El nuevo JxCat no acaba de nacer —su congreso fundacional, que empezó en julio, durará hasta el 3 de octubre— y el viejo PDECat —viejo es un decir, porque se fundó en 2016— no acaba de morir. Mientras tanto, se disputan en los tribunales el uso del nombre «JxCat»; no en los de la proclamada república, por supuesto, sino en los muy politizados tribunales de la tan corrupta justicia española.
Los cinco senadores del PDECat se han dado de baja y se han puesto a disposición de Puigdemont. También lo han hecho medio centenar de concejales del área metropolitana de Barcelona. La ruptura parece definitiva, y los que continúen en el PDECat deberán decidir si se presentan a las elecciones en solitario o se unen a otras formaciones más o menos procedentes de CiU.
Lola García, en la Vanguardia, lo tiene claro: Ha estallado la guerra.
«La probabilidad de una reconciliación de última hora —aunque todo es posible en esta vida— es menor que la de retener a Leo Messi en el Barça. La ruptura, prolijamente larvada, tendrá consecuencias en la política catalana y, de rebote, algunos efectos nada desdeñables en la española.»
Poco a poco, Puigdemont ha ido construyendo «su propia formación, sin rémoras ni ataduras ideológicas» —es decir, sin ideología; si ya era difícil saber la ideología de Convergència, parece imposible conocer el pensamiento, si lo hay, de los seguidores del ex presidente, a quien han bendecido con el 99,3% de los votos en su congreso fundacional—, y «decidida a seguir sin titubeos su planteamiento de choque con el Gobierno central si este no se aviene a dialogar sobre un referéndum» —la subordinada condicional es superflua, ningún gobierno dialogará en torno al tipo de referéndum que pueda complacer a Puigdemont—.
Falta saber qué pasará en el Congreso. Según Lola García, «de los ocho diputados que obtuvieron los posconvergentes, a priori la mitad son afines a Puigdemont, y la otra mitad, al PDECat». ¿Acabarán votando diferente?
Y también en el gobierno de la Generalitat, «ya que en él tendrán que convivir consellers de los dos sectores durante varios meses, si se impone el criterio de Puigdemont de intentar alargar al máximo la legislatura». Si no teníamos bastante con el conflicto perenne entre los de ERC y los de JxCat, ahora estos a su vez se subdividen.