El señalamiento de enemigos y el victimismo mezclado con el supremacismo son instrumentos habituales del nacionalismo. En Cataluña la técnica esta siendo utilizada con renovado entusiasmo con motivo de la crisis sanitaria que vivimos. Estos tres frentes constituyen las líneas estratégicas del Govern, que trata de aprovechar la lógica angustia de los ciudadanos para rearmar el discurso independentista y, en el caso de JxCat, para intentar revertir la ventaja que las encuestas dan a sus rivales de ERC en la lucha por la hegemonía nacionalista. La tradicional hispanofobia del nacionalismo se ha concentrado en ataques a Madrid, convirtiéndola en la culpable de todos los males. De forma indisimulada se atribuye a Madrid la propagación de la pandemia, como si el problema se hubiera originado allí y no fuera común a todo el mundo. Se magnifican los errores ajenos y se silencian los propios. Se busca trasladar a la opinión pública catalana la idea de que Cataluña es discriminada en el suministro de material sanitario con acusaciones de confiscaciones de material sanitario que han sido rebatidas de forma contundente por las autoridades sanitarias. Se pretende blanquear la actuación del Govern acusando de incompetente al Gobierno Central cuando la infravaloración de la pandemia ha sido común a todos los gobiernos desde el catalán, al español sin olvidar el americano, el ingles, o el chino, hay evidencias de que ocultó la existencia de la enfermedad durante meses, o el de la mayoría de países del mundo occidental. Se traslada la idea de que somos los mejores y que con la independencia el problema no existiría o se habría controlado sin problemas.
Se pretende blanquear la actuación del Govern acusando de incompetente al Gobierno Central cuando la infravaloración de la pandemia ha sido común a todos los gobiernos desde el catalán al chino
Todos los políticos tratan de sacar provecho de situaciones complicadas. Hasta un determinado punto es comprensible e inherente a la democracia. Pero todo tiene sus límites. Y como ocurrió con los atentados de agosto de 2017 a algunos se les ha ido la mano. No es una estrategia vencedora, la mayoría de los ciudadanos pide unidad y aparcar las diferencias, pero sirve para tratar de conservar a los fieles y como estrategia preelectoral. También debería servir para convencer a quienes desde el gobierno español han querido suavizar la naturaleza del golpe de estado de 2017, pensando que con el dialogo se solventaba el problema de fondo. La verdad es que el independentismo nunca ha mentido. ‘Lo volveremos a hacer» ha sido su slogan preferido. No hay voluntad de enmienda sino tan sólo la necesidad de rehacerse de su fracaso. De ganar tiempo y perpetuarse en el poder.
La duda razonable, vista la experiencia, es que si, pasada la crisis, desde el gobierno se recordará a quienes tienen enfrente y se actuará en consecuencia
Parece que la evidente deslealtad del independentismo podría, por fin, abrir los ojos de algunos y propiciar una reacción coordinada y sostenida desde el estado. La editorial de El País, diario progubernamental de referencia, tibio con el independentismo, «Fanáticos a coro» termina de forma contundente: «El coro de voces destempladas que se ha levantado desde el independentismo con ocasión de la crisis del coronavirus no los ha identificado como los demócratas europeístas que dicen ser, sino, a fin de cuentas, como los ultranacionalistas fanáticos que son». La editorial expresa el malestar gubernamental con el independentismo. Aunque los catalanes no independentistas lo sabemos desde hace muchos años, bueno es que, aunque tarde, otros abran los ojos. La duda razonable, vista la experiencia, es que si, pasada la crisis, desde el gobierno se recordará a quienes tienen enfrente y se actuará en consecuencia.