A priori, puede parecer absurdo preguntar cómo se ha vivido el confinamiento dentro de una prisión, cuando hablamos de personas que ya de por sí están privadas de libertad. El doble encierro no ha sido un mal mayor tras los muros del centro penitenciario de Quatre Camins, no así, algunos de sus efectos colaterales, como la prohibición de vis a vis. Fuentes penitenciarias explican a este diario cuál es el día en la cárcel y las alteraciones sufridas durante los meses de confinamiento.
¿Se ha notado mucho este doble encierro en la prisión?
Las primeras semanas fueron duras porque no entendían la situación y estaba el mono de la droga, que no entraba.
¿Sois conocedores de la droga que entra?
Tanto la Administración como los funcionarios somos conocedores de esa entrada de droga. Normalmente el 95% de la droga entra por comunicaciones, lo que se conoce por Vis a Vis, a través de familiares o íntimos. Es imposible eliminarla al 100 %. Para eso, se tendrían que poner de acuerdo la conselleria de Justicia (a la que pertenece prisiones) y la de Interior (a la que pertenecen los Mossos d’Esquadra). Se intentó eliminarla, lo que provocó un motín que casi matan al subdirector de Quatre Camins y el secuestro de un compañero.
Eso sí. Lo que se intenta es que no haya grandes entradas. Se hacen cacheos a los familiares. Cacheos policiales tipo aeropuertos (ya que nosotros no tenemos autoridad sobre las familias). Cuando tenemos sospechas sobre alguna familia se le puede cachear integralmente, pero te tiene que firmar un documento de autorización. Si no te lo firma, no puedes. Entonces, se le suspende la comunicación para que no pueda entrar al centro ese día.
Si se procede al cacheo y encontramos droga (o la persona la entrega), se avisa a los Mossos para que se hagan cargo. Si no se le encuentra nada, se le deja realizar la comunicación tal y como estaba prevista. A los internos, una vez que acaban esos vis a vis, también se les cachea, pero el problema es que, normalmente, el 99% de la droga se la ha introducido en el cuerpo. Ya sea tragada, o analmente.
¿La falta de droga durante el confinamiento ha provocado tensión entre los reclusos?
Las primeras semanas de confinamiento se crearon tensiones, aunque no especialmente generadas por el mono, sino porque los internos no entendían la situación. Por mucho que se les explicase a través de los funcionarios o viesen la televisión, ellos solo veían que se prohibía la entrada a sus familias mientras nosotros entrábamos y salíamos como siempre, sin mascarillas. Los primeros 15 días se nos prohibió llevarlas para no generar alarma social, lo que supuso que el virus entrase en la prisión a través de nosotros. Al final fueron 32 los internos positivos en el centro.
En Brians 1 sí que aprovecharon esa situación para hacer un plante. Un plante es negarse todos, o muchos de los presos, a realizar algo que está reglado. Por ejemplo, entrar al comedor para comer o subir a las celdas.
Cada vez había menos droga y eso genera no poder pagar deudas. No pagar deudas es origen de conflicto. Ese es el mayor problema. Más que el “mono”, que los servicios médicos lo controlaron subiendo a todo aquel que lo solicitara, tanto la medicación como la metadona.
¿En un plante Funciona más ser autoritario o buscar el diálogo?
Lo que funciona es ser justo. Si tú eres justo ellos te respetan. Saben hasta dónde les puedes ayudar, te hacen una radiografía de como eres. Si hablas con ellos, si solo les echas la bronca, si te da miedo enfrentarte a ellos o si les ayudas cuando tienen algún problema. Tienen que ver que todos son tratados igual. La misma bronca se la tienes echar a uno como a cualquier otro.
Pero, normalmente, el ambiente es relajado porque los internos no tienen nada en contra tuya. Ahora sí. Si los puteas se te puede volver en contra. También hay que decir, que tenemos a los funcionarios duros y los funcionarios más “coleguis”. En definitiva, el poli bueno y el poli malo.
¿Ese rol genera tensión entre vosotros?
La relación entre nosotros es buena. Hay bastante compañerismo porque trabajamos más o menos todos igual. Algunas veces te toca ser el poli bueno y otras el malo, pero también trabajamos bajo una jerarquía. Tenemos un jefe de módulo, pero todos cumplimos órdenes de los jefes de servicios, que están por encima nuestro. Además, por supuesto, bajo las órdenes de dirección.
Trabajamos siempre los mismos con los mismos. Por lo tanto, nos conocemos como bastante bien. Hay compañeros a los que les gusta buscar móviles, droga, trapicheos de medicación y otros que son más de vigilar el patio. Más o menos todos tenemos nuestro sitio. Piensa que si hay una pelea tenemos que ir todos. Por lo tanto, todos pillamos en lo malo contra ellos. Y cuando hay una pelea buscas al compañero de azul no quien lleva esa camisa. Te da igual, solo quieres un compañero.
¿Esas peleas serán bastante habituales?
La relación entre ellos es bastante buena, pero son de mecha corta. Cualquier cosa puede ser el detonante de una discusión o pelea. Entre ellos “se ayudan». Por ejemplo, yo te doy un cigarro y tú me devuelves 2. Yo te consigo esta medicación y tú me pagas con 4 paquetes de tabaco. Yo te entro droga a cambio de un móvil. Tú me das droga y mi familia te hace un ingreso en tu peculio. Normalmente todas las peleas son por el pago de esas deudas.
