Nouna sabe bien de lo que habla cuando dice que «el adicto es un esclavo», pero también cuando insiste en que «dejar las drogas no es abstenerse ni luchar». La joven mallorquina de 32 años tiene claro que «cuando uno deja las drogas no está en una lucha, sino en una liberación».
Hoy celebra su día 904 en libertad y cuenta a este diario, como cambió la oscuridad por el azul del mar y el brillo de cada amanecer, lejos de una espiral, de malas decisiones, que a punto estuvo de acabar con su vida.
Abusos y maltrato: una infancia marcada por el terror
«Cuando mi padre llegaba a casa yo sabía lo que iba a pasar», asiente. «No hacía falta un motivo. La última paliza me la llevé con 16 años, por pedir que trajese pan para más gente». Sus recuerdos están intactos. Es más, «es importante no borrar lo que has vivido», asegura. «Mi madre sufría un continuo maltrato físico y psicológico del que yo fui consciente desde bien pequeña. Con solo tres años corrí pidiendo ayuda: ¡papá mata a mamá!
«Con solo tres años corrí pidiendo ayuda: papá mata a mamá»
Nouna Lozano
Aunque el terror en su casa era habitual, la pequeña nunca se sometió. «Mi madre era más cauta, tenía miedo, pero yo me enfrentaba al maltrato». No sucedió lo mismo con el abuso sexual que sufrió por parte de su padre a los 11 años. «Eso quedó encerrado dentro de mi cabecita y no lo acepté, lo asumí, ni lo verbalicé hasta que tuve 28».
Daño psicológico
«Esas heridas son las que realmente te resuenan durante mucho tiempo». Aunque haya quien no le de demasiada importancia, el maltrato psicológico puede ser, según Nouna, mucho más destructivo que cualquier golpe. Aquella niña que se empoderaba, aún sabiendo que le pegarían, consiguió mantener una trayectoria impecable en los estudios, lo que dificultó que en su entorno saltasen las alarmas. «Me refugiaba en los libros. Era feliz en la escuela».
Sin embargo, la pérdida de autoestima, la inseguridad y la inestabilidad emocional que vivió durante su infancia, cuenta, acabaron convirtiéndose en el caldo de cultivo perfecto para que acabase sucumbiendo a varias adicciones la edad adulta. Aún así, remarca, «esa es mi situación concreta. No hay que establecer una comunión indisoluble entre el maltrato infantil y las drogas, ya que no todo el mundo que lo sufre acaba drogándose».
Dependencia emocional: la primera y más destructiva de sus adicciones
A los dieciocho años viajó a Madrid para estudiar Derecho, una carrera que le apasiona y que está a punto de terminar. «Mi padre nos había abandonado y, posteriormente, nos amenazó de muerte, por lo que acabamos denunciándolo. Se activó el protocolo y funcionó muy bien. En casa la cosa parecía estar más tranquila».
La joven estaba en la capital, donde llegó con muchas ilusiones, pero también con un gran reto personal. Debía reconstruirse y alzar el vuelo hacia una nueva vida. Nouna no sabía que lo peor estaba por llegar.
«Conocí a un chico y empezamos a salir. Yo no estaba bien y mi dependencia emocional hacia él fue aumentando día tras día«. Esa «relación tóxica», que duró varios años, cuenta, acabó arrastrándola a un pozo del que a punto estuvo de no salir.
«Con 22 años intenté quitarme la vida. Sentí que mi mundo se desvanecía»
Esclava de alcohol y la cocaína
Tras la ruptura con su chico Nouna empezó con un consumo de alcohol abusivo. Meses después, vendría la cocaína. «Recuerdo perfectamente la noche que empecé a tomar. Alguien, a quien no culpo en absoluto de mi decisión, me dijo: prueba esto, te sentirás mejor«. A partir de ese momento, reconoce, «actué de la peor manera posible». Desde el primer día, la sustancia generó en ella una adicción que duraría varios años.
«No existe una varita mágica pero si se trabaja, se sale»
Si algo tiene muy presente Nouna es que «nadie es adicto porque quiere», al igual que no se puede salir si realmente no quieres hacerlo. Es ese «falso autocontrol que creemos tener, lo que nos hace caer en las redes de la adicción. «Acabas dejando de ser tú, perdiendo todo lo que tienes. Dejas de valorar a las personas, los momentos, las aficiones«. Sin embargo, nada de eso se puede reconducir sin trabajo, sin ayuda de verdaderos profesionales.
Ella fue consciente del laberinto en que estaba metida y decidió ingresar en un centro de desintoxicación el 12 de febrero de 2018. «Después de varios meses de consumo suicida» decidí estar de forma voluntaria durante 139 días en ese lugar. «La primera semana allí dentro fue un infierno, pero ojalá hubiera ido antes«. Cuenta la joven que, a pesar de la imagen que se pueda tener de las clínicas de rehabilitación, son lugares de aprendizaje constante. «Cada día aprendes algo nuevo, tanto de los errores, como de los aciertos propios, y de los demás».
«Tuve la oportunidad de rehacerme»
Nouna ha decidido vivir en una terapia constante que «durará toda mi vida, porque yo lo he decidido así». Las fórmulas son diversas, sostiene, pero, en su caso, es muy importante marcarse unas rutinas. «Salgo a hacer ejercicio por las mañanas, estudio, canturreo, leo y disfruto de cada amanecer, pero lo más importante es que hago todo lo que me conviene hacer, porque quiero, no porque deba hacerlo».
Regalándose amaneceres
«He despertado tantas veces sin saber donde estaba, que ahora no me pierdo un amanecer».
Cargada de ilusiones y proyectos, Nouna da gracias a la vida y al amor incondicional de su madre. Vive al norte de Mallorca, en una casa donde guarda muchos recuerdos de su abuelo, su referente, y con la paz de haber perdonado a su padre antes de morir. Atrás quedó todo aquello que vivió y a lo que no renuncia, porque es parte de su vida, de su aprendizaje.
Preciosa historia de construcción personal, superación y belleza interior. Espero que sirva de ánimo a todas aquéllas personas que puedan estar en la misma situación y a las que no, que les sirva para no caer en el pozo de una adicción.