«No podemos hacer más». Es el comentario más repetido del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Lleida en la gestión de la pandemia. Un tripartito contranatura formado por ERC, los herederos de Convergencia i Unió y la plataforma municipal de Podemos. Un tripartito que una vez ha constatado que es incapaz de crear un proyecto de ciudad, se centra en mantener las parcelas de poder de cada uno de sus quince integrantes. Un tripartito encabezado por un alcalde más preocupado por poner un tweet intelectual como cabecera que por el bienestar de sus vecinos. En estas manos estamos. Y en medio de este panorama nos ha alcanzado la pandemia del COVID-19.
Cinco meses en los que el ayuntamiento ha aguantado gracias al buen hacer de los trabajadores públicos y de los voluntarios, que han mantenido la administración aunque fuese desde sus ordenadores personales sin tener horarios ni conciliación. Y la ciudad lo ha hecho por el tesón de nuestro tejido productivo, que está haciendo esfuerzos titánicos para no bajar definitivamente la persiana. ¿Y desde el gobierno municipal? «No podemos hacer más». No han facilitado datos hospitalarios hasta esta semana a pesar de nuestras peticiones, no han tomado medidas sanitarias por sí mismos, no han planificado la campaña de los temporeros, que supone un reto añadido a causa de la enfermedad. No pueden, dicen, porque son sólo un ayuntamiento.
Cinco meses en los que el ayuntamiento ha aguantado gracias al buen hacer de los trabajadores públicos y de los voluntarios
Ignoran que un ayuntamiento puede tomar la iniciativa y luchar activamente contra esta crisis. Lo ignoran, porque han ignorado prácticamente todas las propuestas de los grupos de la oposición que hemos decidido ser propositivos. Propuestas como las de Ciudadanos. Más de 100 medidas concretas que abarcan todos los ámbitos, desde la sanidad a la economía, pasando por la participación ciudadana o la atención a los mayores. Medidas ninguneadas porque, adivinen, «no podemos hacer más».
A nuestro alrededor, sin embargo, los ayuntamientos actúan. Ciudades vecinas más pequeñas que la nuestra toman como prioridad la protección de sus empresas. Es el caso de Huesca, que con un presupuesto tres veces menor que el de Lleida, destina un millón de euros a ayudas al comercio. Cinco veces más de lo que destina nuestro tripartito negativo. Se adoptan medidas sanitarias: pueblos del Segrià, igualmente confinados como nosotros, contratan rastreadores propios para hacer el seguimiento de las personas infectadas, ante la parálisis de la administración competente, la Generalitat. Una acción que nuestro gobierno ni ha contemplado. Los ayuntamientos también pueden y deben hacer campañas divulgativas para concienciar a la población.
Los ayuntamientos también pueden y deben hacer campañas divulgativas para concienciar a la población.
En este sentido es remarcable la campaña iniciada por el gobierno Canario, que muestra de forma impactante lo importante de mantener las distancias, incluso en los ámbitos más próximos. Un ejemplo que podríamos seguir perfectamente en lugar de las campañas previsibles y de escaso recorrido, destinadas a recordar que debemos ponernos la mascarilla. Un recorrido tan escaso que no conciencia ni a nuestro propio alcalde ni a la concejal de salud, que han sido cazados sin la mascarilla en plena calle, demostrando que las multas por no llevarla no afectan a todos por igual.
Y cuando los ayuntamientos asumen que no llegan a todo, cuando realmente no pueden hacer más, piden ayuda a las Fuerzas Armadas. Menos el nuestro. El nuestro es un gobierno marcado por la improvisación, por la desidia y por la falta de liderazgo. Por eso no hay iniciativas ni ideas para luchar contra la crisis. Por eso no han hecho protesta alguna cuando nos han confinado con unos datos similares a los de l’Hospitalet. Por eso el problema de los temporeros dista mucho de tener solución alguna. Y por eso nos han cerrado los negocios. Porque «no podemos hacer más». Con este tripartito gobernando, desde luego que no.