Joan Canadell, presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona, en declaraciones a Nació Digital —El factor Canadell impacta en la reordenació de JxCat— demuestra que no necesita incorporar a su abuela al «frente unitario» que propone para el independentismo: «Si yo entrara, ayudaría. Tengo las ideas claras, soy estructurado, buen analista, buen ejecutor, comunico bien. Puedo ayudar, pero hay otra gente que lo tiene que hacer.»
Por el momento, su candidata a presidir la Assemblea Nacional Catalana ha quedado lejos de conseguirlo. Los resultados fueron: Elisenda Paluzie, 63 votos; Montse Soler, 10 votos; en blanco, 1. Canadell, condescendiente, «indica que Paluzie puede seguir liderando la entidad si hace un cambio de rumbo y aprieta a los partidos independentistas».
Sobre su papel en la plataforma electoral promovida por Carles Puigdemont, «fuentes de JxCat consultadas por Nació Digital señalan que el presidente de la Cámara encaja dentro de los liderazgos nuevos que se quieren promover de cara a la nueva etapa de la formación, ya sea en unas listas electorales o en un futuro ejecutivo. Uno de los motivos principales es haber sido capaz de ganar en un ámbito, la Cámara, donde el independentismo no tenía peso orgánico.».
Joan Canadell, que se considera «un hombre de acción», tiene lo que hay que tener en este momento, ya que considera que el papel a jugar por Puigdemont es indiscutible: «Es el valor que encarna la República, no tengo ninguna duda.»
El bucle populista
Francesc-Marc Álvaro en La Vanguardia —El bucle y la ANC— recuerda que Elisenda Paluzie «militó en ERC, donde formó parte de la corriente que lideraba Uriel Bertran». Añadamos que esa corriente, Esquerra Independentista, acabó formando parte del breve partido Solidaritat Catalana per la Independència, que el 2010 consiguió cuatro diputados en el Parlamento catalán, en buena parte porque uno de ellos era el ex presidente del FC Barcelona Joan Laporta.
Y emite un malévolo juicio sobre la reelegida presidenta de la Assemblea Nacional Catalana: «Al lado de activistas sin adscripción, la cúpula de la ANC ha servido de escaparate a algunos náufragos de la lucha partidista que, como Paluzie, han convertido en discurso su experiencia fallida en el interior de los partidos. Una parte de la complicada relación de la ANC con las fuerzas independentistas hoy en el Govern tiene que ver con esta circunstancia personal, aparte del sesgo populista que el procés ha presentado, con más o menos intensidad y crudeza, desde el 2012.»
¿Va a ser que en el juego de puertas giratorias de la política hay quienes encuentran acomodo en la empresa privada y otros, en Cataluña, se instalan en la mal llamada sociedad civil?
Añade Álvaro que «Paluzie —como Forcadell ayer— es la guardiana de las esencias del procés por la combinación de dos factores: la capacidad enorme de movilización de la ANC y la actitud sumisa de los partidos independentistas, que intentaban influir sobre la entidad civil, pero que, al final, se doblegaban a los planteamientos que surgían del clima de las calles.»
La capacidad de movilización está fuera de dudas, la han demostrado durante años, pero el papel de «guardiana de las esencias» de quien preside la ANC es más que discutible. Tanto como su representatividad. Informa Nació Digital que en estas últimas elecciones al secretariado nacional hubo 8.876 votos, un 19,73% del censo.
¿Realmente los partidos «se doblegaban» ante la ANC, o esta organización no es más que una correa de transmisión de lo que los partidos han decidido previamente? No es difícil comprobar que la división entre los partidos independentistas tiene un reflejo directo en el interior de la, así llamada, «entidad soberanista».
Concluye el artículo mencionando lo del «50% + 1 de los votos»: «Paluzie quiere convertir los futuros comicios autonómicos en plebiscitarios, como las elecciones del 27 de septiembre del 2015 (…) La guardiana de la ortodoxia unilateralista exige repetir un truco que falló. Y seguir dentro del bucle». Desde luego, no se puede decir que sea la única.
