El director de La Vanguardia, Jordi Juan, no quiere ser menos que su antecesor Màrius Carol y también critica a los que no quieren ver la viga en el ojo propio, es decir el gobierno de la Generalitat. Concede que «se puede ser legítimamente independentista, por convicciones, sentimientos e incluso por intereses (hay quien piensa que le resultaría económicamente rentable), pero se puede mantener ese afán y esa ilusión aceptando los errores propios y la humildad que todos hemos de tener al hacer nuestro trabajo». Debería haber dicho que se debería poder, porque a estas alturas parece imposible.
Qué lejos queda el tiempo en que la administración autonómica, poco antes de los juegos olímpicos de 1992, hacía una campaña cuyo lema era: «El trabajo mal hecho no tiene futuro. El trabajo bien hecho no tiene fronteras». Ahora el trabajo mal hecho tiene mucho presente y no establece más fronteras porque no lo consigue.
Aceptar los errores propios se ha convertido en una vergüenza; enmendarlos, en una renuncia imperdonable. El plan de actuación de la política catalana y catalanista de los últimos años parace presidido por esta doble consigna: el gobierno de Madrid lo hace todo mal; nosotros, todo bien, y en el caso de que hagamos algo mal, la culpa es del primero, que nos tiene atados y amordazados. La verdad suele estar más en el centro, pero lo que es seguro es que nunca está en un extremo inamovible.
En el aspecto concreto de la gestión de la pandemia, Jordi Juan recuerda la desautorización del gobierno central que se produjo durante meses: «Cuando no confinaba, se pedía que se hiciera y cuando se inició la desescalada se le criticó por hacerla demasiado lenta». Ahora que la Generalitat, una vez suspendido el estado de alarma, recupera la responsabilidad, hemos de reconocer que no tenemos ni la mejor sanidad del mundo ni los líderes más serenos ni la rapidez de reflejos que la situación requiere.
En una situación tan complicada es difícil no cometer errores, lo importante es que no sean de bulto. Sigue Jordi Juan: «¿Qué estaría diciendo ahora Torra con lo que está pasando en Lleida si la responsabilidad fuera del Ministerio de Sanidad?». Es fácil adivinarlo. Pero ahora no depende de Madrid «la decisión final de si se confina o no» y «la situación en Lleida se ha complicado porque no se hizo bien el control del virus: falló la detección precoz, el aislamiento de los casos positivos y su cuarentena. Así de claro».
Añade el ingrediente de las disensiones internas, pecado original de este gobierno: «Solo se sabe que Torra y la consellera de Salut, Alba Vergès, mantienen una agria disputa interna sobre lo que se tiene que hacer en el Segrià para frenar la propagación del virus. El president quiere confinar a toda la población de la comarca en sus casas y los responsables de Salut creen que se puede atajar el virus sin necesidad de hacerlo».
Y los demás sólo sabemos que el trabajo bien hecho brilla por su ausencia y que así no se va a ninguna parte.
Confinamiento no, confinamiento sí
La capacidad de reacción ante la reaparición de brotes epidémicos es fundamental. El caso es que Aragón logró frenar a tiempo el brote que se descontroló en Lleida, informa El País.
Las comarcas aragonesas del «Bajo Cinca, Cinca Medio, La Litera y Bajo Aragón-Caspe (81.000 personas en total) han logrado que los nuevos positivos desciendan desde hace dos semanas». En la vecina comarca del Segrià (210.000), las cosas fueron diferentes. Pese al aumento sostenido de casos, la Generalitat tardó en dar señales de alerta. El lunes 29 de junio, la región sanitaria de Lleida informó por primera vez de un aumento de casos y de la extensión de las pruebas. Tres días más tarde, sin embargo, el Gobierno catalán reaccionó airadamente cuando el coordinador de urgencias del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, deslizó por primera vez la posible necesidad de tomar medidas. «No estamos en una fase de crecimiento exponencial de casos, los detectamos antes», replicó al día siguiente la consejera de Salud catalana, Alba Vergés. Su departamento negó que fuera necesario el confinamiento, pero ese mismo viernes instaló un hospital de campaña para reforzar al Arnau de Vilanova. La Generalitat acabó cerrando el Segrià la mañana siguiente, el día 4. Un hospital de campaña, por cierto, es algo muy feo pero sólo si lo monta el ejército.
¿Lo habría hecho mejor una gestion centralizada? Tal vez, no se puede afirmar ni negar con certeza; depende de muchos factores. En todo caso, es legítimo hacerse esta pregunta.
¿Qué está pasando en Lérida?
Ramon Mur, presidente del Colegio de Médicos de Lérida, explicaba el viernes en Rac1 que lo que ha habido allí es la tormenta perfecta: «Una industria con unas condiciones ideales para que el virus se replique, la mayoría de personas son jóvenes y asintomáticas y luego se pueden mover libremente y esparcir el virus».
