Puigdemont, el influencer

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, durante el mitin que ofreció en Perpiñán.

La revolución devora a sus hijos. Y los que siguen adelante con ella se alegran de haber soltado lastre, de ser cada vez menos pero más puros, de haber perdido compañeros de viaje que pasan inmediatamente a ser vistos como enemigos. No se les ocurre pensar que los devoradores de hoy serán los devorados mañana. Siempre ha sido así, y no será aquí donde la historia funcione de otra manera. 

Qué lejos quedan los tiempos en que CDC era el primer partido de Cataluña. Sus sucesores, aunque no exactamente continuadores, intentan mantenerse a flote por encima de las aguas revueltas que ellos mismos han contribuido a agitar. Este fin de semana han coincidido dos sucesos políticos íntimamente relacionados: uno es el debate dentro del PDECat sobre hasta qué punto han de plegarse a los designios de Waterloo; otro, la presentación del Partit Nacionalista de Catalunya, que reúne a los que ya han decidido que allí no tienen nada que hacer. 

Para tratar de impedir los últimos estertores convergentes, Carles Puigdemont ha intervenido «para recordar la máxima populista según la cual el partido no es nada frente a las bases independentistas», en palabras de Andreu Claret, en El Periódico Seísmo en el nacionalismo catalán—. Y ha aparecido un ilegible manifiesto de los afines a Puigdemont en el PDECat que pide «a nuestros dirigentes y referentes políticos» que «impulsen sin más demora la ordenación de este espacio que nos representa», un manifiesto divulgado, como dice Nació Digital, «de forma sincronizada» por varios consejeros de la Generalitat.  

Pero aún hay resistencia. Cuenta Lola García en La Vanguardia Nueva sacudida en el ADN convergente— que «el viernes pasado la dirección del PDECat rechazó la propuesta (…) de celebrar una asamblea constituyente de JxCat como nueva formación política (ahora es, en realidad, una marca electoral y sus correspondientes grupos parlamentarios). Y las hostilidades internas se han desatado. Puigdemont y Sànchez, con el apoyo de los presos, han dado vía libre para constituir en las próximas semanas un nuevo partido que será el que se presente a las elecciones catalanas. Dejarán así en la estacada al PDECat y pedirán a sus cargos y militantes que se sumen al nuevo proyecto si desean ganar. Si finalmente se lleva a cabo este plan, lo que quede del PDECat deberá decidir si tira la toalla o si también se presenta a las elecciones, con lo que habría al menos tres siglas en liza derivadas del mismo tronco». Tres siglas, a saber: JxCat, PDECat y PNC.  

Puigdemont, el líder unitario

Entusiasta de Carles Puigdemont se manifiesta Jordi Galves en La República La por que fa Puigdemont—: «Es hoy el único dirigente que quizás, podría, eventualmente, con un poco de suerte, aglutinar una lista de país, una alianza unitaria permanente y perdurable hasta la independencia». Aglutinar significa normalmente, y más en este caso, nombrar.  

Entusiasta se manifiesta también del movimiento que pueda encabezar dicho «único dirigente», o más bien aspirante a dirigente único. Lo que conviene es «un espacio político que haga saltar por los aires las artificiales fronteras entre partidos políticos independentistas. Fronteras que el pueblo catalán, mayoritariamente, ni reconoce ni cree que hoy tengan ninguna utilidad». La facilidad con que algunos localizan el «pueblo catalán» e interpretan su pensamiento, sin duda único, es apabullante.  

