A Pilar Rahola no le han gustado nada los últimos movimientos de la dirección del PDECat para garantizarse la supervivencia ante la opa hostil del puigdemontismo, y lo deja claro en el artículo Teoría del caos, en la Vanguardia: «No sólo montan un órdago estúpido y condenado al fracaso, sino que llevan a los tribunales españoles a sus colegas independentistas, lo cual es un escupitajo sobre las cabezas de los presos y los exiliados.»
Habráse visto: ¡recurrir a los tribunales españoles! ¿Cómo puede un independentista caer tan bajo? Pues no hay que ir muy lejos para encontrar cosas así. Por ejemplo, enero de 2019: «El expresident de la Generalitat y líder de JxCat, Carles Puigdemont, ha presentado ante el Tribunal Constitucional un recurso de amparo en el que acusa al president del Parlament, Roger Torrent, y a la Mesa de la Cámara de haber vulnerado sus derechos políticos.»
Como en tantas otras cosas, el problema no es el qué sino el quién. Recurrir a los tribunales españoles puede ser un escupitajo o una jugada maestra. Todo depende. No de según cómo se mire sino de con quién me posiciono.
«El ridículo es tan enorme, que no llega a tragedia. Se queda en sainete barato. Es lo que pasa cuando las grandes decisiones las toman los bajos instintos y las mentes mediocres.» Lo dice Rahola para descalificar al PDECat, pero sería una gran verdad si la aplicara a todas las familias independentistas sin distinción.
Inestabilidad catalana, serenidad vasca
El director Jordi Juan subraya el contraste entre las autonomías vasca y catalana, en Dos realidades distintas. Mediante el pacto entre PNV y PSE «el País Vasco tiene un gobierno con mayoría absoluta para encarar esta batalla [la de la pandemia y la recuperación económica] en los próximos cuatro años y, como han explicado estos días, sentarse ya a negociar con el Gobierno central una relación consensuada de proyectos susceptibles de recibir los fondos de la UE».
En cambio, en Cataluña, «el Govern no sólo no disfruta de una mayoría sólida sino que cada vez su debilidad se hace más evidente (…) el país vive pendiente de unas elecciones que no tienen fecha a pesar de los innumerables problemas de cohesión entre Junts per Catalunya y ERC» y prosiguen los «problemas y líos en el seno del independentismo, como ha evidenciado la reciente crisis dentro del PDECat, difícilmente explicable en un momento tan crítico como tiene hoy el país».
Elecciones sin fecha
La fecha de las elecciones sigue siendo una incógnita. Informa el Punt-Avui que el gobierno no prevé elecciones inminentes.
La portavoz Meritxell Budó despachó la cuestión afirmando que «la gente por la calle no nos pide elecciones, nos pide soluciones», una frase con la que se hubiera podido lucir cualquier ministro tecnócrata de Franco, y sería igualmente cierta porque la gente por la calle va a sus cosas.
Más todavía, dejó caer que se podría llegar a aprobar el presupuesto de 2021 antes de acabar la legislatura que el president Torra dio por terminada en enero pasado porque «ya no tiene más recorrido político».
Todo indica pues que en el debate de política general, los días 16 y 18 de septiembre no habrá ninguna sorpresa. En todo caso la legislatura, si agota sus cuatro años, no va a durar más que el 2021, por si sirve de consuelo.
