Aunque Simón, director del Centro de Coordinación de Alarmas y Epidemias Sanitarias (CCAES), e Illa, ministro de Sanidad, continúan esforzándose en retorcer las cifras para restar importancia -doblegar la curva, lo llaman eufemísticamente- a cualquier información perjudicial para el gobierno de Sánchez, no podrán borrar la funesta estela que está dejando su gestión de la crisis. De momento, las alforjas de Sánchez están cargadas con más 24.000 muertos oficiales y más de 42.000 sanitarios infectados, aunque tenemos la certeza de que los fallecidos por COVID-19 sobrepasan holgadamente la cifra oficial de fallecidos reconocidos como víctimas de la epidemia. Y quiero pensar que al menos con esta pesada carga en el pollino, Sánchez, adalid de la memoria histórica selectiva, no se atreverá a seguir adelante con su plan de organizar un homenaje a las víctimas ocasionadas por la imprevisión y la caótica gestión de la crisis realizada por su gobierno.
Contrariamente a lo que reza el eslogan gubernamental, esto no lo vamos a parar entre todos: lo están parando los esfuerzos denodados del personal sanitario que ha puesto en riesgo durante las semanas más agudas de la crisis su salud y la de sus familiares para mantener funcionando el sistema hospitalario y los centros de atención primaria, en condiciones muy precarias, sin trajes de protección para minimizar la probabilidad de contagio y sin equipamiento adecuado para atender a los infectados más graves. A todos ellos, hay que sumar la labor silenciosa de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y de todos aquellos trabajadores que han proporcionado a los ciudadanos confinados seguridad y los productos necesarios para continuar con nuestras vidas. Gracias a todos ellos.
Argucias para doblegar curvas
Un artículo de V. Gil, publicado en esdiario el 24 de abril, sostiene que «el covid ya mataba masivamente en febrero» en España, como «confirman un aumento en torno al 40% de las muertes registradas por infecciones respiratorias respecto al mismo período de 2019 y a los años anteriores». La acusación puede parecer exagerada, pero otro artículo de J. Burn-Murdoch, V. Romei y C. Giles y publicado en Financial Times el 26 de abril, alertaba que la cifra de fallecimientos ocasionados por el coronavirus en 14 países podía ser 60% superior a la cifra de muertes oficialmente atribuidas a la epidemia por sus gobiernos. En todos los países examinados salvo Dinamarca, las cifras de fallecimientos superaban en porcentajes significativos las muertes habituales registradas en las mismas fechas de años anteriores, ocupando Italia y España posiciones destacadas con porcentajes de exceso de mortalidad de 90 y 51 por ciento, respectivamente, hasta el 26 de abril.
Sacar de las estadísticas a unos cuantos miles de muertos para blanquear las cifras, aduciendo que sus muertes no pueden achacarse al coronavirus por no haberse realizado las pruebas de detección en vida o autopsias pertinentes tras el fallecimiento, es una de las argucias empleadas por los ministros y asesores «científicos» a los que Sánchez ha convertido en domadores de curvas. ¿Realmente han sido así de burdos? Veámoslo. El 28 de marzo, el Consejo General de Colegios Médicos emitió un comunicadodirigido a todos sus colegiados en el que «siguiendo las directrices del Ministerio de Sanidad y del Ministerio de Justicia, en relación a las Certificaciones de Defunción de fallecidos por causas naturales, y en especial en los casos con Covid-19 o sospecha de infección» se les instruía que el certificado de defunción sólo podría incluir la expresión «COVID-19 CONFIRMADO» en «los casos de COVID 19 confirmado mediante test de laboratorio». Con esta simple instrucción, quedaban excluidos de la estadística oficial todos los fallecidos en cuyos certificados figuraran expresiones tales como «COVID-19 NO CONFIRMADO», «SOSPECHA DE INFECCIÓN POR CORONAVIRUS», «fallo multiorgánico», «distrés respiratorio» o «insuficiencia respiratoria aguda». Una impúdica estratagema que denota la falta de interés del gobierno de Sánchez por dilucidar las causas de la muerte de los fallecidos y por seguir el rastro a la difusión de la epidemia entre los vivos.
