Otra conclusión destacable es la de Salvador Sostres en Abc —Un llençol a cada bugada—, que es un breve resumen del proceso: «El catalanismo murió cuando Artur Mas rompió CiU, la marca electoral más exitosa de la democracia española, para pactar con ERC. Después vino la CUP y todo saltó por los aires, incluida la presidencia de Mas. Ahora Puigdemont rompe lo que quedaba de Convergència y, aunque se impone a Torra, logra su objetivo de alargar la legislatura por lo menos hasta febrero y se ha hecho un Govern a medida, agrava aún más la fragilidad del independentismo.»
El independentismo puede ser cada vez más frágil pero ha conservado hasta ahora una buena salud electoral. Falta ver cuánta gente seguirá considerando «inteligente» la confrontación a que nos quieren llevar.