida de tiempo, pero no deberían inmiscuirse en las discusiones de esa mesa. Es lo primero que deberían decirles los partidos convocados, si se toman seriamente el asunto.
«4ª. Cuál tiene que ser el papel del Consell per la República de ahora en adelante.» Es decir, si tiene que tener algún papel. El Consell per la República es una entidad privada cuya sede es la vivienda del eurodiputado Carles Puigdemont en Waterloo, y cuyo consejo de gobierno está formado por catorce miembros —algunos escasamente conocidos—, entre los cuales figura precisamente Elisenda Paluzie, presidenta de l’Assemblea Nacional Catalana. Todo muy en forma de bucle.
Paluzie ha pedido «sobre todo acuerdos políticos y acuerdos claros antes de las movilizaciones» —es de suponer pues que la inhabilitación de Torra, una vez conseguida, será el pretexto para nuevos incidentes callejeros— y ha denunciado que «en las bases independentistas existe un cansancio por la falta de una hoja de ruta compartida».
¿No será que esos que llama «nuestra gente, la buena gente de la calle» —como si los que no fueran independentistas no circularan también por la calle—, ha visto ya demasiadas hojas de ruta como para creerse la siguiente?