Los hechos son bastante rotundos. El sistema de monitorización de la mortalidad (MoMo) diaria del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) proporciona estimaciones de mortalidad en base a la experiencia acumulada desde 2008 hasta 2019, cifras que se pueden contrastar con las de mortalidad observada. El Cuadro 1 presenta los datos recogidas en el último Informe MoMo. Situación a 29 de abril de 2020. Como puede observarse en la cuarta columna del cuadro el exceso total de muertes observadas sobre las estimadas por el ISCIII entre el 17 de marzo y el 28 de abril ascendió a 30.662, lo que supone (véase, la quinta columna) un exceso de muertes de 64,64%. Dicho con otras palabras, en cada uno de los 42 días transcurridos entre el 17 de marzo y el 18 de abril se produjo un exceso 730 fallecimientos en números redondos en España. Insisto, cada día morían 730 personas más de las que cabía esperar a la luz de lo que había sido habitual en años anteriores. Cuadro1. Muertes observadas y estimadas y exceso de muertes en España entre el 17 de marzo y el 28 de abril de 2020
Obsérvese también que el exceso de muertes se concentra en los grupos de edad 65-74 años y sobre todo en los mayores de 74 años. El exceso de fallecimientos en este grupo de mayores de 74 años nos dice que entre el 17 de marzo y el 28 de abril fallecieron 615 mayores de 75 años por encima de los 822 estimados por el ISCII.
El Gráfico 2 muestra con más detalle que el gráfico del Financial Times el enorme desfase que se ha producido entre las muertes observadas y las muertes estimadas en España entre la primera semana de marzo y mediados de abril. La línea negra muestra el número de defunciones diarias registradas hasta el 28 de abril y la línea azul la estimación central de fallecimientos estimados por el ISCIII. Pues bien, aunque es cierto que el exceso de fallecidos fue de 730 personas en media entre el 17 de marzo y el 28 de abril, el Gráfico 2 nos permite constatar que en los momentos más álgidos, segunda quincena de marzo y primera semana de abril, la cifra superó 1.200 en un solo día. Y de lo dicho en el párrafo anterior, podemos concluir que la mayoría de ellos eran mayores de 74 años. Una auténtica carnicería de nuestros mayores, Sr. Sánchez.
Gráfico 2. Mortalidad observada y esperada por todas las causas en España hasta 28 abril
Protocolos sanitarios y revisiones de datos
Como científico social, el gobierno de Sánchez y sus asesores «científicos» en esta crisis me merecen escasa credibilidad. Por ello, me he tomado la molestia de buscar el gráfico de mortalidad observada y esperada en España publicado el 20 de marzo. Es el que aparece aquí como Gráfico 3. Antes de comentarlo, quiero recordar que según se puede leer en las primeras líneas de los informes MoMo del Centro de Vigilancia de Mortalidad del ICSIII, «la información de mortalidad por todas las causas se obtiene de 3.929 Registros Civiles informatizados, correspondientes al 92% de la población española«. Las cifras de defunciones observadas en los últimos 28 días «se corrigen por el retraso en la notificación». Para empezar resulta inaudito que en registros informatizados el Ministerio de Justicia no tenga información en tiempo real y menos todavía que los retrasos en la notificación puedan producir alteraciones en las cifras de la envergadura que paso a comentar.
Gráfico 3. Mortalidad observada y esperada por todas las causas en España hasta 18 de marzo de 2020
Como el lector puede constatar, las cifras de defunciones observadas (línea negra) en el Gráfico 3 en el mes de febrero y hasta el 18 marzo, último día incluido en el gráfico, fluctúan entre 1.100 y 1.200 durante prácticamente todo el período, pero se desploman por debajo de 1.000 y se aproximan a 900 defunciones en los días previos al 18 de marzo. La pregunta que surge inmediatamente es por qué en el Gráfico 2 y en esas mismas fechas, en lugar del citado desplome que aparece en el Gráfico 3, las defunciones observadas aumentan sin cesar y llegan a sobrepasar 1.250. La única respuesta posible es que las cifras fueron posteriormente revisadas «por retraso en las notificaciones». Ahora bien, entre las algo más de 900 defunciones que aparecen en el Gráfico 3 publicado el 19 de marzo y las 1.250 reflejadas en el Gráfico 2, hay una diferencia de 350 fallecimientos. Diferencias de esta magnitud no son admisibles en ninguna Administración seria que está enfrentándose a una epidemia que está acabando con la vida de centenares de seres humanos todos los días.
