En la misma línia de denuncia de «poderes fácticos», no debe ser casual que Joan Puig, en larepública.cat, se pregunte si el Grupo Godó volverá a hacer perder las elecciones a ERC, dando por hecho que se las hizo perder.
Aunque la línea editorial de ese grupo hubiera sido alguna vez netamente contraria a ERC, es mucho suponer que en cada hogar catalán se lee La Vanguardia y, además, se le hace caso al pie de la letra.
Pero no importa. Si en España, manda el deep state, implacable perseguidor de líderes independentistas, en Cataluña hay poderes fácticos dispuestos a impedir como sea que estos ganen las elecciones.
Señala Joan Puig la dependencia de la Generalitat que padece este «poder fáctico»: «Aunque el Grupo Godó es muy adaptativo, es consciente de que sin las ayudas de publicidad institucional, del gobierno español y catalán, su grupo comunicativo entraría en pérdidas. Millones y millones de euros públicos que cada año permiten generar beneficios y aumentar las arcas productivas de la familia Godó.» Pues, si está tan subordinado a la administración, calificarlo de poder fáctico queda algo exagerado.
Pero, dice Puig, «los actuales estrategas de ERC creen que (…) teniendo contento al “señor Conde”, sus medios les pondrán una alfombra roja a los republicanos para que gobiernen la Generalitat autonómica». A pesar de su generosidad al mantener dichas aportaciones, «los medios del Grupo Godó apuestan por ERC si se mantiene en el pragmatismo que le pide (exige?) la familia Godó». No hay ningún medio serio, con o sin ayudas públicas, que apueste por la inestabilidad.
A Joan Puig le ha molestado un escrito del director de La Vanguardia, Jordi Juan, domingo pasado —Más de lo mismo—, en el que dice: «La vía pragmática de aparcar la instauración de la República, sin renunciar a la independencia, y centrarse en gobernar la autonomía no figura en la hoja de ruta de Junts. Es el camino que han emprendido ERC, el PNC de Marta Pascal o seguramente el que defenderá el PDECat si se mantiene firme y no se diluye en Junts.»
La oposición entre dos tendencias, una pragmática, atenta a la gestión diaria, y otra utopista, patrocinadora de la agitación callejera, no es un descubrimiento de la Vanguardia sino una evidencia de dominio común. Aún así, Joan Puig dice: «No creo que sea una buena cosa que la Vanguardia pontifique de esta manera.»