Vicent Partal, en Vilaweb, no las tiene todas: ellos no controlan su estado, pero nosotros no controlamos nuestros políticos. Aunque sigue viendo, como desde hace varios lustros, «señales de que la descomposición del reino de España avanza a una velocidad impresionante», advierte que, en Cataluña, «la partitocracia se está comiendo el país, enloquecida en su odio. Y ni siquiera las encuestas que ya anuncian un retroceso histórico del independentismo en las urnas parecen ser capaces de devolverles la sensatez».
Genial y tardío su descubrimiento que «el gobierno de Cataluña, por las rencillas internas, por la mala calidad de algunos gestores y por la desconfianza entre los partidos, puede ser igual de inepto que el de España». Se olvida de mencionar a los políticos, responsables máximos de la elección de gestores y del estímulo de rencillas internas y externas.
Descubre también que la vieja idea del cuanto peor, mejor, no funciona. El anhelado hundimiento de España representa también, y más todavía, el hundimiento de Cataluña: «El independentismo había trabajado mucho y había hecho sacrificios colectivos y personales enormes para poner a España en este punto de degradación y colapso, con el tren hundido en los últimos metros de la pendiente. Pero justo ahora el problema no son solamente ellos: el problema ahora también somos nosotros, lo que reclama una reacción inmediata (…) La paradoja, he aquí, es que estamos más cerca que nunca de derrotar a España y a la vez más impotentes que nunca.»
Acaba, como de costumbre, con un anuncio de la inminencia de la revolución: «Me doy cuenta que se acercan mucho más deprisa que no lo calculaba horas importantes (…) tenemos que ir a por todas contra España pero también contra la partitocracia catalana (…) obligarlos a volver al proyecto que entusiasma la sociedad, a la lucha colectiva y para todos…»
Hay una cierta melancolía en su definición de España como un estado «a punto para la derrota» y de Cataluña como «un país sin política, incapaz, de esta manera, de ganar».