Se juntan por razas, gitanos con gitanos, moros con moros, latinos con latinos, aunque se conocen todos relacionan entre ellos, y dentro de cada grupo siempre hay el que dice o organiza, lo que es conocido como “kie» (el jefe, normalmente el más potente).
¿Os sentís seguros?
Seguro nunca se está. Trabajamos con personas peligrosas y en cualquier momento se nos puede volver en contra. Hay internos que no se adaptan a la vida de una cárcel y solo hacen que amenazarte, quemar una celda o inundarla. Y tú estás obligado a ir, porque tienes la guardia y custodia de esa persona y no puedes dejar que se haga daño.
Cuando se dan esas situaciones, se trabaja con mucha tensión. La palabra es siempre trabajar con respeto y controlar tu espalda. Y eso es lo que nos falta. Respeto. Las cárceles catalanas pertenecen a la Generalitat, que tiene la competencia exclusiva desde el 1981, pero no se nos respeta y valora como un agente de autoridad, como un policía. Cuando nos agreden no se enteran los medios de comunicación. No nos dan formación. Además, tenemos que actuar muchas veces de psicólogos, juristas o bomberos sin una oposición, sino a base de contratos de mes a mes. Trabajamos más de 15 horas seguidas y nuestro único lugar de descanso es una silla de oficina.
¿El Govern os da la espalda?
Sin duda. Prisiones es la más olvidada, porque es un tema tabú. Nunca se habla de nosotros, de lo que soportamos. Se escucha hablar de malos tratos de los funcionarios a los presos y hasta nos envían inspecciones de derechos humanos de la Unión Europea para ver si les pegamos. Sin embargo, en 2011 fuimos a la huelga para exigir mejoras en el convenio y fueron los propios Mossos d’Esquadra quienes cargaron contra nosotros en la puerta de la Modelo. Lo que intentábamos era impedir el cambio de turno. Una medida de presión para que las autoridades mejorasen las condiciones laborales de nuestro colectivo.
Pocas veces es noticia que un preso agreda a un funcionario. Y claro que pasa, pero no solamente eso, vivimos situaciones verdaderamente fuertes. Me han quitado el sueño muchas peleas. Ver gente apuñalada o algún interno que se ha suicidado ahorcándose. Ver imágenes de motines, contenedores ardiendo o algún interno cuando te amenaza es algo para lo que tenemos que estar preparados. Son cosas que nunca se saben fuera de los muros de la cárcel y tú te callas. Sobretodo ante la familia, para que no se preocupe. Cuando llegas a casa, la frase siempre es la misma. El día ha ido bien.
También es cierto, que en realidad, para nosotros los presos peligrosos no son, necesariamente, los que han cometido un delito más grave. Esa es una idea errónea. Los más peligrosos son aquellos que, (independientemente de lo que les ha llevado a la cárcel), no se habitúan a la vida entre rejas. Esos sí son capaces de rebotarse y liarla en cualquier momento. Aún así, hay que tener en cuenta que no tratamos con cualquiera, que en módulos de internos comunes están J. D., que mató hace años a 2 policías en L’Hospitalet o al Mataiaies, que mató a varias abuelas en una residencia en Girona.
¿Y todos tienen el mismo trato o hay categorías?
Ahora mismo el más mediático es Albert López, el urbano que mató a un compañero junto a Rosa Peral. López, por ejemplo, se encuentra en departamento de medidas de seguridad, con un régimen igual que el resto de internos, pero separado de los presos comunes por su condición de policía. En ese departamento se encuentran policías, mossos d’esquadra, jueces, abogados o funcionarios de prisiones.
Todos tienen el mismo régimen de vida. El ordinario. Lo que pasa es que para unos puede ser más suave que para otros. Me explico: en el DMS, donde está Albert López, el régimen es más suave en el sentido de que es un módulo de 15 internos frente a los 140 que puede tener un módulo de presos comunes. Por lo tanto, no es lo mismo vivir 15 que 140. Es mucho más fácil.
Un ejemplo de lo que me comentas de las categorías: No están en la prisión donde trabajo, sino en Lledoners (Manresa), pero te puedo decir que, los “presos del procés”, están en un módulo tranquilo, de gente que sale de permiso y, por lo tanto, no van a tener problemas. Además, viven solos en su propia celda, en la que se les puso colchón y almohada nuevos.
¿Y nadie se quejó?
El interno que se quejaba y exigía colchón y almohadas nuevos era trasladado a otra prisión.
¿Crees en la rehabilitación?
No creo en la rehabilitación. Creo en la persona. Hay internos que cuando salgan volverán a delinquir y no saben hacer otra cosa. Internos que son realmente malos y no pueden estar en una sociedad. Hay otros que, por circunstancias de la vida, han acabado allí dentro. Ya sea por un tema de drogas, de amistades o peleas, y se han dado cuenta que no quieren esa vida, que quieren salir rehabilitados. Pero para mí, esos son casos excepcionales.