Casi la única vertiente luminosa de la terrible crisis del coronavirus que está asolando la sociedad y la economía españolas es el ejemplo de servicio, rayano tantas veces con el heroísmo, de los profesionales del sistema sanitario, de los cuidadores en los centros de mayores, de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, y, en general, de todas aquellos trabajadores anónimos que acuden a su puesto de trabajo cada día para cubrir las necesidades básicas de todos los ciudadanos que permanecemos confinados en nuestros hogares. Contrasta su modélica actuación con la imagen del Gobierno de España al completo, cuyas responsabilidades en la gestión de la crisis están tratando de envolver tras una cortina de humo fabricada con buenas palabras y la promesa de un plan de reconstrucción de la sociedad y la economía española al que invitan a sumarse al resto de fuerzas políticas.
Las ruedas de prensa con que nos castigan a diario el presidente y sus ministros resultan sencillamente insoportables por la incontinencia verbal de la que hacen gala casi todos ellos para eludir contestar a las preguntas incómodas, y su impúdico empeño en exhibir su dolor por las víctimas y la transparencia informativa. Contestaciones y compromisos vacíos que cuando se contrastan con la cruda realidad caen por su propio peso. Por incontinencia verbal y vaciedad discursiva destaca la ministra de Hacienda y «portavoza» del Gobierno que en ambas facetas le pisa los talones al propio presidente, si acaso no le supera. En su comparecencia tras el Consejo de Ministros el 7 de abril, a la pregunta de si el gobierno había cometido algún error, la ministra despachó el asunto con un «si hubiéramos sabido ». La cuestión, Sra. Montero, no es si ignoraban lo que iba a ocurrir sino si deberían haber sabido y haber adoptado medidas para hacer frente a lo que se nos venía encima.
¿Gobierno ignorante o doloso?
Tampoco Illa, el funerario ministro de Sanidad, aunque más contenido que otros de sus colegas, se salva de la quema. En sus comparecencias en televisión o en el Congreso, hemos tenido oportunidad de escucharle reiterar que todas las decisiones del Gobierno se han ajustado a criterios técnicos y a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), y que se están haciendo todos los esfuerzos posibles para salvar vidas. Sr. Ministro: aunque como ya sospechábamos el número de muertos ocasionado por el coronavirus es bastante superior a las cifras que ofrece su Ministerio, resulta que incluso con las cifras oficiales España presenta la tasa de mortalidad por millón de habitantes más alta del planeta (330 el 10 de abril) y una de las más altas en términos del total de casos registrados (10,1%). ¡Un poco de respeto a los miles de víctimas!
Falta usted también a la verdad cuando afirma que el gobierno de Sánchez ha seguido criterios técnicos y todas las recomendaciones de la OMS. El informe con los resultados de la misión conjunta de la OMS y China sobre el coronavirus-19 fue completado el 24 de febrero, 19 días antes del 14 marzo en que el presidente Sánchez declaró el estado de alarma y el gobierno adoptó las primeras medidas. En dicho informe, se detallaba la evolución de la epidemia desde su inicio en la prefectura de Wuhan el 30 de diciembre cuando se detectó el virus al analizar las muestras de un paciente fallecido a causa de una neumonía. El informe indicaba que la enfermedad se propagaba con gran rapidez y se detallaba y avalaba las estrictas medidas adoptadas por el gobierno de China para detectar los focos de contagio y seguir el rastro al proceso de transmisión. En concreto, alertaba de que entre 1% y 5% de los contactos de un infectado eran posteriormente confirmados como positivos en laboratorio y situaba el número medio de casos nuevos causado por un infectado, denominado R0, entre 2 y 2,5., aunque es posible que esa cifra estuviera sesgada a la baja por las drásticas medidas de contención adoptadas. El estudio elaborado por cuatro investigadores del Laboratorio Nacional de Los Álamos en Estados Unidos, publicado el 7 de febrero de 2020, situaba el R0 del nuevo 2019-nCoV en el intervalo 4,7-6,6.
