¿Cómo hemos llegado a la situación actual? ¿ Le sorprende lo que ha sucedido?
¡Qué pregunta más amplia! (risas) Por un lado, tenemos un país escindido y, por otro, bloqueado. Tenemos que recordar que, desde la Transición, la Cataluña democrática acogió con gran entusiasmo el proyecto de llegar una democracia liberal integrada en Europa. Los políticos catalanes fueron protagonistas de aquello. Pero el régimen constitucional y estatutario no era suficiente una vez que se agotó el peix al cove de Jordi Pujol. Cuando se llega a la reforma del Estatut, antes de la sentencia, era jurídicamente defendible un régimen de concierto económico para las comunidades autónomas. Después de la sentencia del Tribunal Constitucional ya no porque se estableció que era imposible. Aquí quisieron modificar las reglas del juego y todo esto fracasó.
¿Se fracasó porque no se supo hacer o porque se buscaba ese fracaso?
Se fracasó porque todo el sistema estatutario ya estaba cuajado. La ley aprobada en el Parlament de Cataluña tenía elementos de inconstitucionalidad y no podemos olvidar que lo que fue anulado por el TC fue el Estatut aprobado por las Cortes. Otra cosa es el tacticismo inicial por parte de Pasqual Maragall y el PSC. Su objetivo no era hacer un nuevo Estatut sino desplazar a CiU del gobierno. El Estatut fue solo un banderín de enganche para hacer oposición, pensando en que las elecciones españolas las ganaría el PP. Pero las gana el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero. Ya no tenían la coartada de ese banderín para hacer oposición, cohesionar a sus votantes y marginar a CiU. Ya se entra en la materia y ahí se ve que había cosas que eran flagrantemente inconstitucionales. Y eso fracasó.
¿Se llega entonces a la idea de la independencia?
Había dos opciones. Respetar lo que dijo Zapatero, que este régimen constitucional, estatutario y democrático es para toda la vida y, por lo tanto, no había posibilidad de hacer reformas sustanciales. O pensar que, si dentro del Reino de España, no tenemos lo que consideramos que debemos tener, la alternativa es la independencia. A partir de ahí, esto no lo dirigen ni lo promueven ERC, Convergencia o la CUP. Esto surgió como iniciativas de base, en las que yo participaba. Iniciativas de creación de discurso y hacer estudios sobre régimen fiscal, temas energéticos, efectos de una independencia de cara a la UE y el euro, etc. Eso no se había hecho jamás. Y lo estábamos haciendo mientras CiU y ERC decían que el Estatut pasaría entero. También decían que tenían un plan B. Lo nuestro era, más bien, una actividad intelectual, académica, divulgativa. Y ellos se enteran a raíz de las consultas que empiezan en Arenys de Munt.
El ‘Procés’ es una vía de chantaje al Gobierno español para amenazarle con la independencia si no les daban lo que querían.
¿No apoyaron esas consultas?
Para nada. Teníamos la oposición radical de Convergencia, ERC y la CUP. Hicieron todo lo posible para boicotearnos. Se asustaron al ver que, sin apoyo ni dinero públicos y con el boicot de los ayuntamientos y de la Generalitat, la gente se estaba movilizando. Entonces, deciden ponerse al frente de aquello con el fin de reconducir las cosas, de forma que pudieran presionar al Gobierno español para obtener algo. Mi interpretación de todo esto es que, a partir de ahí, intentaron que lo que había fracasado con el peix al cove y el Estatut, conseguirlo a través de dos vías: fidelizar a los votantes y decirles «nosotros sí que vamos a hacer esto» y, por otra parte, una vía de chantaje al Gobierno español para amenazarle con la independencia si no les daban lo que querían.