Con la vista puesta en marzo los partidos políticos catalanes comienzan a engrasar sus maquinarias electorales. Fuentes consultadas por El Liberal, señalan que es «muy probable» que sea en esas fecha cuando los ciudadanos tengan que volver a las urnas tras una legislatura convulsa de poco más de tres años. La difícil relación entre las formaciones que gobiernan la comunidad autónoma, JxCat y ERC, es la que obligará a convocar de nuevo elecciones en una Cataluña especialmente azotada por la pandemia del COVID-19 y que ya arrastraba una situación económica y social complicada como consecuencia del procés.
El aún presidente Quim Torra (JxCat) sabrá este jueves si el Tribunal Supremo confirma su inhabilitación como diputado. De ser así, y tal y como obliga el Estatut d’Autonomia, Torra deberá abandonar la Generalitat. Desde su partido, liderado por el fugado Carles Puigdemont, ya está decidido que no presentarán otro candidato a la Presidencia. Tampoco parece que lo vaya a hacer ERC, por lo que la cita electoral es la única certeza con la que trabajan los políticos en estos momentos.
La inhabilitación como arma electoral
Nada se sabe sobre si Torra se atrincherará en el Govern como forma de echar un pulso al Estado. Sería, además, una forma, otra más, de retar a ERC, que se vería obligada, a través del presidente del Parlament, Roger Torrent, a convocar los comicios, lo que pondría en bandeja a Puigdemont la crítica hacia ERC como formación colaboradora de España en la supuesta represión del independentismo bo de debó.
Otras fuentes consultadas por El Liberal señalan que «la gran pregunta» no está en lo que vaya a hacer Torra sino en lo que le interesa al líder y candidato Carles Puigdemont a la hora de fijar una estrategia electoral. En este sentido, consideran que todo depende de lo que le vaya bien al eurodiputado y ponen el dedo en la llaga del centro-derecha independentista: «Nadie sabe realmente cuándo se convocarán las elecciones porque todo depende de él. No se sabe si Puigdemont cree que necesita tiempo para recuperar su electorado ante ERC o si piensa que es mejor convocar ya porque la situación de JxCat puede, incluso, empeorar«.
Y es que no se puede obviar que el espacio político liderado por el ex presidente ha estallado por los aires por su pretensión de borrar del mapa al PdCat, partido al que estaba afiliado hasta hace escasas semanas. Fue con esta formación con la que montó JxCat desde Waterloo y de la mano de Artur Mas para las elecciones de diciembre de 2017. La relación entre ambos partidos está prácticamente rota y, de no alcanzar un acuerdo in extremis, es muy probable que el PdCat busque la coalición con formaciones de nuevo cuño que defienden la independencia pero desde el diálogo y la negociación. Es el caso del PNC o de Lliures. ¿Podrían alcanzar un pacto después con Puigdemont? Les une el objetivo separatista pero no los modos, así que no sería probable salvo que el ex presidente renunciara a la vía unilateral, que ahora presenta como «confrontación inteligente con el Estado».
La difícil unión constitucionalista
No están mucho mejor las cosas en el espacio constitucionalista catalán. Con Ciudadanos en caída libre, la posibilidad de alcanzar un acuerdo para hacer frente al separatismo es muy remota. El que será número 1 del cartel electoral, Carlos Carrizosa, ha ofrecido abiertamente un pacto al PP de Alejandro Fernández. Pacto que los populares no ven con buenos ojos por varios motivos. Fernández lleva meses pidiendo a Ciudadanos esta alianza y la formación naranja ni siquiera aceptó sentarse a dialogar. A esto se suma la nueva estrategia de los de Inés Arrimadas de apoyar al Gobierno del socialista Pedro Sánchez durante las prórrogas del estado de alarma y, en breve, en la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. Además, temen que el posible descalabro de Ciudadanos les arrastre cuando las encuestas yendo en solitario les auguran doblar el número de diputados, pasando de los 4 escaños actuales a entre 7 y 12.
En este espacio, la irrupción de Vox, a los que los sondeos otorgan la posibilidad de entrar en el Parlament con hasta cuatro diputados, podría ser irrelevante. Ni unos ni otros están dispuestos hoy a pactar con los de Santiago Abascal. Los diputados verdes quedarían, probablemente, como la voz más estridente del arco parlamentario.
¿Ha llegado el momento Iceta?
En el PSC, se cuidan mucho de mostrar preferencias. La formación de Miquel Iceta ha sido especialmente dura con el Govern de Torra, sobre todo por la gestión de la crisis del COVID-19. Abanderados del diálogo con el Estado, sobre todo ahora que gobierna el PSOE y que la crisis social y económica del COVID-19 es especialmente dura, los socialistas catalanes se mantienen en una situación de calma prudente. Saben que podrían ser decisivos en la próxima legislatura. Es cierto que las encuestas otorgan la mayoría a una posible alianza entre JxCat, ERC y la CUP. Pero también dan los números para un Govern republicano y socialista que podría poner en práctica en la Generalitat aquello que se acuerde en la mesa de negociación entre Cataluña y el Estado pactada precisamente por las dos formaciones. Este posible Govern estaría, además, en la misma línea del que mantienen en Barcelona Ada Colau, Jaume Collboni y Ernest Maragall, aunque, en este caso, ERC propone y apoya o descarta desde fuera del equipo liderado por la alcaldesa. En otros consistorios y diputaciones, el PSC mantiene pactos de gobierno con formaciones independentistas o constitucionalistas, según se tercie, sin apenas problemas.
Los comunes de Jéssica Albiach, por su parte, podrían convertirse en apoyo de cualquier Govern siempre y cuando entre sus integrantes no estén formaciones como el PP o Ciudadanos. Y en la CUP, finalmente, las expectativas electorales no deben ser halagüeñas. Buena prueba de ello está en que intentan que vuelva a ser David Fernández quien lidere el partido de cara a los comicios, a pesar de que habían manifestado que serían «mujeres racializadas» las que protagonizarían el cartel electoral.
Así las cosas, el otoño catalán será caliente porque todos comenzarán en breve, si no lo están ya, la precampaña. Unas jornadas en las que los contagiados y fallecidos del COVID-19 pasarán a un segundo plano porque, como dice la canción, the show must go on.