El Gráfico 1 muestra la curva epidémica de los casos confirmados en Wuhan hasta el 20 de febrero con datos proporcionados en tiempo real por los médicos al Sistema Nacional de China de Información de Enfermedades Infecciosas. El 3 de enero las autoridades cerraron el mercado de animales vivos que se apuntaba como foco inicial de la epidemia, y el 23 de enero, esto es, 25 días después del primer fallecido, establecieron un estricto cordón sanitario en torno a la prefectura de Wuhan. El 20 de febrero había en Wuhan 56.648 casos confirmados de un total de 75.465 casos en China. El gobierno chino adoptó un conjunto de medidas de control que incluían la identificación y aislamiento e imposición de distanciamiento social a todos los casos confirmados y a sus contactos para impedir la transmisión de la enfermedad a escala nacional. Además, se pusieron en marcha más de 1.800 equipos de epidemiólogos, integrados por al menos 5 miembros cada uno de ellos, con el fin de rastrear exhaustivamente nuevos focos y los canales de transmisión, empleando para ello toda las artillería de las nuevas tecnologías.
Con estas drásticas medidas, el gobierno chino logró frenar con rapidez la expansión de la epidemia en Wuhan/Huabei y evitar su propagación al resto del territorio nacional, como prueba el hecho de que casi todos los casos en el resto de provincias fueron importados. Como puede observarse en el Gráfico 1, el número de casos iniciados en la tercera semana de enero cuando se impuso el control sanitario era cerca de 10 veces mayor que los registrados en los últimos días en que se completó el informe en la tercera semana de febrero. China acertó al establecer un cordón sanitario para contener la epidemia en la prefectura de Wuhan y al poner en marcha en pocos días dos nuevos hospitales (Hospital Huoshenshan y Hospital Leinshenshan) ya operativos el 3 y 5 de febrero para poder atender a la avalancha de infectados que habían desbordado la capacidad hospitalaria en las últimas semanas de enero. Las cifras disponibles el 10 de abril avalan el éxito de las medidas adoptadas en China: 3.336 muertos de 81.907 casos totales con una tasa de mortalidad (muertos/casos) de 4,1%, 77.455 infectados recuperados, 1.116 casos todavía activos y sólo 42 casos nuevos.
Gráfico 1. Curva epidémica de casos confirmados en Wuhan diciembre-febrero 2020
Nota: «date onset» es la fecha de inicio y «date of report» fecha registrada.
¿Ignorancia o inacción dolosa?
Contra lo que el presidente Sánchez y la mayoría de sus ministros sostienen para eludir sus responsabilidades, los expertos del gobierno conocían (o deberían haber conocido) en la tercera semana de febrero la rapidez con que la infección podía extenderse por todo el territorio y su elevada letalidad potencial, dos circunstancias que se podían acentuar y agravar en caso de no adoptarse medidas preventivas ni proveer a los centros hospitalarios y a las residencias de mayores con los medios materiales y humanos adecuados para afrontar la expansión del contagio. En España, el primer caso de coronavirus se produjo el 31 de enero y el primer fallecimiento ocurrió el 13 de febrero y los responsables «técnicos» no sólo no previnieron a la población en las semanas siguientes sino que se dedicaron a tranquilizarla. El 31 de enero, el director del Centro Nacional de Coordinación de Alarmas y Emergencias del Ministerio de Sanidad declaraba que «España no va a tener, como mucho, más allá de algún diagnosticado» y que esperan que «no haya transmisión local y en ese caso sería muy limitada y muy controlada». Y el 23 de febrero, Simón nos confortaba de nuevo afirmando que «no hay virus en España pero estamos preparados para activar los protocolos». Pues bien, haberlo lo había y sobre los protocolos para contener la propagación qué podemos decir, bien no se activaron o fueron inefectivos.
El Gráfico 2 muestra que el número de casos diarios por fecha de inicio de síntomas se situó a partir del 3 de marzo 9 días después de la precitada declaración de Simón por encima de 1.000 casos, superó 1.500 el 7 de marzo y 4.000 el 13 de marzo, una cifra que China, como el Gráfico 1 permite comprobar, sólo alcanzó en el momento más álgido de la epidemia.
La infección se estaba extendiendo sin control a gran velocidad en la sociedad española y como el Gráfico 3 confirma el pico del número de casos por fecha de inicio (barras azules) se produjo precisamente el 9 de marzo, 5 días antes del 14 de marzo cuando el gobierno declaró el estado de alarma el 14 de marzo y puso en marcha las primeras medidas de confinamiento. La inacción del gobierno entre el 13 febrero y el 13 de marzo facilitó la expansión desbocada de la epidemia y provocó el desbordamiento de los centros hospitalarios en la segunda quincena de marzo, las elevadas tasas de contagio del personal sanitario que no dispuso del material de protección adecuado, la propagación de infección a los centros de mayores en la segunda mitad de marzo y las elevadas cifras de fallecimientos en hospitales y centros de mayores. La situación en la mañana del 10 de abril atestigua la magnitud de la tragedia vivida por la sociedad española: 157.022 casos detectados, 15.843 muertos contabilizados, 55.668 recuperados y 85.511 casos activos, más de 20.000 sanitarios infectados, la tasa de mortalidad por millón de habitantes más alta del mundo (339) y una tasa de mortalidad sobre caso detectados de 10,1%. Un cuadro dantesco.
