Josep Ramon Bosch: «Una alianza de centro, con gente procedente del centro izquierda y derecha, puede ser determinante para dejar atrás el ‘procés’»

En ‘La ruta falsa’, el autor propone «más España en Cataluña y más Cataluña en España»

Josep Ramon Bosch. ÓSCAR BENÍTEZ.

Expresidente de Societat Civil Catalana y uno de los impulsores de La Lliga Democrática, el historiador Josep Ramon Bosch (Santpedor, 1963) en un viejo conocido dentro de las filas del constitucionalismo catalán. Ahora, ha publicado La ruta falsa (Deusto), un ensayo en el que trata de ofrecer las claves para, parafraseando a Ortega y Gasset, «solucionar el problema catalán y no solo conllevarlo».

El libro propone encauzar el problema catalán con «más España en Cataluña y más Cataluña en España». ¿Sería suficiente para atajar el problema?

Desgraciadamente, es un problema que durará generaciones, porque hay una pérdida del sentimiento español por parte de la mitad de la población catalana. Recuperar ese hecho sentimental de un Estado que te es ajeno es muy complicado. Pero en algún momento tenemos que empezar. Está comprobado que hay una división étnico-lingüística en Cataluña. Los catalanoparlantes son mayoritariamente independentistas y los castellanoparlantes, el otro 50%, son mayoritariamente no independentistas. Ese «más España en Cataluña» va dirigido a generar un nuevo relato a los catalanoparlantes de estima y aprecio a España, que valoren formar parte de una gran nación. Se trata de poner en marcha el patriotismo dual —que ya anticipó Capmany—, que consiste en ese amor sincero de lo catalán que es nuestra forma de querer a España.

Afirma que los medios y la escuela ha convertido a la mayoría de catalanes en miembros de un Estado «hegeliano-nacionalista y antiliberal». ¿A qué se refiere?

El nacionalismo es iliberal por excelencia. Todo nacionalismo se basa en tres mantras principales: la lengua, la etnia y la cultura; lo que nos ha conducido a todas las desgracias, incluyendo dos guerras mundiales. El nacionalismo catalán llevó a cabo su nation building a través de Pujol con su programa 2000. Este se basaba en la escuela —en una suerte de nueva versión de la Formación del Espíritu Nacional— y en el dominio absoluto de los medios de comunicación. El ejemplo más claro fue cuando en el 2010 tuvo lugar una suceso único en la historia del periodismo: la publicación de un editorial conjunto por parte de todos los diarios catalanes a favor del inicio del procés —aún no era conocido como tal, pero sí fue la consecuencia de todo aquello—.

«Hemos de poner en marcha el patriotismo dual, que consiste en ese amor sincero de lo catalán que es nuestra forma de querer a España»

Josep Ramon Bosch

¿Y a qué se refiere cuando dice que Cataluña se encuentra en una «fase idiota»?

Ahora mismo, estamos en la fase idiota del procés. El procés ha muerto como tal, más allá de las bravatas de Puigdemont y compañía. El problema es que en Cataluña hay mas de 150.000 personas que viven del erario público, que son esclavos de un sistema naconalista-procesista, y que tienen que mantener su puesto de trabajo. Y es un momento idiota por eso: nadie se cree el procés, casi todos saben que la independencia es imposible, pero todo sigue girando alrededor del procés. Y hemos perdido cosas sustanciales: Cataluña es el único país del mundo donde nadie se identifica con el centro derecha. Es como mentar la bicha.

Yo siempre pongo el ejemplo de Berga como caso paradigmático de lo que ocurre en Cataluña. Me explico. Berga fue una ciudad botiflera: apoyó de forma clara al pretendiente Felipe V; Berga fue una ciudad eminentemente Carlista durante el siglo XIX, donde el Conde de España ejerció su dominio absoluto; Berga fue una ciudad monárquica durante la Restauración; Berga fue una ciudad conservadora: allí ganaba la Lliga de Cambó de forma aplastante; a Berga fue dos veces Franco en olor de multitudes; en Berga gobernó Convergència con mayoría absolutísima… y ahora, curiosamente, en Berga quien gobierna con mayoría absoluta es la CUP. Así, en Berga —una ciudad catalanoparlante que permanece invariable porque no ha tenido inmigración— ha sucedido lo de El Gatopardo de Lampedusa: cambiarlo todo para no cambiar nada.

