La censura de las propias ideas se puede producir por múltiples causas. En los medios, una determinante es la excesiva dependencia económica del dinero público o de algún anunciante o de algún gran acreedor. Este articulo hace referencia a una de ellas, la que se deriva de la llamada corrección política. Antes de entrar en el tema, un recordatorio a modo de introducción. En Cataluña, los contrarios a la independencia tenemos experiencia en sufrir el acoso del mainstream dominante , en nuestra tierra el independentismo. El acoso tiene dos objetivos, el primero criminalizar al disidente, caricariturizarlo, arrinconarlo, mediante métodos inquisitoriales. El segundo, consecuencia del anterior, acobardar, favorecer la espiral de silencio, la autocensura.
En Cataluña las cosas han cambiado a mejor en los últimos años gracias al esfuerzo de muchos de no callar, de superar el miedo al acoso en las redes, a las campañas de desprestigio personal. Con todo, continua habiendo muchas personas que aún se aplican la autocensura en este tema, dicen una cosa en público y en otra en privado, pero, sin duda, la espiral de silencio ya se rompió, lo que no quita que el nacionalismo-independentismo continúe siendo la ideología dominante en Cataluña.
La experiencia me sirve para afrontar una nueva inquisición ( véase la entrevista a Axel Kaiser), la derivada de la corrección política, que se manifiesta en temas como el debate sobre la ideología de género, la inmigración, la maldad intrínsica del hombre blanco heterosexual , y cada vez más también la mujer, o la utilización de la neo lengua que se pretende implantar. Se trata de evitar un debate racional, de no permitir el más mínimo matiz a lo políticamente correcto. Cualquier objeción, por matizada que sea, te convierte en fascista , en amparador de la violencia contra la mujer, en racista o en homófobo. La cuestión es grave por un motivo doble. Primero, como ya he dicho, hace muy difícil un debate racional, sosegado, matizado. Segundo, porque en la práctica favorece una reacción contraria a lo que de justo tienen reivindicaciones como el feminismo, la lucha contra el racismo o la defensa de los derechos de todas las personas. El triunfo electoral de Trump , por ejemplo, tiene mucho que ver con estas actitudes.
Estos días estamos viendo un paso más en esta fiebre victimista e inquisidora: el revisionismo histórico, siempre sectario, que ha llevado a descatalogar películas, quitar estatutas, o censurar libros. La fiebre ha llevado a cuestionar la representación de obras de Shakespeare o la figura de Churchill, por poner sólo dos ejemplos. ¿En qué se diferencia esta actitud de la de los yihadistas , o de las hogueras de libros de los nazis? En nada. Bueno, los defensores de la corrección política dirán que ellos son los buenos, que hay que acabar con el mal. Exactamente lo mismo que pensaban los inquisidores o los fanáticos de toda índole.
Frente a esta ola neo inquisidora la única respuesta es no callar. No amedrentarse. No caer en la autocensura, objetivo que pretenden para imponer sus ideas. Defender los principios de la Ilustración. No hay otra. Esta en juego un modelo de sociedad, susceptible de mejoras y reformas, pero que ha permitido los mayores avances en los derechos individuales y colectivos de la historia. Su agenda es política. Y por eso hinchan sus críticas a Occidente pero callan las atrocidades en el resto del planeta. Y hacerlo sin complejos. El victimismo, la incitación al odio, la negación del pluralismo, de la presunción de inocencia, el juicio sumarísimo de la historia de forma selectiva, el condicionamiento de la información veraz y el radicalizar hasta el paroxismo causas inicialmente justas, no es ser de los buenos, aunque presuman de ello.