Gráfico 3. Tasa media de crecimiento del total de casos en España
Valoraciones y recomendaciones de la OMS
El citado informe de la OMS afirma que, en la lucha contra un virus desconocido, el gobierno chino «ha desplegado quizá el esfuerzo de contención más ambicioso, ágil y agresivo de la historia», combinando medidas genéricas a nivel nacional con otras más tecnológico-científicas de ámbito regional y local orientadas a localizar los focos de la epidemia y contener su expansión, y revisándolas continuamente para mejorar su eficacia. Esta actuación decidida y audaz permitió «cambiar el curso de una epidemia fatídica que avanzaba con gran rapidez». Y pese al interés en volver a normalizar cuanto antes la actividad económica, el gobierno chino adoptó una estrategia muy estricta que priorizaba «la necesidad de reaccionar inmediatamente ante cualquier caso o brote de COVID-19″.
El informe incluía también recomendaciones dirigidas a países con casos importados y a los todavía no infectados. A los primeros, les aconsejaba «activar inmediatamente los protocolos de gestión de respuesta nacional al máximo nivel», priorizar la búsqueda de todos los casos y contactos y someterlos a cuarentena, educar al público para concienciarlo de la gravedad de la epidemia y el papel que podían desempeñar en su transmisión, y aumentar la vigilancia para detectar las cadenas de transmisión del COVID-19 realizando tests a todos los pacientes con neumonías atípicas, problemas respiratorios o enfermos de gripe y SARI. A los países todavía libres de la infección, les recomendaba prepararse para activar los planes nacionales de emergencia y poner a prueba los planes de preparación nacional, incorporando a los protocolos médicos los tests de detección rápida del virus, el aislamiento a gran escala de los pacientes infectados y la disponibilidad de equipos respiradores.
Gráfico 4. Evolución de los casos totales y casos activos en España
A la vista de lo ocurrido desde que se produjo la primera víctima por coronavirus en España, hay que concluir que el gobierno español y sus asesores médico-científicos no dedicaron demasiado tiempo a examinar la traumática experiencia en Wuhan/Huabei ni mostraron diligencia alguna a la hora de adoptar las medidas recomendadas por la OMS a los países con brotes importados o a los países todavía no infectados. Todo lo contrario, animaron a los ciudadanos a seguir con su vida cotidiana y no destinaron un solo euro a preparar el sistema hospitalario para dotarlo con los medios de personal, camas, tests de detección, respiradores, etc., necesarios para hacer frente a la epidemia con garantías.
Conclusión general
No sabremos nunca cuántas personas fallecidas podrían haberse salvado y cuántas infecciones de personal sanitario, miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, etc., podrían haberse evitado de haber adoptado el gobierno medidas preventivas para detectar los focos del contagio, contener su expansión al conjunto de la sociedad y reforzar el sistema sanitario. Nada se hizo antes de decretar el estado de alarma el 14 de marzo cuando ya la epidemia se había extendido sin control y se improvisaron compras de material y se empezaron a instalar centros hospitalarios de campaña. Los resultados al simular la evolución de la epidemia con tasas de contagio similares a las de los últimos 14 días resultan devastadores para el gobierno de Sánchez: se podrían haber salvado muchos miles de vidas.
De momento, el Gráfico 4 indica que con 85.511 casos activos queda un largo camino por delante. A la luz de la experiencia en Wuhan, se requerirían dos meses al menos con las medidas más estrictas para reducir los contagios y rebajar el total de casos activos a una cifra manejable. El gobierno de Sánchez ha decidido, sin embargo, relajarlas aprobando la vuelta al trabajo de actividades no esenciales el lunes 13 de abril, una decisión temeraria habida cuenta que la tasa de nuevos contagios en España es todavía 5,86%. Ya veremos cuáles son las consecuencias de esta medida en las próximas semanas. En todo caso, quiero aprovechar la ocasión para recordarle al presidente Sánchez que no fue ningún incendio lo que desató la pandemia, como afirmó en el Congreso el 9 de abril, sino una epidemia cuya virulencia era conocida a mediados de febrero y su gobierno prefirió ignorar durante varias semanas.