Pero no ha sucedido nada que no fuera previsible. Cada verano hay cosecha y cada verano llegan contingentes de jornaleros del exterior, con o sin papeles. Si la situación ya es grave de por sí, lo es mucho más en tiempos de pandemia. ¿Hasta qué punto ha habido irresponsabilidad? Afirma Ramon Mur que «a mediados de mayo el Colegio alertábamos de la percepción del gran número de personas que llegaban sin contrato. Hablamos con la delegada de Salud y el gerente, Ramon Sentís, pero no se estaba trabajando de manera coordinada ni entre departamentos ni entre diferentes niveles de la administración». ¡No se estaba trabajando de manera coordinada!
Peor todavía: «Cuando teníamos la llegada masiva, no se hizo nada por cuantificarla. No había mediadores para explicarles la situación cuando llegaron. Se debería supervisar donde duermen, cuánta gente vive en un mismo piso, etc. Son cosas que se habrían podido ir haciendo».
Hoy mismo, Josep Corbella —Lleida no puede esperar— expone así el dilema a que se enfrentan quienes han de tomar decisiones: «¿Queremos acabar con esta pesadilla cuanto antes sabiendo que esto obligará a hacer sacrificios en las próximas semanas? ¿O queremos intentar seguir adelante con nuestras vidas sabiendo que esto alargará la pesadilla? La verdad incómoda que el alcalde, los consellers y el president no han tenido la valentía de decir a los ciudadanos es que, si se elige la opción laxa, como se ha hecho hasta ahora, es inevitable que el problema se alargue. Porque, cuanta más movilidad se permita, más contagios se producirán y más difícil será hacer el rastreo epidemiológico para identificar y cortar las cadenas de contagio».
Drogas, twerking y compresas de tela para los menores
Esto es lo que cuenta OK Diario sobre los talleres de verano para menores del Ayuntamiento de Barcelona: «Colau ha acostumbrado a los jóvenes barceloneses a excéntricas actividades que celebra durante todo el año en los centros culturales financiados con dinero municipal».
Este verano, entre otras «actividades de ocio, temáticas y deportivas», se encuentra un «bingo de sexualidades online» y un «taller de confección de compresas de tela». Apunta OK Diario que, «como de costumbre, apenas se puede consultar información del contenido de la actividad. Esto imposibilita, entre otras cosas, que los padres de los menores sepan exactamente en qué tipo de talleres o juegos participan sus hijos».
También habrá «un taller de memes para que los asistentes reflexionen sobre las relaciones de pareja», «un juego virtual sobre drogas para que los jóvenes puedan aclarar sus preguntas sobre el consumo de este tipo de sustancias» y «un taller de twerking, la danza sensual en la que se baila moviendo el trasero y la caderas».
Nada más previsible que una administración gobernada desde la extrema izquierda use estas actividades, pagadas entre todos, para formar las nuevas generaciones en las doctrinas más demenciales. Los padres harían bien en informarse de lo que hacen sus hijos cuando los dejan en manos del Ayuntamiento, por poco que les preocupe su futuro.
JxCat partido, JxCat coalición
Por increíble que parezca, el PDECat no descarta ir con Puigdemont aun sin acuerdo, cuenta la Vanguardia. «La formación heredera de CDC está dispuesta ahora a concurrir a las próximas elecciones en Catalunya con el partido de Puigdemont aunque antes no exista acuerdo sobre la confluencia en el nuevo espacio político». ¿Están dispuestos a disolverse sin antes acordar de cuántos asientos disponen los que allí sobrevivan?
Al parecer proseguirán las negociaciones hasta el último momento, lo que «explicaría el posible retraso del consejo nacional decisivo para la negociación previsto inicialmente para el día 26 y que ya tenía que estar convocado, pero que aún no lo está». Precisamente el sábado 25 es el día señalado por Puigdemont para presentar su nuevo partido, y les habrá convencido de que no le contraprogramen el evento.
No parecen muy beligerantes ante la última maniobra de Puigdemont: quedarse la marca Junts per Catalunya (JxCat) como partido político: «El cambio habría sido posible porque cuando fue registrado el 2018 las tres persones que figuraban al frente firmaron un documento en el que renunciaban a los poderes sobre las siglas, que era la manera de que la dirección del PDECat pudiera controlarlas, pero a la vez ha sido el extremo que ha permitido al entorno del expresidente de la Generalitat arrebatárselas». Una jugarreta típica en un escenario de escisión.
Sin embargo, el nombre de «JxCat como coalición continuará estando en manos del PDECat», junto con sus derechos electorales, con lo que podría llegar llegar a haber un JxCat partido y una JxCat coalición, enfrentados en las elecciones. Si sucediera, ya lo impediría la Junta Electoral, pero lo más probable es que acaben intercambiando el nombre por unos cuantos escaños.
José Zaragoza contra Alba Vergés
José Zaragoza, secretario de organización del PSC durante años y ahora diputado en el Congreso, cometió un tweet resumiendo así la mala gestión sanitaria de la Generalitat: «No hay recursos humanos para las residencias. El rastreo de contagios no funciona. No hay recursos para la red de atención primaria. Los médicos se quejan de abandono. Y esta es la consejera de Sanidad de Torra». Lo ilustraba una foto no reciente de Alba Vergés en que aparece sonriente y sosteniendo una bandera independentista. Ante las críticas que le llovieron por el señalamiento personal, retiró el tweet reconociendo que se había equivocado al poner la foto, pero reafirmando la crítica.