Prosigue Galves: «Facilitar la represión del Tribunal Supremo contra Laura Borràs ha ido en esta misma dirección fratricida, errónea. Si hay que sacrificarla, se la sacrifica, parece que hayan pensado Mireia Vehí [CUP] y Gabriel Rufián [ERC]. Todo el mundo sabe que es una excelente candidata y eliminarla políticamente podría erosionar esta operación política unitaria de Carles Puigdemont. Disparan sobre todos los ayudantes de Puigdemont. Por ello, hemos visto sacrificios humanos y aún veremos más, como cuando el Parlamento de Cataluña dejó al Presidente de la Generalitat, Quim Torra, sin escaño de diputado. O como cuando muchos políticos profesionales decidieron no defender la posición política reivindicativa de la pancarta Torra que reclamaba la libertad para los presos políticos. Y es que ni Carles Puigdemont, ni Quim Torra ni Laura Borràs son políticos profesionales. Los ven como intrusos, son indeseables, son transeúntes. No son ni hombres ni mujeres de partido ni están sujetos a la lógica perversa de los partidos. Y eso no se lo perdonarán». Carles Puigdemont estuvo en la fundación de la Joventut Nacionalista de Catalunya, la rama juvenil de CDC, ¡en 1980!, pero, claro, los políticos profesionales son los otros, los que no acatan a ciegas su liderazgo. 

Por cierto, Quim Torra y Laura Borràs ¿»ayudantes de Puigdemont», ha dicho? ¿Ya no hay que disimular nada? 

Puigdemont o el diluvio

Para Jordi Barbeta, en El Nacional El sadomasoquismo no es muy fértil tampoco en política—, «el chicken run que disputan JxCat / PDeCat / Crida acabará con sangre y lágrimas, pero Carles Puigdemont será la referencia independentista y los que no quieran seguir se irán o se apuntarán a la confluencia de las derechas autonomistas, que, por cierto, también es otro guirigay». 

Cree Barbeta que la independencia será puigdemontista o no será. «Catalunya no tendrá un gobierno independentista hasta que la opción que ahora lidere Carles Puigdemont no consiga en las urnas la mayoría absoluta, una posibilidad que, según todos los sondeos, es absolutamente remota. De lo que no se puede esperar absolutamente nada es de una nueva coalición JxCat – ERC. Dos partidos que se odian y que se quieren destruir juntos no hacen ni harán nunca nada bueno y menos conseguir algo tan difícil como la independencia, así que convendría descartar la fórmula para siempre y dejar de hablar de unidad del independentismo y de estrategia común». Sabiendo a dónde nos llevaron en 2015-2017, no deja de ser una buena noticia que no reincidan en coaligarse. 

Se presenta el Partit Nacionalista de Catalunya

Finalmente, Marta Pascal liderará el PNC junto a excargos locales del PDECat, informa La Vanguardia: «La apuesta a corto plazo es presentarse a los próximos comicios al Parlament, que podrían ser a finales de este año». Entre los políticos que se incorporan a la nueva formación están los ex diputados Jordi Xuclà y Carles Campuzano. 

Lo mínimo que se puede decir ante la aparición de un partido que todo el mundo considera sucesor de CDC y del pujolismo es que llega tarde, demasiado tarde. Desde luego es mejor rectificar tarde que no hacerlo nunca, pero conviene recordar que Marta Pascal celebraba así la declaración de independencia el 27 de octubre de 2017: «Hemos cumplido nuestro anhelo y con el compromiso concreto con el país. Libres. Gratitud eterna al 130º presidente de la Generalitat». 

Ahora, elegida secretaria general del PNC, «se ha desligado del llamado espacio posconvergente, presentando una apuesta de ‘futuro’ y con ‘vocación de hacer política con luces largas’. ‘No somos una rama ni una hoja de ningún proyecto pasado. No somos una muleta de nadie ni una cuota’, ha resaltado. Asimismo, ha vindicado la cultura del acuerdo y del diálogo y ha abogado por superar ‘bloques y trincheras'».  

El dudoso futuro electoral del autonomismo

Andreu Claret considera que, «cuando Quim Torra convoque elecciones, se impondrán todavía los sentimientos que estallaron el 1 de octubre, y el PNC sólo puede aspirar a entrar en el Parlament. Lo que podría ser decisivo, sin embargo, para poner fin a la política de bloques que divide la sociedad catalana». No será fácil superar esa política de bloques: para los independentistas no son más que unos oportunistas traidores; entre los no independentistas, unos los considerarán demasiado de derechas, otros demasiado cercanos a la sedición. Gracias a su iniciativa en el proceso independentista los convergentes han pasado de pactar con todos en Madrid a no poder pactar con nadie en Cataluña. 

