Estados Unidos vive un momento de insistente incertidumbre. La reina de todas las naciones, el país más poderoso de todos cuantos haya habido sobre la faz de la tierra, se siente débil. El resultado de esa vulnerabilidad fue Donald Trump, un político poco corriente – si es que se le puede tildar así- cuyo discurso señaló sin matices que EE.UU. ya no era grande y debía volver a serlo. Con esa franca afirmación, dura autocrítica para un estadounidense, consiguió convertirse en Comandante en Jefe. En el Partido Demócrata poco, o nada, pudieron hacer para frenar su arrolladora campaña de 2016.
Tras su elección, Trump ha procurado cumplir con su programa favoreciendo a las grandes industrias, buscando el pleno empleo, aplicando políticas proteccionistas e implementando negociaciones comerciales hostiles con China y la Unión Europea para reducir su déficit comercial. La economía es sólida, los salarios suben y la confianza de los consumidores es alta. ¿Cómo podrían ganar los demócratas a Trump, entonces?
Los demócratas desconfían, parecen seguir buscando a su mirlo blanco para 2020, pero la oferta de Michael Bloomberg es tentadora
No es una pregunta sencilla de responder. Lo cierto es que Hillary Clinton no fue tan mala candidata en 2016 como muchos han afirmado después, no consiguió la mayoría de los compromisarios pero sí ganó a Trump en voto popular. Su campaña estuvo orientada siguiendo la línea de su predecesor, Barack Obama, con la mirada puesta en las minorías y los temas posmaterialistas, como el ecologismo y la participación de EE.UU. en el mantenimiento del orden mundial. Trump, en cambio, elaboró un discurso que tocó de lleno la fibra del votante promedio, enfocándose en las clases trabajadoras y medias blancas, cuyo nivel de vida ha ido menguando inexorablemente desde los años 90 conforme la globalización económica trasladaba las fábricas del continente americano al asiático y los sindicatos perdían fuelle. Las desigualdades crecieron con fuerza mientras el gasto público se multiplicaba. Como consecuencia, el votante medio es incapaz de comprender adónde van sus impuestos y los republicanos han sabido fabricar el mensaje adecuado que le seduce e invita a enfrentarse contra el resto del mundo. A fin de cuentas, «cuando América era grande, los trabajadores lo eran también».
Hasta el reciente anuncio de Michael Bloomberg eran dos los candidatos con más opciones para hacerse con la candidatura demócrata del año que viene: Joe Biden y Bernie Sanders, que representan dos formas diametralmente opuestas de entender a su país. Por un lado, Sanders es un veterano político que ha estado durante años ocupando un espacio residual, alejado del mainstream de su partido. Se define como socialdemócrata, es intervencionista en materia económica y propugna un crecimiento del Estado social; para parecerse más a los países europeos. Ajeno a este enfoque está Biden, antiguo vicepresidente con Obama, continuista y poco innovador propone revertir a Trump y recuperar la senda que marcó su predecesor. Con un perfil autocatalogado centrista y liberal no pretende llevar a cabo grandes reformas. Sin acritud, como Biden ha señalado en algún debate, «esto es América» y a los estadounidenses les asustan los grandes cambios.
El votante medio es incapaz de comprender adónde van sus impuestos y los republicanos han sabido fabricar el mensaje adecuado que le seduce
Bloomberg podría describirse como un outsider, fue alcalde de Nueva York durante más de una década y estuvo vinculado al partido republicano. Sin embargo, apoyó a Clinton en las anteriores presidenciales y denosta el liderazgo político de Trump. Ha criticado a los demócratas en cuestiones como el movimiento «me too» o las regulaciones en el sistema financiero. Cuesta encasillarle y, probablemente sea imposible, dada la dificultad de crear un tercer partido relevante en EEUU los candidatos independientes están condenados a inscribirse en alguno de los dos grandes referentes para convertirlos en su vehículo hacia la Casa Blanca.
La apuesta es clara: levantar un candidato a medio camino entre el Partido Demócrata y el Partido Republicano (o el trumpismo). Un multimillonario, muchísimo más rico que sus rivales, capaz de financiar cualquier campaña como nunca antes haya sucedido. Conservador en lo económico y progresista en lo social, puede ser capaz de romper la hegemonía republicana entre las clases medias blancas. Esa es su gran baza y el principal argumento, utilitario, por el cual los demócratas podrían nominarle. Le caen como losas su fortuna y su pasado republicano, figuras como Sanders, Ocasio-Cortez, Warren u Omar han escorado el discurso y orientado el Partido Demócrata hacia postulados más críticas con el sistema. Los demócratas desconfían, parecen seguir buscando a su mirlo blanco para 2020, pero la oferta de Michael Bloomberg es tentadora y, quizá, su única opción real de recuperar la Jefatura del Estado.