No hay atentado islámico que no vaya seguido por alguna teoría de la conspiración. La matanza del 17 de agosto de 2017 en las Ramblas de Barcelona no ha sido excepcional en este aspecto. Pronto fue dogma de fe en medios independentistas que se trató de un atentado orquestado por los servicios de inteligencia españoles, con la intención de frustrar el proceso independentista.
Y el mismo Carles Puigdemont ha sido una de las voces en cuestionar el relato oficial sobre aquel crimen, algo sorprendente teniendo en cuenta que aquello sucedió durante su mandato.
La figura de Abdelbaki Es Satty, imán en Ripoll, del que se ha llegado a decir que fue confidente del CNI hasta el día del atentado, está en el centro de la sospecha. Jaume Alonso-Cuevillas, abogado de Carles Puigdemont, y ahora diputado en el Congreso, afirma incluso que no hay certeza de que Es Satty esté muerto, en contra de la versión oficial que sostiene que murió en una explosión accidental vinculada a los preparativos de la acción.
Pero hay más, el ministro de Asuntos Exteriores García-Margallo habría dado pistas de que algo gordo iba a pasar. El presidente de la Generalitat reflexionaba sobre esta cuestión pocas horas después de los atropellos en las Ramblas, según cuenta en el libro Me explico, en el apunte del día 17: «Estoy pensando en las casualidades. Hace cuatro días, el ministro Margallo decía aquello de que ‘de un atentado se sale, pero de la independencia no’, y ahora tenemos un atentado.»
En realidad, no fue cuatro días sino once meses antes. Y así reportó la Vanguardia sus palabras el 10 de septiembre de 2016: «El “desafío soberanista” de Catalunya es el “más importante” que enfrenta España, ya que “de una crisis se sale, un ataque terrorista se supera, pero la disolución de España es absolutamente irreversible”.»
Para conseguir descifrar aquí el anuncio de que se va a producir un atentado hay que ponerle muchas ganas. Además, por hablar sólo de aquel año y de Europa, hubo dos grandes ataques terroristas del llamado “Estado Islámico”: en enero uno en Bruselas (en el aeropuerto y en una estación de metro: 32 muertos y 340 heridos) y en julio otro en Niza (en la Promenade des Anglais: 86 muertos y 458 heridos), cuyo recuerdo aún era bien vivo. La alusión a un atentado por parte de García-Margallo no tiene nada de extemporáneo ni de sorprendente.
Prosigue Puigdemont: «Estoy pensando en que nunca sabremos realmente qué pasaba con ese imán de Ripoll que me dicen que es el cerebro de todo.» Tres años después uno puede realmente pensar que nunca lo sabremos todo, pero a primeras horas de la noche del 17 de agosto de 2017 ni era posible concluir que ese sujeto era el principal responsable ni imaginar hasta dónde podría llegar la investigación.
La frase siguiente es más extraña todavía: «Estoy pensando también en la insistencia de Xavier García Albiol —hace unos días, el líder del PP le pidió por carta una reunión para hablar de la situación política, pero el president todavía no le ha respondido— en que nos viéramos antes del día 16, que fue ayer.» ¿Hemos de suponer que al presidente le pasó por la cabeza que esa insistencia estaba relacionada con la inminencia de una acción terrorista?
García Albiol vuelve a aparecer el domingo 20, después de la misa de homenaje a las víctimas en la Sagrada Familia, donde sólo consigue decirle: «¿No crees que ahora sería un buen momento para dejarlo correr? ¿No sería un buen momento para hablar?» Más o menos lo mismo que le dijo Miquel Iceta la noche anterior por teléfono: «Me parecería muy fuerte que siguieras adelante con la hoja de ruta con esta situación…»
Quien «tiene la representación ordinaria del Estado en Cataluña» (Estatut, art. 67.1) sigue haciéndose preguntas: «Todo es muy extraño. No quiero ser mal pensado, pero… si, como parece, la policía española ya había hecho seguimientos a ese imán, ¿cómo han podido comprar impunemente tantas bombonas de butano? ¿Por qué no nos avisan? ¿Por qué no avisaron a los Mossos de que le seguían el rastro? ¿Y ahora qué harán? —añade tras una pausa—: ¿Declararán el nivel 5 [de alerta terrorista] y desplegarán al ejército en Cataluña?»
Seguidamente, el narrador nos avisa de que Puigdemont frena su flujo de conciencia: «Cuando se da cuenta de que si sigue encadenando pensamientos de este tipo podría llegar a una conclusión espantosa, decide no ir más allá. Ha sido solo una idea…»
No hay ninguna idea, sólo preguntas en torno a lo sucedido. Pero ya están servidos los ingredientes para que sus seguidores lleguen por sí mismos a una «conclusión espantosa».