Marçal Sintes, en El Nacional, opina que Corinna hizo enloquecer a Juan Carlos, un amorío que agravó una tendencia que venía de mucho antes y que llevó al monarca a la abdicación como cortocircuito con el que salvar la Corona para su hijo.
«Que Juan Carlos era un mujeriego incorregible y que había tenido una infinidad de amantes era bastante conocido. También que había ganado dinero gracias a los árabes era más o menos sabido por el público en general. Los ciudadanos no tenían muchos detalles de todo ello, aunque en su momento el New York Times cifró su fortuna oculta en 1.800 millones de euros y Forbes en 2.000.»
Para Sintes, el factor humano es fundamental en este asunto: «Intentar ver la historia como una historia de pasión loca; este, pienso, es un enfoque poco común todavía. ¿Qué tiene Corinna, qué puede tener Corinna para hacer enloquecer a un hombre que, ya desde que estaba en la academia militar, no ha parado durante prácticamente toda su vida de acostarse con mujeres a un ritmo inimaginable para cualquier mortal? El rey ahora emérito instaló a Corinna en el recinto de la Zarzuela, le compró una casa de lujo en los Alpes, la cubrió de regalos y lujo, y malgastó montañas de dinero. Hasta el punto de darle o confiarle los famosos 65 millones de euros suizos.»
No es un «enfoque poco común» sino el más común de los enfoques. Presentar los acontecimientos históricos como consecuencia de los raptos de pasión de grandes personajes ha sido siempre la manera más elemental de escribir historia; de eso vive el género de la novela histórica y muchas películas de Hollywood. ¿Es el romance con Corinna la causa de la presunta corrupción del Rey? Parece demasiado simple. ¿«Ha echado a perder ya irreversiblemente la forma en que Juan Carlos pasará a la historia»? Probablemente los historiadores tendrán más hechos en que basarse y más romances en que recrearse.
Después de que el Rey actual ha retirado la asignación a su padre y renunciado a la herencia, queda un último castigo para «rescatar la monarquía»: enviarlo al exilio. «Si eso pasara, que es posible —dice Sintes—, Juan Carlos probaría la misma medicina que él administró a su progenitor, Juan de Borbón, conde de Barcelona, a quien abandonó en el exilio para irse él a España con Franco.»
Juan Carlos tenía 10 años cuando llegó a España, a resultas de un acuerdo entre el Rey Juan, en el exilio, y el Jefe del Estado para que siguiera aquí sus estudios. No fue él quien abandonó a su padre, ni quien se fue a España por su cuenta, sino su padre quien le envió. Lo que sucedió después es otro tema, más complejo. Pero qué fácil es reducirlo todo a odios y rencillas domésticas.