En su opinión, la respuesta del constitucionalismo ante el procés ha sido torpe. ¿Cuáles han sido sus errores?

Es que no ha existido respuesta más allá de lo que hemos hecho en Societat Civil Catalana  u otras asociaciones. El caso más flagrante fue cuando el constitucionalismo ganó las elecciones en Cataluña en diciembre de 2017: los separatistas fueron derrotados en las urnas —no llegaron al 50%— y ganó un partido como Ciudadanos. Ese triunfo se fue por el sumidero de la historia. Aquí la culpa no es del separatismo, sino del constitucionalismo, que ha abandonado su responsabilidad de luchar contra el separatismo.

Yo entiendo que es mucho más cómodo estar en Madrid, donde todo el mundo te aplaude, que en un pueblo del interior como el mío, Santpedor, donde el nacionalismo campa a sus anchas. Pero es donde hay que dar la batalla, especialmente la del relato. En mi pueblo, nadie habla en castellano y a 30 kilómetros a la redonda no hay ningún símbolo mínimamente relacionado con España. Y yo me pregunto: ¿Cómo pueden querer los jóvenes algo que no conocen?

«Yo soy profundamente antinacionalista: el nacionalismo es el odio al otro, mientras el patriotismo que yo defiendo es el amor al otro»

Josep Ramon Bosch

Critica que se haya instalado la especie de que el derecho a decidir es la quintaesencia de la democracia. ¿Por qué no lo es?

Es muy fácil esgrimir que el 80% de la población catalana está a favor de tal derecho. Cuando tú le preguntas a alguien si quiere votar, ¿quién se va a negar? Pero estamos hablando de una votación espuria, falsa. Y es que Cataluña no puede acogerse al derecho de autodeterminación porque no cumple lo que dictan las resoluciones de la ONU al respecto, esto es, ser una colonia. Por otra parte, yo no me opongo a votar. Los catalanes hemos votado docenas de veces en democracia. Y nunca los independentistas han conseguido más del 50% en ninguna votación. Sin embargo, los separatistas han forjado un relato falso en torno al derecho a decidir en el que hemos caído todos y no hemos sabido contrastar.

El otro mantra que han difundido con éxito es el de Espanya ens roba, una forma muy sintética de señalar las deficiencias en financiación pero criminalizando a España y que ha calado en una parte importante de la población catalana. Ahora, en la tercera parte del procés, la monarquía es la causa de todos los males. Aquí cuentan con la ayuda del populismo, que quiere acabar con el «régimen del 78». Sin embargo, este «régimen» —y pese a sentirme yo republicano— ha sido una bendición para todos los españoles, por lo que la figura de Felipe VI y el legado de Juan Carlos I merece defenderse frente a la zarpa del nacionalpopulismo.

Su postura a favor de indultar a los presos del procés le ha valido una fuerte polémica. ¿Por qué cree que es conveniente el indulto?

Antes que nada, yo no he sido el que ha pedido el indulto, ha sido La Lliga Democràtica, que, al ser más un think tank que un partido político, goza de una especial libertad de opinión. Por otra parte, el indulto es una gracia que concede el Estado cuando éste ya ha ejercido su fuerza y los acusados ya han sido condenados. Por tanto, es la generosidad de un Estado que se siente seguro y vencedor.

Por otra parte, hay un sensación intensa de gran parte de la sociedad catalana de que los responsables ya han cumplido con creces lo que hicieron. Es verdad que hicieron mucho daño: han destruido el futuro de Cataluña, dividiendo a la sociedad y provocando la marcha de miles de empresas. Pero ahora que hemos frenado la vía unilateral, hay que compartir el futuro entre todo los catalanes. Es el momento de la reconciliación. Hay que dejar atrás el procés, que no nos lleva más que a la división.

«En mi pueblo, nadie habla en castellano y a 30 kilómetros a la redonda no hay ningún símbolo mínimamente relacionado con España. Y yo me pregunto: ¿Cómo pueden querer los jóvenes algo que no conocen?»