Protocolos incumplidos
Otro hecho sobre el que quiero llamar la atención son los Informes Covid-19 que el ISCIII publica cada 2 ó 3 días. El último Informe publicado en la página de internet es el Nº 28 que apareció el 28 de abril y el primero disponible el Informe Nº 3 publicado el 28 de febrero. Resulta francamente sorprendente y extraño que los dos Informes Nº 1 y Nº 2 no estén disponibles en la página. En todo caso, los 6 informes publicados entre el 28 de abril y el 13 de marzo permiten hacerse una idea de la evolución de la epidemia en esos días en que los responsables de nuestra salud nos tranquilizaban asegurando que en España no se producirían más que unos pocos casos y descartaban adoptar medidas preventivas para preparar el sistema hospitalario y asistencial.
En la introducción al Informe Nº 3 de 28 de febrero se indica que «el CCAES y la Ponencia de Alertas, Planes de Preparación y Respuesta ha realizado un Protocolo de actuación ante la aparición de posibles casos sospechosos en España (actualizado a 27 de febrero de 2020), que incluye medidas para la detección temprana, vigilancia epidemiológica, prevención de la transmisión persona a persona y seguimiento de contactos. Dentro de este protocolo queda recogido el Formulario de Notificación ante un caso en investigación o confirmado de infección por el nuevo coronavirus, cuya información se envía desde las CCAA al CNE y al CCAES, así como las indicaciones para el envío de muestras al CNM«. Todo parecía, por tanto, estar controlado y nuestro sistema sanitario preparado para realizar la detección temprana, prevenir la transmisión persona a persona y hacer el seguimiento de contactos.
El citado Informe Nº 3 de 28 de febrero, cifraba en 34 el total de casos confirmados de los que 5 de ellos eran personas mayores de 65 años, las más vulnerables. En el Informe Nº 5 de 3 de marzo, el total de infectados confirmados era ya 123 y 23 los confirmados mayores de 65 años. La cifra de casos confirmados en el Informe Nº 7 de 9 de marzo el número de casos probables y confirmados se disparaba a 999, de los que sólo 217 se consideraban confirmados y sólo 53 eran mayores de 65 años. En el Informe Nº 9 de 13 de marzo, el número de casos probables y confirmados era de 4.209 de los que sólo 432 se daban por confirmados y 65 correspondían a mayores de 65 años. Menciono estos informes publicados antes de declarar el estado de alarma el 14 de marzo para extraer dos conclusiones importantes. Primera, la epidemia se estaba expandiendo sin control alguno a finales de febrero y comienzos de marzo. Segunda, el supuesto protocolo de actuación que incluía la detección temprana, la prevención de transmisión persona a persona y el seguimiento de contactos se incumplió de manera flagrante. Aproximadamente, 14 días después de dicho incumplimiento, en la segunda quincena de marzo, el exceso de defunciones observadas sobre las estimadas superaba las 1.500 personas diarias. Una catástrofe humanitaria, Sr. Sánchez.
Una gestión nefasta de la crisis
Se mire como se mire, la gestión realizada por el gobierno de Sánchez ha sido nefasta desde el punto de vista de la eficiencia e impúdica desde un punto de vista moral: improvisación, incompetencia, soberbia y hasta mala fe, cualquier cosa para tratar de escurrir el bulto. Como científico social, denuncio la la falta de previsión exigible a unos gobernantes que alardean de estar al frente de una de las primeras potencias económicas y de contar con uno de los mejores sistemas sanitarios del mundo. El análisis que he realizado en este artículo demuestra no sólo que el gobierno de Sánchez no preparó al sistema sanitario y asistencial para hacer frente a la epidemia ni cumplió los protocolos establecidos por el propio gobierno: detección precoz, prevención de la transmisión persona a persona y seguimiento de los contagios.
A ello cabría añadir, la ineptitud demostrada al adquirir material sanitario defectuoso que fue distribuido a las CC. AA. y la falta de transparencia a la hora de informar a los ciudadanos de la importancia de la epidemia y sus consecuencias mortales. Como decía Matesanz, responsable durante casi tres décadas de la modélica Organización Nacional de Trasplantes, ejemplo de coordinación, precisión y eficiencia, en una entrevista publicada en el diario El Mundo el 30 de abril, «antes del 8-M había sobrados indicios para tomar en serio el peligro», indicios que fueron ignorados por el gobierno de Sánchez que no adoptó ninguna medida mientras la epidemia se estaba fraguando en las últimas semanas de febrero y en la primera semana de marzo la catástrofe humanitaria que estamos todavía hoy padeciendo. El Covid-19 mata, pero no tengo ninguna duda de que en torno a 20.000 muertes y decenas de miles de casos podrían haberse evitado de haberse gestionado la crisis con eficacia.