Según los titulares de los medios Arrimadas ha arrasado en las elecciones a compromisarios para la próxima Asamblea de Ciudadanos. Es así, pero no es esa la única lectura de las votaciones de este pasado fin de semana. Por ejemplo en Barcelona, la segunda provincia con más compromisarios (26) después de Madrid, la indubitada líder naranja ha obtenido el voto de entorno el 25% de la militancia y del 56% de los que fueron a votar. Estos resultados, para una lista con todo el apoyo del aparato del partido y la bendición explícita de líderes tan queridos entre los militantes naranjas en Cataluña como ella misma o el eurodiputado Jordi Cañas, deberían hacerla reflexionar. Ciudadanos no está para tirar cohetes.
Las encuestas, salvo el CIS, reflejan una caída constante de apoyo. En estas circunstancias, una Asamblea que, más allá de las discrepancias previas, no acabe con unidad e integración va a ser una losa demasiado grande que acabará de hundir una nave que hace aguas y que necesita un gran impulso para reflotarla. Arrimadas, de la que nadie duda de su brillantez y valentía, debería pulir una imagen de soberbia que ya perjudico a su antecesor. Y la mejor manera de hacerlo es mostrándose magnánima, integrando a los denominados críticos. Porqué pedir listas transversales y ser incapaz de integrar a los propios militantes que piden más participación de la militancia y/o defienden un posicionamiento de no entreguismo al PP, no parece coherente. Y sin coherencia , la credibilidad se resiente. Si se quiere integrar no hace falta renunciar a establecer una política de alianzas donde se considere necesario, ni hacer 17 PSC que las enmiendas de los críticos tampoco preconizan. Hay formulas transaccionales que seguro podrían ser objeto de consenso. Pero hay que querer, claro.
Inés Arrimadas tiene la fuerza necesaria para relanzar Ciudadanos. No parece lógico que se desperdicie con guerras internas. Salvo que el objetivo no sea mantener se como un partido reformista de centro si no acabar fusionándose con el PP. Legítimo, pero no querido por muchos de los militantes de su partido.