La escuela catalana es un modelo de éxito, nos dicen siempre, pero también coincide todo el mundo en que no está bien financiada. Ramon Font, portavoz del sindicato de enseñantes USTEC-STEs, se queja en Nació Digital Les lliçons educatives del coronavirus— de la falta de recursos que padece el sistema educativo, que se hace más patente en estos momentos de crisis sanitaria: «No se ha contratado más profesorado para nada. Se nos pide acabar el curso telemáticamente abriendo los centros educativos, y aún hay quien se extraña por considerarlo una apertura de mínimos. Por no gastar, no se han gastado ni los mínimos recursos, que no supondrían ni un millón de euros, para tener los EPIs adecuados en un contexto en el que mantener la disciplina del distanciamiento social es inaplicable.»
Sobre el curso que viene, la perspectiva no es muy halagüeña: «Si se quiere reducir las ratios a la mitad, la cifra de nuevo profesorado deberá estar más cerca de 100.000 que de los 9.000 que anunció el sábado 6 de junio la portavoz del Gobierno (…) Las nóminas de estos 100.000 docentes costarían 4.000 millones de euros. Esta inversión llevaría nuestro sistema educativo a gastar el 4% del PIB, lejos aún del 6% que pide la LEC [Ley de Educación de Cataluña] para el departamento de Educación, en consonancia con los países de nuestro entorno.»
Dejando a parte otros asuntos que trata en su artículo, como el muy cuestionable rechazo de la elección de centro, Ramon Font refleja la legítima preocupación de padres y maestros ante la apertura de centros y los planes del consejero Bargalló para el próximo curso:
«Todo el mundo ha visto que el discurso de las autoridades sanitarias ha presentado como certeza lo que finalmente no lo era. Primero, que el Mobile World Congress se podía hacer sin ningún tipo de problema sanitario; Quim Torra, Pere Aragonés y Ada Colau diciendo que se podía celebrar con garantías sanitarias. Por suerte, las empresas estaban mejor asesoradas que nuestros políticos y se fueron retirando. Después, que este virus era como una gripe. Más adelante, que no había que cerrar los centros, que había que ir siguiendo la trazabilidad de los contagios y sobre todo lavarse las manos con jabón. Ahora dicen que los niños no contagian y desde la secretaría de Salud Pública hacen llegar un documento que dice que propone dos grandes medidas. Atención: que las personas con síntomas no pueden ir a los centros (como si las asintomáticas no contagiaran), y que los niños deben ir con el calendario vacunal al día (como si la vacuna del coronavirus existiera). Experimentos con gaseosa, con nosotros no y con las personas a cargo nuestro, tampoco.»
Las autoridades catalanas, ¿saben realmente lo que están haciendo, o van improvisando a ver qué pasa?
Hacia el tercer tripartito, pero más a la izquierda
Pere Martí, en Vilaweb, ve en el neonato Institut Sobiranies el embrión del tercer tripartito en el gobierno de la Generalitat.
Es un tópico de la política catalana afirmar que se mueve en dos ejes, el nacional y el social: por una parte, la tensión entre el Estado y el autogobierno, y por otra, la división habitual entre derechas e izquierdas.
Si bien es cierto que el proceso independentista ha «marcado la agenda política de la última época», no lo es tanto que haya «conseguido la hegemonía ideológica y política» —aunque la tenga en la mayoría de los medios catalanes— y menos aún «vinculando las conquistas sociales al logro del estado propio» —algo que pertenece al género de los cuentos de la lechera—.
«Pero la crisis del independentismo después de octubre de 2017, la falta de proyecto estratégico compartido y las luchas cainitas han abierto una brecha por donde algunos se proponen recuperar lo que ya se hizo hace veinte años y fracasó.» Se refiere Pere Martí a los gobiernos tripartitos entre socialistas, comunistas y ERC. Lo de que fracasaron es muy relativo: duraron siete años. Y no todo el mundo entiende que la alternancia sea una mala noticia.
