No pongo en duda la necesidad de que la población cumpla las normas. Tampoco que la policía haga su trabajo. Pero si quiero advertir, quizás sea una percepción mía injustificada, que nos estamos deslizando hacia una peligrosa tendencia a trasladar a los ciudadanos la culpa del imparable crecimiento de la pandemia, por el hecho que algunos individuos no cumplen estrictamente las normas de confinamiento. Proliferan las noticias de «presuntos criminales» que salen a correr en solitario, actividad no sólo permitida sino incluso recomendada en otros países, se reúnen seis vecinos para tomar el sol en su terraza, van dos personas en un coche, o quedan en un domicilio para hacer una «orgia». Vemos a probos individuos que, serían entusiastas seguidores de un régimen fascista, abonados a la delación y a un paso de tomarse la justicia por su mano.
No comparto la tendencia creciente a trasladar la responsabilidad de que los muertos sigan creciendo a los ciudadanos
Pero los ciudadanos no son los que expanden la pandemia por estos actos aislados, aunque deba pedírseles responsabilidad. La culpa de la pandemia es, en primer lugar, de un hecho natural como lo han sido todas, hasta ahora, en la historia de la humanidad. En segundo lugar, todo señala a la China, aunque ahora quiera lavar su imagen regalando mascarillas, por taparla inicialmente y no informar al mundo a su debido tiempo. En tercer lugar, y sin querer cargar las tintas porque es muy fácil criticar desde la barrera, por la ignorancia y la ineficacia de los políticos, todos, que primero menospreciaron el problema y, cuando ya era tarde, reaccionaron con unas medidas que, de momento, no dan resultados. En lugar de aprender de los países que habían sufrido el coronavirus del SARS y que reaccionaron con pruebas masivas y aislamiento y seguimiento de los positivos y concentración de esfuerzos en los centros de expansión del virus, residencias de la tercera edad y hospitales, aquí, me refiero a Cataluña, España, Francia, Italia, con una población envejecida y por tanto de alto riesgo, se ha optado por la solución más drástica y más costosa, aunque no parece la más eficaz: recluirnos a todos, después de haber ignorado el peligro durante semanas.
Acepto que su tarea no era fácil. Que a toro pasado todos somos sabios. Que llegados al punto en que estamos quizás no tenemos opciones alternativas al confinamiento total por ser demasiado tarde y carecer de medios y organización para cambiar de orientación en la lucha contra el virus. Pero no comparto la tendencia creciente a trasladar la responsabilidad de que los muertos sigan creciendo a los ciudadanos. Y veo una creciente tendencia a hacerlo. Cumplir las normas, pedir responsabilidad, respaldar a las autoridades, de acuerdo. Pero trasladar las responsabilidades y fomentar la delación, salvo en casos flagrantes y graves, no me parece lo más adecuado. Se empieza denunciando al vecino por pasear al perro más de la cuenta y, si las circunstancias políticas lo propician, se continúa denunciándolo por sus ideas políticas o por cualquier otra razón que reclamen las autoridades del momento.