La salida de España del Rey Emérito que, según todas las informaciones, se ha producido por decisión del Presidente Sánchez y del propio Rey Felipe VI para desvincularlo de la actividad del Monarca y alejarlo de la Zarzuela, ha vuelto a evidenciar la artificiosidad de la mayoría que apoyó la moción de censura primero y permitió el nombramiento de Sánchez como Presidente después. Se hace evidente que la línea divisoria más importante de la política española separa a aquellos que tienen una agenda rupturista, ya sea en lo territorial, en lo referente a la forma de estado, o en lo socio-económico, de aquellos otros que, con visiones distintas de los asuntos de gobierno ordinarios, mantienen una postura de lealtad a la Constitución y el modelo de estado que de ella se desprende.
Con la salida del Rey Emérito se ha vuelto a evidenciar que el objetivo de Podemitas e independentistas no es la crítica legítima a la actuación de Juan Carlos sino que se pretende destruir lo que se ha llamado el ‘Régimen del 78’ para entrar en una etapa de inestabilidad política que pueda ser favorable a sus pretensiones revolucionarias o secesionistas.
La democracia no es más que un conjunto de normas que permiten que un país resuelva la confrontación de intereses, inherente a toda sociedad plural, de forma pacífica y conforme a normas que tienen una estabilidad superior a las ordinarias para evitar los cambios en las reglas de juego sin mayorías amplias y estables. Esa es la función de la Constitución. Ocurre igual en una sociedad mercantil o en una comunidad de propietarios.
La democracia no es más que un conjunto de normas que permiten que un país resuelva la confrontación de intereses, inherente a toda sociedad plural, de forma pacífica y conforme a normas.
La cuestión es cómo debe reaccionar la democracia frente a aquellos que no aceptan las reglas de juego y pretenden imponer su criterio por la vía de hecho, como ellos mismos se encargan de recordar constantemente. En este sentido, no parece muy recomendable que partidos que respetan el orden constitucional se alien con quién reiteradamente manifiesta que su voluntad es utilizar el poder como un medio para unos fines que quiere alcanzar, insisto, sin respetar los procedimientos y las mayorías establecidas. No me extraña que Sánchez dijera en su día que no dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno aunque después olvidó una prevención tan sustancial.
Veremos qué consecuencias tiene esta profunda discrepancia entre socialistas y podemitas e independentistas. Esperar a que pase la tormenta y seguir como si aquí no pasara nada, tentación de quién está en el poder, es, seguramente, lo más probable y tiene sus defensores entre quienes piensan que el poder atempera a los más radicales. En circunstancias normales quizás sea así, pero en momentos especialmente convulsos como los que se avecinan, no. Abordar la reconstrucción de la mano de aliados desleales y con proyectos antagónicos no es políticamente sostenible.