Carles Puigdemont ha dado a conocer su decisión de darse de baja del PDECat, informa el Nacional. Culmina su opa hostil con una nota sarcástica: «Continuaré trabajando, ahora como presidente de JxCat, para mantener una relación cordial entre las dos formaciones.»
También se han dado de baja los consejeros Budó, Calvet, Buch y Puigneró, que en un comunicado afirman que JxCat es la «herramienta idónea» para hacer política «al servicio de un país mejor, de una república independiente con un gobierno útil y al servicio de sus personas, de sus familias y de su tejido social y económico». Parece que Maria Àngels Chacón permanecerá en el PDECat, y falta saber si tomará partido la independiente Mariàngela Vilallonga. Y en el Parlamento de Cataluña sólo dos diputados, Marc Solsona y Lluís Font, no han dado el salto.
Es el último aviso para abandonar el viejo barco convergente y enrolarse en el nuevo paquebote puigdemontista, aún en astilleros. Dice Francesc-Marc Álvaro en la Vanguardia —Puigdemontismo— que «al expresident, contra lo que parece a primera vista, le va muy bien la ruptura solemne con el PDECat», ya que necesita abjurar del partido que «lo convirtió en político y alcalde de Girona» y poder de esta manera sostener que «son algo nuevo que no tiene vínculo alguno» con los gobiernos de la Generalitat pujolista. Ya se encargarán sus competidores electorales de recordar orígenes y trayectorias.
Seguidamente, Álvaro ve dos problemas en la jugada: uno, que «si no hay un inesperado giro de guion, Artur Mas abonará (sin entusiasmo) la marca de Puigdemont», con lo que se refuerza la imagen de continuidad, y otro, «la diversidad de puntos de vista entre los alcaldes, concejales y cuadros locales posconvergentes». Pero esta diversidad no es un gran problema porque el nuevo partido no va ser ninguna excepción, ni mucho menos, al principio de Alfonso Guerra: «el que se mueve, no sale en la foto». Mientras el éxito acompañe al proyecto, por supuesto.
Àrtur Mas no se rinde a Puigdemont
Pues no, ha habido giro de guión. Àrtur Mas no abonará la marca de Puigdemont porque se mantiene en el PDECat «y explicará sus motivos en los próximos días», según anuncia la Vanguardia el martes a mediodía.
Àrtur Mas renunció a ser presidente en enero de 2016, también renunció a su acta de diputado —usando el ridículo eufemismo «dar un paso al lado»—, y designó a Carles Puigdemont como su sucesor en el marco de un acuerdo de legislatura con la CUP. Desde entonces han seguido juntos, y si han tenido discrepancias no han trascendido.
¿Se ha hartado Mas del errático liderazgo de Puigdemont? ¿Ha recuperado el sentido común y no quiere tener nada que ver con la «confrontación» que el de Waterloo anuncia? ¿Volverá Mas a la política activa y se decidirá recomponer lo que quede de la antigua Convergència, lo que implicaría hacer balance de los destrozos ocasionados y un decidido propósito de enmienda?
Tal vez algunos de los que ya han anunciado su incorporación al nuevo JxCat se lo estén repensando.
Hacia la estrategia de la confrontación
Fuita imparable en el PDECat per la marxa de Puigdemont, titula el Punt-Avui, donde Xevi Xirgu afirma que la ruptura va más allá del control de una sigla: «Puigdemont ha llegado a la conclusión de que con el Estado no hay nada que hacer (…) y esta conclusión es incómoda. Puigdemont piensa que siempre habrá una pared en frente, [y] que al independentismo desgraciadamente sólo le queda la estrategia de la confrontación».
Lo que queda por dilucidar es cuántos de los que ahora se apuntan al partido del «presidente en el exilio» serán capaces de secundar, y hasta qué punto, la anunciada confrontación cuando se concrete en huelgas y disturbios.