Institut Sobiranias aglutina líderes de la CUP y de los llamados «comunes» —término que parece una abreviación de comunistas—,
y cuenta con la ausencia de socialistas y la presencia discreta de ERC, ahora con la incorporación de Joan Tardà. No hay duda de que «el objetivo no es contribuir a la unidad del independentismo, sino profundizar en la división ideológica entre derechas e izquierdas».
Concluye Pere Martí que «la suma de ERC, comunes y la CUP no se puede descartar después de las elecciones catalanas, sobre todo teniendo en cuenta el enfrentamiento permanente entre ERC y JxCat». Descartar, lo que se dice descartar, no se puede descartar nada; pero, aunque sólo es una encuesta, esa suma (56) parece estar aún lejos de la mayoría absoluta (68).
El socialismo como remedio peor que la enfermedad
Como si no estuviésemos bastante asustados, Sergi Picazo nos presenta en el Crític la Cataluña postcovid del año 2024, un relato apocalíptico: «Aquel maldito coronavirus —y los dos rebrotes en los dos años siguientes— destruyeron los cimientos de nuestras vidas, y provocaron un sufrimiento social enorme. Decenas de miles de muertos durante todo un año, una generación con secuelas de salud extrañas por culpa del virus, colas para pedir alimentos subvencionados y cientos de jóvenes dejando los estudios, ya que lo de la educación online no funcionó. Mucha gente, con un paro que lleva años subido al 30%, vive ahora con los 500 euros del ingreso mínimo vital.»
Parece que una epidemia tenga que tener como salida inevitable un régimen socialista, y no es así. Un cierto racionamiento de productos alimentarios en momentos críticos nunca es descartable, pero las colas
Ante los economatos del gobierno es algo que no tiene por qué suceder si no es por malas decisiones políticas. La educación online hace años que funciona y bien, y puede ayudar a evitar desplazamientos y a disminuir costes; no hace falta un virus para descubrirlo. Un ingreso mínimo vital es una medida temporal y excepcional; si se eterniza, sólo servirá para desincentivar el trabajo y crear un segmento de población adicto a las ayudas y a disposición del régimen.
El escenario que presenta Sergi Picazo de aumento de la supervisión sanitaria y del control de movimientos, en buena parte ya existía y esta pandemia servirá para que se consideren más necesarios, pero el escenario alternativo que nos propone es, en algunos aspectos, aún peor que lo que estamos viviendo y viendo venir.
Por ejemplo: «Las tiendas de barrio y de pueblo volvieron a tener más clientes que los centros comerciales, donde la gente tenía miedo de contagiarse.» El miedo no suele ser buen consejero para tomar decisiones económicas. Por otra parte, la amenaza que pesa sobre el pequeño comercio no son los grandes centros comerciales sino la distribución a domicilio.
«Como las ciudades densas eran consideradas zonas de riesgo, muchos barceloneses repoblaron zonas del interior de Cataluña que habían sufrido un proceso de vaciamiento.» Buena idea, si va a acompañada de actividad productiva.
«Ahora, cuando queremos hacer algún viaje en coche, lo alquilamos a la nueva Cooperativa Coche Compartido, que tiene parkings subterráneos para coger y dejar el vehículo por toda Cataluña: mucho más barato, más práctico y más ecológico.» ¿Como Hertz? No, ha de ser compartido. Al parecer se acabaron los desplazamientos individuales, como toda iniciativa privada. Seguramente habrá que presentar una instancia argumentando los motivos del viaje, con semanas de antelación.
«Para reducir el paro, el Gobierno instauró la nueva Jornada de 30 horas semanales y sólo se trabajaban cuatro días (el fin de semana era de tres días) manteniendo los sueldos.» ¿Alguien en su sano juicio puede creer que esto funcionaría?
Habrá un «Sistema Alimentario Público, como la sanidad y la educación, que tiene comedores públicos, compra alimentos con centrales públicas directamente a los agricultores y los vende a través de la Red Catalana de Supermercados Cooperativos» y «SEAT apostó por producir bicicletas de bajo coste en sus cadenas de montaje y tiene ahora una de las marcas más conocidas en Europa.»
Seremos la envidia de Corea del Norte.