El Ayuntamiento de Madrid ha anunciado este lunes la prohibición de comer en el Metro y en los autobuses públicos para evitar la propagación de la pandemia del COVID-19 que, desde el pasado mes de marzo, azota España y el resto del mundo. Es la última de una serie de medidas de seguridad que, en general, están creando cierto desconcierto en los ciudadanos. Pero también enfrentamientos y una fractura en la unidad con la que los españoles afrontaron, por ejemplo, el confinamiento entre marzo y junio y el respaldo a los sanitarios que luchaban contra los terribles efectos del virus en los centros hospitalarios del país.
A finales de la semana pasada fue el Gobierno de Galicia, presidido por el popular Alberto Núñez Feijóo, el que proclamó la prohibición de fumar en las calles de toda la comunidad autónoma. Una horas más tarde, el Gobierno central, de acuerdo con el resto de comunidades, daba luz verde a un veto similar en toda España, matizando, eso sí, que solo sería efectivo cuando el fumador no pueda mantener la distancia de seguridad. Sumó a lo prohibido los cigarrillos electrónicos y las cachimbas, a pesar de que no existen estudios científicos que avalen o que hayan constatado que fumar sea una acción que favorezca el contagio del COVID-19.
Medidas como estas, sumadas a otras como la obligación de portar la mascarilla en el exterior a todas horas o el encierro en sí, han generado movimientos en contra de la acción del Gobierno y de las comunidades en la lucha contra la pandemia. Dirigidos por grupos como Médicos por la Verdad o Stop Confinamiento, numerosos ciudadanos, aunque aún muy minoritarios, empiezan a mostrar su rechazo a lo que consideran en unos casos, un riesgo para la libertad o, en los más aficionados a las teorías conspirativas,una maniobra mundial que tiene como objetivo provocar un reset del planeta. Se trata de movimientos en los que, en ocasiones, es difícil separar lo científico de lo que se conoce como magufismo. Pero entre ellos también se encuentran quienes reprochan al Gobierno, a los medios de comunicación y a los sanitarios en general que, en los inicios de la pandemia, restaran importancia a los datos que se tenían de otros países como China o Italia y animaran a la gente a hacer vida normal asegurando que el COVID-19 no era más que una gripe.
El Bosé más político
Con famosos como el artista Miguel Bosé o profesionales de la sanidad española como la doctora Natalia Prego al frente, son muchos los que cuestionan la versión oficial de lo que llaman «la plandemia«. Y lo hacen con argumentos como los ofrecidos por la plataforma Médicos por la Verdad, que trabaja en diferentes países a la vez y que, entre otras cuestiones, prepara comisiones extraparlamentarias formadas por médicos y científicos para analizar, en cada caso, cómo se ha afrontado la crisis sanitaria.
Los integrantes de este grupo, como las cerca de 3.000 personas que se manifestaron el domingo en Madrid al grito de «por nuestros derechos y libertades, sin banderas ni ideologías«, consideran que los famosos test PCR no sirven para el COVID-19 porque «no detectan carga viral infecciosa». Apuntan que «los asintomáticos no contagian» porque «son personas sanas» y denuncian que «no se han hecho autopsias«. Además piden se distinga entre morir por COVID a morir con COVID , distinción , por otra parte, realizada por el Secretario de Salud Pública de la Generalitat de Catalunya.
Muestran especial rechazo hacia el uso de las mascarillas como medida de protección. Aseguran que la decisión no cuenta con el respaldo de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni del Centro Europeo de Prevención de Enfermedades. «Solo se recomienda su uso para médicos, enfermos y cuidadores, en entornos de más contagiosidad como los hospitales», según explican en un documento repartido el domingo entre los manifestantes y que circula por las redes sociales. Frente a esta situación promueven solicitar a los facultativos certificados que eximan del uso de la máscara. Algo que, en algunas comunidades, los colegios de médicos intentan evitar recordando a sus colegiados que no están obligados a emitir dichos certificados salvo que realmente lo consideren necesario.
Tampoco apoyan el confinamiento, que muchos temen que vuelva a ser ordenado por el Ejecutivo de Pedro Sánchez el próximo mes de septiembre, coincidiendo con la vuelta a las aulas. En este sentido, aseguran que «es la primera vez en la historia que se decreta un confinamiento de población sana» y alertan de que entre los efectos de un encierro tan prolongado en los seres humanos, que son «sociales» por naturaleza, se encuentra «una caída de nuestras defensas y nuestra inmunidad natural, haciendo más fácil que caigamos enfermos». Eso sí, reivinidican el aislamiento d los enfermos.
Un virus «no letal»
Esta plataforma de sanitarios, que cuenta con unos 200 asociados, considera que el COVID-19 «no es un virus mortal» y recuerda que «el 93% de los fallecidos» en España «tenía más de 80 años«. «Solo el 5% de ellos fueron tratados en la UCI», añaden, «es un virus no letal por sí mismo. Solo mata a quien tiene patologías previas y un sistema inmune deprimido». En su opinión, los ancianos fallecidos por el virus en residencias, que cifran en 20.000, no recibieron «atención médica adecuada», quedaron «aislados, sin sol y sin ver a sus seres queridos durante tres meses».
Hasta ahora, las afirmaciones de Médicos por la Verdad y sus seguidores han pasado desapercibidas. No así la manifestación del domingo, que convirtió a un muy desmejorado Miguel Bosé en trending topic en redes como Twitter tras animar a la gente a participar. Bajo la etiqueta #Madrid16A miles de personas mostraron su apoyo a los manifestantes
La indignación de los sanitarios
Frente a ellos se encuentran los que, por el contrario, entienden que bien se puede renunciar a cierta autonomía si con ello se logra acabar con el virus o, al menos, hacerle frente hasta que exista una vacuna. Y, sobre todo, cientos de médicos y sanitarios que, a través de la red, han expresado no solo su rechazo a los que reclaman libertad sino los motivos científicos que justifican el uso de las mascarillas o la realidad de lo que se vivió en los peores meses de la crisis en los hospitales españoles.
Lo cierto es que la concentración, que se celebró en la Plaza de Colón a media tarde, fue autorizada por la Delegación del Gobierno en Madrid. Sin embargo, nada debían saber de los convocantes cuando horas más tarde y también a través de Twitter, anunciaban que «investigarán» lo sucedido. Y es que buena parte de los participantes se manifestó sin mascarillas y, en general, nadie respetó la distancia de seguridad. La presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, también se ha pronunciado al respecto, con un tibio mensaje en el que califica la manifestación de iniciativa «irresponsable» y apela a la «solidaridad de todos».
Como de conspiraciones parece que va la cosa, hay también quienes intentan encontrar un nexo de unión entre los que rechazan las medidas de seguridad contra la pandemia y la oposición al Gobierno. Y, en este caso, es uno de los CM de Unidas Podemos, @Barripdmx, quien, rastreando el origen de los tuits publicados en el momento de la manifestación, llega a la conclusión de que esta fue orquestada por grupos de extrema derecha, Miguel Bosé y «una pandilla de locos» que, «jugando con la salud de todos», organizaron una protesta que, en su opinión y quizás para saldar la cuenta del 8M, «traerá graves consecuencias». Lo sabremos en un par de semanas.