Tampoco Vicent Partal le ve futuro al PNC —Per què el trencament de Junts per Catalunya marcarà el futur immediat—: «Sin Àrtur Mas al frente y reuniendo, como reúnen, tan sólo a los profesionales de la nómina política, no veo factible que puedan llegar a entrar en el Parlamento (…) aunque es evidente que la maniobra puede perjudicar a Junts per Catalunya, especialmente si se consuma también este fin de semana la ruptura entre el PDECat y el resto de la formación». 

Pero sí le parece estupendo que se alejen de Puigdemont los que no entienden que «ha fracasado estrepitosamente la idea de una posible Cataluña autónoma dentro España». Estos que aún están en el PDECat no tienen capacidad de «adaptarse a los nuevos tiempos, ni ideológicamente ni orgánicamente. Ni entienden el movimiento independentista, por más que utilicen aún su bandera, ni entienden la profundidad del cansancio popular respecto al partidismo y la organización profesionalizada de la cosa pública, el factor revolucionario del independentismo».  

Partal, por supuesto, ve con muy buenos ojos una lista que «se presentará a las urnas bajo la bandera de la confrontación abierta con España y la unilateralidad» y empieza una campaña a su favor con la afirmación de que «hay una parte importante de la población muy motivada y con muchas ganas de superar la desorientación política actual a partir de una posición de firmeza y de reafirmación en el mandato del Primero de Octubre». 

Torra riñe al PNC

El presidente de la Generalitat se ha rebajado a criticar al nuevo partido, lo que podría ser incluso beneficioso para ellos. En este tweet les reprocha: «Con presos políticos y exiliados, con el derecho de autodeterminación negado, con la Generalitat vejada por el estado de alarma, proclamar la “lealtad a España” es toda una declaración de principios». 

¿Alguien se imagina a Jordi Pujol, o a cualquiera de sus sucesores, riñiendo a un partido en su primer día de existencia? Si alguien dudaba que Quim Torra sólo gobierna pensando en los suyos, aquí tiene una prueba incontestable.  

Cataluña, desconectada de la realidad

Se cumplen diez años de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Autonomía de Cataluña de 2006, considerada habitualmente el desencadenante del proceso independentista, y Jordi Amat, en La Vanguardia Diez años de desconexión—, formula un diagnóstico demoledor: «Si hiciéramos un balance cualitativo y cuantitativo del rendimiento obtenido por la dirección política catalana durante los últimos años —una auditoría de la actividad legislativa, las alianzas regionales o los acuerdos establecidos con el Gobierno central, la evaluación del prestigio internacional y sobre todo la enumeración de los grandes proyectos ejecutados—, la diferencia entre inversión y ganancias revelaría que estamos en números rojos. Y el problema no ha sido el gasto vinculado al procés, como reitera el tópico. El principal problema, del que la mayoría de los actores son parte, ha sido la escasez de los rendimientos obtenidos en función del tiempo invertido y el coste de oportunidad perdido porque las energías se han dedicado a proyectos que no han dado resultados». Dicho de manera más breve: hemos estado perdiendo el tiempo tontamente. 

Y señala algunos asuntos concretos, como la financiación autonómica: «Catalunya sigue siendo una de las comunidades con los impuestos más altos, atándonos una mano a la espalda a la hora de atraer inversiones»; la natalidad, «una de las más bajas del mundo»; la educación, siendo los resultados del informe PISA peores cada año. 

Amat, con más razón que un santo, afirma que «parece como si en Catalunya la política, queriendo desconectar de España, se hubiera desconectado de la realidad». Ejemplo sumo de tal desconexión, «la respuesta que Carles Puigdemont dio en RAC1 cuando le preguntaron en qué había mejorado la vida de los catalanes durante su presidencia. “En dignidad”, contestó».  

Concluye así el artículo: «La clase dirigente, sin capacidad de intervenir en la realidad, ha cedido el timón a activistas. Y su principal empleo es repetir de vez en cuando el relato simplificador —“la culpa es de España”— para no reconocer que esta década la hemos perdido todos». 

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