Andreu Claret, en el Periódico, habla de Catalunyes paralelas, aunque se refiere sólo a la de Puigdemont y a la de Torra, dos «mundos que permiten seguir soñando, por la mañana, en la independencia, y que obligan, por la tarde, a arremangarse para hacer frente a la tormenta perfecta del próximo otoño». Hay otras Cataluñas, con menos sueños y más trabajos.
Claret es muy pesimista ante lo que queda de año: «El último trimestre del 2020 puede ser el de una convulsión social sin precedentes.» Y aunque no lo dice, a nadie se le escapa que los partidarios del cuanto peor, mejor, están encantados con ese tipo de situaciones. Piensan que si el Estado realmente existente no puede hacer frente a los problemas de los ciudadanos, estos se decidirán a confiar en la república inexistente.
Entiende Claret que gobernar y generar caos al mismo tiempo es una política insostenible: «La cuestión es si es posible llevar a cabo un ejercicio de desdoblamiento que exige poner en tensión toda la Administración y, al mismo tiempo, apretar, darle duro al Estado. Por un lado, llevar a cabo la “confrontación” de la que habla Puigdemont y, por otro, afrontar los desafíos del inicio de curso y el final de los ertes que puede traer tasas de paro extravagantes. No creo que sea posible, ni me parece el fundamento de la estrategia “inteligente”.»