La sentencia del Tribunal de Justicia Europeo sobre la condición de eurodiputado de Junqueras, dictada a una petición del Tribunal Supremo, extemporánea e innecesaria, ha dado un triunfo moral indudable al independentismo en el momento de sus horas más bajas.
Aunque la sentencia es puramente técnica y no afecta al fondo del asunto, abre un escenario nuevo, todavía incierto, pero que, de entrada, dificulta el pacto PSOE-ERC, aleja el Tripartito en Cataluña y pone a Puigdemont a las puertas de Barcelona y, quizás, de volver a ser candidato a presidir la Generalitat. Otra posible consecuencia, limitable si el Parlamento otorgase el suplicatorio con celeridad, es que, en uno de los países más europeístas, España, crezca un movimiento antieuropeo capitaneado por VOX, bajo la alegre mirada rusa cuyos medios han sido los primeros en celebrarla la noticia. Europa parece querer hacerse el harakiri.
Los políticos españoles han dedicado a Cataluña un ratito de su tiempo, mientras el nacionalismo se ha ocupado de la cuestión las veinticuatro horas del día
Aunque el causante inmediato del desaguisado sea el juez Marchena, sería injusto achacarle la responsabilidad de la situación en que nos encontramos. La cosa viene de lejos. Una sucinta enumeración de las causas que nos han traído hasta aquí lo demuestra:
- Más de cuarenta años de cesiones al nacionalismo catalán permitiéndole apropiarse del nombre de Cataluña, dejándole incumplir, leyes y sentencias. Permitiendo la impunidad de la familia Pujol. Transigiendo con la hispanofobia, la agitación y propaganda, la apropiación de las Instituciones, el uso de la escuela para su ingeniería social.
- Aprobar un estatuto que la sociedad no reclamaba con evidentes contenidos inconstitucionales. Encabezar una manifestación de agravio,para salir por piernas, que legitimó el victimismo.
- Tolerar el 14N y, una vez celebrado, no estar en guardia permanente y continuar permitiendo que el independentismo hiciera lo que se le antojara.
- No intervenir drásticamente en septiembre de 2017 al aprobarse las leyes de desconexión, manifiestamente antidemocráticas, anticonstitucionales y antiestatutarias.
- No evitar el 1-O y, una vez iniciado, hacer actuar a los cuerpos de seguridad del estado tarde y mal, con la consecuencia, otra vez, de fomentar el victimismo tan querido por el nacionalismo.
- Aplicar un 155 inoperante y convocar elecciones precipitadamente, sin haber actuado sobre el aparato clientelar y propagandístico del secesionismo y en unas circunstancias de efervescencia por la encarcelación o la huida de sus líderes que favorecían los intereses electorales del independentismo.
- Permitir que Puigdemont se presentase a las elecciones europeas revocando una decisión de la JEC.
- Permitir los incidentes posteriores a la sentencia del procés y el amparo de la violencia por todo un presidente de la Generalitat.
- Dar un papel protagonista en la investidura de Sánchez a ERC y blanquear a Torra mientras se criminaliza a VOX que va a ser la más beneficiada de tanta estulticia.
En uno de los países más europeístas como España crece un movimiento antieuropeo capitaneado por VOX
Y, sobre todo, que los políticos españoles han dedicado a Cataluña un ratito de su tiempo, mientras el nacionalismo se ha ocupado de la cuestión las veinticuatro horas al día, han subordinado los intereses de España y de los catalanes no independentistas a sus intereses cortoplacistas, no han prestado la menor ayuda, cuando no directamente el desdén, a los catalanes que se han enfrentado al nacionalismo.
¿Qué podía salir mal? Han dejado que el cáncer creciera y aquí estamos. Haciendo de la necesidad virtud. ¿Podemos pensar que los políticos españoles abrirán los ojos a partir de ahora? ¿Qué aparcarán sus ansias de poder y sus mezquindades para ponerse de acuerdo en afrontar juntos el problema? Quisiera creerlo, pero lo dudo. De hecho la primera reacción del gobierno en funciones es querer dar órdenes al TS y rogar a ERC que no rompa las negociaciones.