Cada día más virtuales
David González, en El Nacional, se pregunta cómo será la Diada en el año del coronavirus. Aunque dice que «es pronto para sacar conclusiones», su conclusión es que «la pandemia ha suprimido de un plumazo a las multitudes cabreadas de las calles». Es un artículo que trasluce una cierta nostalgia por lo vivido así como una visión de conjunto muy confusa, en la que mezcla fenómenos de muy distinta naturaleza: «La década que empezó con el 15-M, Occupy Wall Street, las primaveras árabes y la revuelta catalana, movimientos “revolucionarios” a los que se añadieron más tarde el #MeToo, los chalecos amarillos y las protestas de Hong Kong, acaba con actos políticos semidesiertos y candidatos con mascarilla sanitaria.»
Seguidamente nos presenta un panorama desolador del momento que vivimos, aunque el primer elemento de su lista no es de una gravedad suma: «Nadie, ni siquiera la ANC, sabe cómo será la próxima Diada, por primera vez en ocho años»; en caso de un «Gran Rebrote», «perderemos de nuevo a los abuelos ante las puertas cerradas de los hospitales levantados con sus impuestos; si «las calles vuelven a rebosar de gente» es porque «el sistema (…) aún no se puede permitir vaciarlas del todo»; la implantación del teletrabajo es «un claro indicador de que el capitalismo telemático ha venido para quedarse»…
Concluye con la afirmación de que «ya no somos los mismos que antes, todos somos desde ya un poco más virtuales», y la exposición del dilema que tenemos planteado «entre la operación salvamento de la economía en la UCI que deja la crisis sanitaria y la congelación de los derechos políticos, empezando por el de cuestionar el modelo económico —y político y científico— que aún no ha sido capaz de vencer al virus». Nuestro modelo económico ha vencido muchas enfermedades, pero no todas. Y por más que lo cuestionemos no accederemos a la inmortalidad el año que viene. Por otra parte, ¿qué derechos políticos han quedado congelados? El de implementar repúblicas en cuatro calles tampoco estaba antes.
Churchill nos inspira
Siempre con argumentos rebuscados para levantar la moral, Vicent Partal encuentra inspiración para proseguir con el proceso a la independencia ni más ni menos que en Churchill: La naturalesa del conflicte.
«Cuando Churchill toma la decisión de ir a la guerra, hasta el final, contra Hitler y la Alemania nazi, en el Reino Unido no eran pocos los partidarios de negociar con el dictador alemán, incluso de llegar a acuerdos. Churchill corta de raíz el debate introduciendo un factor clave: la naturaleza del conflicto. Afirma que divagar sobre si se puede llegar a acuerdos con Hitler o disminuir la voracidad de la guerra es un error trágico porque la naturaleza del conflicto no permite las medias tintas. Es un conflicto que sólo puede terminar con la victoria de unos o de otros porque los proyectos políticos son incompatibles, algo que (…) ya consta en el diccionario, pues la palabra “conflicto” significa “incompatibilidad de posiciones”.»
Proyectos políticos incompatibles, qué gran idea para aplicarla al momento actual en Cataluña, que es apocalíptico: «La represión continúa como una apisonadora, la de la Generalitat “efectiva” y los Mossos por un lado, deteniendo activistas de los CDR, vapuleando manifestantes, impidiendo actos, pidiendo meses de prisión… y la del poder judicial español por otro, pidiendo años contra el mayor Trapero, contra Jové y Salvadó, contra la mesa del parlamento y Mireia Boya, contra la sindicatura electoral, contra Laura Borràs, contra quien haga falta…»
Un consuelo ante tanta «represión y más represión»: «Se ve mucha desorientación, pero mucha firmeza también.» Sí, desde luego, uno puede ser firme en su desorientación. Y ver lo que nadie más ve, como que «todo lo que hicimos en 2017 ha tenido unas consecuencias enormes en España, la ha dejado tan trastornada que no encuentra la manera de convertir el conflicto que le enfrenta a Cataluña en una negociación, en un diálogo civilizado…»
Y como que «para ellos ya es cosa de vida o muerte», podrían intentar incluso un cambio de régimen, sólo para enredar a los catalanes: «Matar la monarquía para ver si un cambio en clave republicana en España despierta bastante ilusión en Cataluña.»
Están los que especulan sobre un «otoño caliente»; Partal, siempre impaciente, apuesta por el verano que ya está aquí: «En julio, tanto por la crisis de la monarquía, y por tanto del régimen, como por el retorno de la unilateralidad en el campo independentista, parece que será un mes muy intenso.» Sólo falta pedir sangre, sudor y lágrimas.