Josep Ramon Bosch

La consejera de Cultura de la Generalitat, Mariàngela Vilallonga, protagonizó una polémica a comienzos de verano denunciando que tanto en TV3 como en el Parlament se hablaba «demasiado castellano». ¿Le parece adecuada la política lingüística llevada a cabo por el nacionalismo?

Yo he defendido, dentro de mi libertad, la inmersión lingüística, lo que cuando estuve al frente de Sociedad Civil Catalana originó mucha polémica. A pesar de todo, el catalán es la lengua minoritaria y minorizada en Cataluña. No hace falta más que ir a la mayoría de comercios y ver que casi todos los productos están en castellano. El castellano es una lengua muy viva y hablada en Cataluña. Es verdad que en la escuela está en una fase de limitación, con solo tres horas a la semana. Pero la lengua a proteger en Cataluña es el catalán. Además, es mi lengua materna, en la que pienso, hablo e incluso sueño, por lo que ésta es una cuestión importante para mí.

Dicho esto, yo también quiero y respeto al castellano, que es mi otra lengua, y creo que Cataluña es una comunidad bilingüe. Tan catalán es el catalán como el castellano. Por ello, aún defendiendo en parte la inmersión, opino que debería reforzarse el castellano en la escuela para que los catalanoparlantes dominen igual de bien el castellano que los propios castellanoparlantes.

Usted ha sido uno de los impulsores de la Lliga Democràtica, una formación de centro derecha que se define como catalanista. Pero, ¿no debería la política catalana dejar de girar entorno a la identidad?

Tal y como lo conocemos, el catalanismo ha muerto. Fue un proyecto surgido en el siglo XIX que pretendía regenerar España desde una sociedad moderna e industrial como era la Cataluña del momento, especialmente Barcelona. ¿Ahora que puede aportar el catalanismo a España? Absolutamente nada. Además, el catalanismo ha tenido una consecuencia indeseada que es el separatismo, un proyecto suicida. Yo no hablo tanto de catalanismo sino de catalanidad. Yo formo parte de la nación cultural catalana y, como ésta es parte de la nación española, tenemos que buscar lo que nos une y no lo que nos separa. Yo soy profundamente antinacionalista: el nacionalismo es el odio al otro, mientras el patriotismo que yo defiendo es el amor al otro. Ahora mismo, España vive dos inflamaciones identitarias: el nacionalismo periférico y el castellano, que es Vox y en buena medida el PP. Estas dos inflamaciones se retroalimentan. Por tanto, estoy de acuerdo en que hay que dejar atrás la base identitaria.

Pero, al mismo tiempo, hay que tocar ciertos temas sentimentales. Así, por ejemplo, es necesario que haya una ley de lenguas para que el catalán pueda hablarse en el Congreso o que Barcelona sea la auténtica cocapital de España.

«Aunque defiendo en parte la inmersión, debería reforzarse el castellano en la escuela para que los catalanoparlantes dominen igual de bien el castellano que los propios castellanoparlantes»

Josep Ramon Bosch

¿Vería con buenos ojos una alianza del catalanismo moderado con otras fuerzas constitucionalistas que no reivindiquen el catalanismo político para configurar una mayoría no secesionista en el Parlament?

El constitucionalismo debe ser inteligente. Debe ser consciente de que, a pesar de la gran labor que lleva a cabo Alejandro Fernández en Cataluña, el Partido Popular es una fuerza minoritaria en Cataluña. Por su parte, el PSC, que es plenamente constitucionalista a pesar de que a veces se le niegue esa condición, tiene una importancia clara pero su peso no es suficiente para sumar. En cuanto a Ciudadanos, debe pasar página y no vivir en el conflicto. En este sentido, desde la Lliga valoramos el cambio de actitud a nivel de España que ha tomado Inés Arrimadas. Así, aunque una alianza como la que propone Cs es imposible, sí entiendo que una alianza del centro —con gente procedente del centro izquierda y del centro derecha— que entienda que se han de aunar esfuerzos y dejar atrás el procés, puede ser determinante.

Óscar Benítez
Óscar Benítez
Periodista de El Liberal. Antes, fui redactor de Crónica Global y La Razón; y guionista de El Intermedio.

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