Puigdemont se da de alta en TikTok

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont Foto: Europa Press

Quico Sallés nos informa puntualmente en El Món que Puigdemont se apunta al TikTok, una aplicación que permite a los usuarios «crear vídeos musicales cortos de 3–15 segundos y vídeos largos de 30–60 segundos», según explica la Wikipedia, que también aporta entre otros este dato: «el 41% de sus usuarios tienen entre 16 y 24 años».

Se trata de un medio de gran éxito en los países asiáticos y, cuenta Sallés, «muy utilizado por los adolescentes», y «ha incrementado más su actividad a raíz del confinamiento». 

Ciertamente, «se acercan elecciones y cualquier plataforma vale», pero que los  usuarios de TikTok, entre baile y payasada, dediquen un momento a la república de Waterloo, tal vez es esperar demasiado. 

Y, qué oportuno, precisamente ahora que Estados Unidos analiza restringir el uso de TikTok y otras aplicaciones chinas «ante la posibilidad de que el régimen chino la esté utilizando como un medio para vigilar a la población y distribuir propaganda entre los usuarios», informa Infobae.

«El secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo (…) advirtió a los estadounidenses de que deben ser cautelosos al usar TikTok si no quieren que su información privada caiga en manos del Partido Comunista Chino.»

También Anonymous, informa La Vanguardia, pide a los internautas que borren la aplicación TikTok.

Según este grupo de hackers, «Tiktok está recolectando datos sobre niños y adolescentes para monitorear su alcance de mercado y desarrollo político; para encontrar las mejores metodologías para forzarlos en los próximos 5 a 10 años. Esto le da a China una ventaja sobre la manipulación de grandes sectores de la sociedad en varios países.»

Que la administración Trump y Anonymous coincidan en que TikTok «es una aplicación creada como spyware por el gobierno chino» da que pensar.

El PDECat se resiste a la desaparición

El partido de Puigdemont ya es irreversible, anuncia Pere Martí en Vilaweb. Aunque prosiguen las conversaciones para guardar las apariencias, «ha bastado con una conversación telemática este fin de semana para que Puigdemont dejara muy claro que la decisión de crear un nuevo partido es irreversible, que no habrá ninguna coalición con el PDECat y que el nuevo partido elegirá a los dirigentes en unas primarias, lo que implica que no habrá cuotas. Esto no excluye que la nueva formación abra las puertas a los militantes del PDECat que se quieran incorporar, lo que podrán hacer individualmente.»

De esto es de lo que se trata, de vaciar el viejo partido para llenar el nuevo, con el único requisito de fidelidad al líder. «El manifiesto “Junts”, presentado el jueves, ya ha reunido a más de 3.500 firmantes, de los cuales 1.270 declaran ser militantes del PDECat. La salida de la mayoría de cuadros institucionales, siguiendo a los consejeros Damià Calvet, Meritxell Budó y Jordi Puigneró, que dan parte del sueldo al partido, más los militantes de base, puede agravar la situación financiera del PDECat, que ya prepara un ERE.»

Un ejemplo de los goteos que han empezado a producirse, y también del atractivo que Puigdemont puede ejercer en los culos de mal asiento que van y vienen en todos los partidos, lo tenemos en este exconcejal del PP que ya dado el paso.

Si el PDECat renuncia a someterse, podría presentarse utilizando el nombre de Junts per Catalunya, que le pertenece, o con el suyo, que no se ha usado nunca en unas elecciones. «Si lo hace como Junts per Catalunya puede correr el riesgo de que el electorado lo interprete como una usurpación, porque todo el mundo sabe que fue Puigdemont quien desenterró el nombre para hacer la candidatura de diciembre de 2017. Y si se presenta como PDECat es una incógnita si puede conseguir representación parlamentaria, a pesar del apoyo de sectores mediáticos y políticos que recibe estos días, algunos sorprendentes. Son apoyos interesados, que más que apoyar al PDECat quieren abortar la nueva formación de Puigdemont.

Pasa por alto Pere Martí que esos presuntos «sectores mediáticos y políticos» tienen tanto derecho a oponerse al partido puigdemontista como él a apoyarlo. A ver si, detrás de tanta reclamación de unidad, se esconde la formación de un partido único y la proclamación de un pensamiento único.

