Josep Corbella, el periodista científico de La Vanguardia, expone las soluciones que Cataluña necesita ante la pandemia que persiste: «Cataluña lo va a pasar mal en los próximos meses. No tiene el liderazgo ni la unidad necesarios para contener con éxito el coronavirus. Tampoco la capacidad técnica para controlar los brotes cada vez más grandes y numerosos que están surgiendo. El panorama es negro. Estamos empezando a ver la oscuridad al principio del túnel.»
¿Se va a dar alguien por aludido, o seguiremos ignorando las advertencias de los que trabajan en el terreno y las evidencias de que la cosa va de veras?
No hay unidad, cuando hace falta «una respuesta coordinada y coherente de toda la sociedad».
No hay liderazgo político, que «no consiste en ordenar a los demás lo que tienen que hacer —esto solo es autoridad—, sino en ser reconocido como la persona a la que se sigue», y para conseguir esto uno tiene que «renunciar a sus intereses cortoplacistas y sus tentaciones oportunistas».
Sin liderazgo técnico
No hay liderazgo técnico. Afirma Corbella que «Cataluña necesita un Fernando Simón. Una figura independiente con la autoridad y la capacidad de guiar a los gobernantes y dar explicaciones convincentes a los ciudadanos».
Faltan y fallan los recursos técnicos. En el reciente brote de l’Hospitalet, «fue la alcaldesa, Núria Marín, «quien tuvo que llamar al Departament de Salut para pedir información» cuando hubiera debido ser al revés. «O bien Salut no fue capaz de detectar el brote o bien lo detectó y no hizo nada. Ambas posibilidades son igualmente graves.»
En la Generalitat no parecen entender el problema: «Los confinamientos domiciliarios que se han impuesto esta primavera en gran parte de Europa han reducido la epidemia hasta un nivel que se podía controlar cualquier rebrote. Cataluña, a diferencia de otros países, no ha aprovechado este tiempo para prepararse. (…)
Cataluña no tiene ahora la capacidad de contener todos los casos que están apareciendo. La epidemia está fuera de control en Lleida. L’Hospitalet es una bomba epidemiológica de relojería y se está agotando el tiempo para desactivarla. Barcelona no quedará al margen de lo que pase en l’Hospitalet y tiene sus propios rebrotes que controlar.»
La conclusión de Corbella es que «la situación es grave y va a peor. Es momento de pedir ayuda. O por lo menos de aceptarla. El Ministerio de Sanidad la ha ofrecido en repetidas ocasiones desde el 5 de junio. Hasta hoy la Generalitat la ha rechazado».
Podemos empezar a preguntarnos si tendrá el gobierno de Madrid que echar mano de algún artículo constitucional para ordenar el desbarajuste de la administración autonómica, cuya sanidad no es precisamente la mejor del mundo. Si tiene que acabar haciéndolo, mejor que sea cuanto antes.