Francesc-Marc Álvaro se pregunta de qué irá la campaña catalana, cuál será «la cuestión que conecte con una sociedad fatigada y desorientada por el impacto de la covid-19, por el colapso del procés, y por la gestión deficiente de un Govern sin liderazgo y sin impulso».
Entiende que las recientes victorias de Núñez Feijóo, en Galicia, y Urkullu, en el País Vasco, se deben en buena parte a que «encarnan perfectamente el orden, la buena gobernanza y la fiabilidad», y en estos momentos el eje competitivo orden – desorden tiene más peso que los ejes derecha – izquierda y centralismo – nacionalismo.
Álvaro deja la cuestión en el aire, pero a nadie le escapa que el gobierno catalán, y su presidente el primero, es un incansable generador de desorden y confusión.
De la obra de gobierno, mejor no hablar: «En Cataluña, el Ejecutivo autonómico ha desplegado una gestión tan discutible que, cuando llegue la campaña, no podrá ser exhibida de manera triunfal por ninguno de los dos socios.» Y además ni el cabeza de lista de ERC, que será el vicepresidente Pere Aragonès, ni el de JxCat, sea quien sea, «podrán jugar cómodamente en el eje donde Núñez Feijóo y Urkullu han sobresalido, el de la estabilidad».
Pero el independentismo catalán, mientras siga siendo incapaz de reconocer sus errores, rechaza la estabilidad; le parece un factor que juega a favor de España y en contra de sus aspiraciones. La estabilidad puede ser un objetivo táctico para ERC en estos momentos, pero la inestabilidad es un objetivo estratégico para JxCat o como acabe llamándose.
El analista no responde a la pregunta que ha planteado: «¿De qué hablará el independentismo cuando nos llamen a votar? ¿Cuál será la pregunta de la próxima campaña? ¿Hablaremos de la reconstrucción ante la pandemia o de celebrar un nuevo referéndum de autodeterminación, como ayer dijo Torra?»
Lo más probable es que hablen de lo mismo de siempre: cualquier tema se podría resolver mejor si fuéramos independientes; el Estado español es represor y corrupto; el gobierno no juega limpio con nosotros. ¿Acaso hay algo más para seducir a su electorado?