Como también pasa por alto, esta vez, que el futuro inmediato del PDECat es encontrarse a si mismo en el PNC, o viceversa, y uniéndose a los otros botes de salvamento donde intentan flotar los náufragos de CiU, ofrecer una alternativa de centro derecha al extremismo izquierdista que desgobierna Cataluña.

Ramon Espadaler, preocupado por el futuro

Ramon Espadeler, que dirige Units per Avançar, facción democristiana incorporada al PSC, declara a La Vanguardia que, si se atomizan las listas del catalanismo, no entraremos.

Ante las próximas elecciones, confía en lo imposible: «En la próxima legislatura la reconstrucción socioeconómica tras el coronavirus será el tema central y desde esta reflexión estamos intentando vertebrar una propuesta catalanista de centro de espectro amplio.» 

El desafío es inmenso porque el estropicio de octubre de 2017 sigue acaparando el debate político y en la campaña abundarán los temas recurrentes: “el mandato del 1-O”, la triste situación de los presos y los exiliados, la persecución de los resistentes, la justicia politizada, la represión que no cesa, la locura del Estado… Ante el casi monopolio mediático de todo esto, ¿cómo introducir propuestas sensatas y realizables?

Preguntado sobre ese «espectro amplio», en que el PNC habla de vía escocesa y la Lliga y Lliures niegan cualquier referéndum», Espadaler sale por la tangente: «Seguro que si ponemos la lupa en lo que nos separa encontraremos cosas, pero pongámosla en pactar lo que consideramos bueno para Cataluña, especialmente en una crisis tan dura como la de la covid-19. Si priorizamos la reconstrucción creo que el margen para el acuerdo es razonable.»

Astrid Barrio, combativa por la conciliación

Precisamente, el sábado pasado, entrevistada en La Vanguardia, Astrid Barrio, líder de la Lliga Democràtica, afirmaba que buscamos la reconciliación entre los catalanes: «Queremos una Cataluña cohesionada, que eso no quiere decir una Cataluña unánime. Hay que reconocer la pluralidad, ese es uno de los ejercicios que más nos va a costar en los próximos años. Tenemos “un sol poble” muy plural y lo fundamental es asumir que con esos ingredientes tenemos que ser capaces de convivir.»

Y coincide más o menos con Espadaler en «la aspiración de que haya una coalición muy amplia del catalanismo que pueda abarcar desde el PNC hasta la Lliga, e incluso a sectores que se sintieron atraídos por Ciudadanos como espacio refugio en 2017 y que ahora consideran que vale la pena dejar de cavar trincheras y empezar a reconstruir los puentes».

Respecto a Ciudadanos —recordemos que es el partido que obtuvo más votos y más escaños, 36, en las últimas elecciones—, les reprocha que su «máxima actuación han sido performances en el Parlament y, fuera de él, arrancar lazos amarillos. El voto en la política institucional debe servir para algo más que el activismo, y esa afirmación vale tanto para unos como para otros».

Y da en la diana cuando habla de «superar la lógica del procés»: «Si antes de la covid-19 ya era imprescindible hacerlo, ahora lo es más con el panorama de desolación económica con el que nos vamos a encontrar y el predominio de unas determinadas políticas en cuestiones fiscales, con subidas de impuestos, económicas y educativas en la Generalitat y en el Gobierno.» 

Insistir, más allá de argumentos sentimentales, en lo que nos ha costado el proceso tanto en términos tangibles —la recaudación de impuestos está disparada en Cataluña— como intangibles, por ejemplo en desprestigio internacional, y en lo que nos cuestan las erráticas iniciativas de los actuales gobernantes de la Generalitat, puede ser la clave de las próximas elecciones. 

Parece tener claro que un referéndum, en los términos en que se plantea habitualmente, no resuelve los problemas de un país sino que los eterniza: «La Lliga no es un partido soberanista y no reivindicamos la celebración de un referéndum. Tampoco creemos en el derecho a decidir porque no existe, es una invención del soberanismo catalán para no utilizar derecho de autodeterminación, que es el término que se emplea en derecho internacional (…) El referéndum no resuelve el problema que tenemos. El problema es el reparto del poder político en un mundo de soberanías compartidas. Debemos negociar como se reparte el poder político.»

Ahora falta que los centristas consigan centrarse.

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